sábado, 31 de agosto de 2019

Incendios en el Amazonas: "El pueblo ya no tiene más hombres", la dramática lucha por salvar de los incendios el mayor tesoro natural de Bolivia

Luis Felipe, el esposo de María de los Ángeles, se levanta a las cinco de la madrugada y vuelve a su casa cerca a medianoche.

por Boris Miranda

Es uno de los miles de voluntarios que, día tras día, salen de la ciudad boliviana de Roboré (departamento de Santa Cruz, en el sureste del país) y otras poblaciones para combatir los fuegos que desde hace tres semanas azotan la Chiquitanía, el mayor tesoro natural de Bolivia.

Los focos de fuego, pese a los enormes esfuerzos que se hacen, han alcanzado alrededor de 500.000 hectáreas.

"Ya no tenemos hombres, no alcanzan los voluntarios. Necesitamos más ayuda, incluso internacional", pide María de los Ángeles desde la plaza central de Roboré.

Ella, que este jueves conversó con BBC Mundo, sabe que en la noche su marido otra vez llegará a casa agotado, con la piel cada vez más bronceada por el inclemente sol y con la garganta seca por el humo y la deshidratación.

Mientras ella explica la situación, apenas a unos metros, en el centro militar de la ciudad, llega Evo Morales junto a los comandantes de las Fuerzas Armadas para conversar sobre qué más se puede hacer para mitigar los incendios.

La presencia de ministros, viceministros y directores del gobierno boliviano es notoria.


Tesoro natural

La Chiquitanía es la zona de bosques tropicales más amplia de Bolivia y del mundo, con más de 20 millones de hectáreas.

Los fuegos amenazan a más de 500 especies de fauna presentes allí, al igual que a los cuatro parques nacionales ubicados en esa zona.

Su ecosistema es considerado único por ser el sector que une la húmeda Amazonía compartida con Brasil y Perú con el seco Chaco que se extiende hasta Paraguay.

En medio de sus llanuras, una de sus ciudades principales es Roboré, donde se ha montado el operativo logístico para combatir los incendios.

Cada mañana parten camionetas y buses con cientos de voluntarios que se suman a los más de 2.000 efectivos militares, policiales y de bomberos desplegados en la zona.

Luis Felipe parte con ellos, siempre acompañado de un casco, un pañuelo, varios barbijos (para taparse la boca y la nariz) y una botella de agua que se le termina mucho antes de mediodía.

María de los Ángeles asegura que, pese a preocuparle mucho la salud de su esposo, no se imagina el sacrificio que es eso. "Lo lamentable es que no alcanza", dice.

Ella explica que la inmensa mayoría de los voluntarios desplegados en las zonas de incendio no tienen experiencia para combatir el fuego.

"Ya no saben qué hacer", concluye.

Seis mujeres

Noemí Alvarado es una de las seis mujeres que llegaron desde el trópico de Cochabamba (centro de Bolivia) para sumarse a los pobladores de la región que trabajan como bomberos voluntarios.

Llega junto a un centenar de universitarios desde el Chapare, la zona de plantación de hoja de coca de donde surgió Evo Morales.

"Vamos a combatir, porque tenemos que cuidar nuestra riqueza natural", cuenta Noemí mientras se acomoda en la cabeza un casco de color blanco.

Los voluntarios llegados del Chapare pertenecen a la Universidad Nacional Indígena "Casimiro Huanca", nombre que pertenecía a un histórico dirigente cocalero que en 2001 fue asesinado por efectivos militares.

El viaje de Noemí y sus compañeros universitarios duró cerca de 36 horas y casi no durmieron entre el miércoles y el jueves.

Sin embargo, se los ve de buen humor y entre ellos se reparten vasos de gaseosa.

"Somos los refuerzos, hemos venido a ayudar", señalan ante las consultas de los periodistas presentes.

En el monte

El polvo, la ceniza y el humo son una terrible combinación que predomina en las zonas por donde pasó el fuego y siguen vivas las llamas.

La sensación térmica supera los 35 grados y en el horizonte es muy difícil divisar una sola nube.

Por ello, las pocas veces que cayeron algunas gotas de lluvia durante estas tres semanas de emergencia por los incendios fueron celebradas con entusiasmo por los pobladores.

Pese al calor, los bomberos y militares llevan pesados uniformes y son los únicos que pueden acercarse a los focos de fuego más grandes.

El equipo de voluntarios colabora con el traslado de agua y mitigan los incendios menores.

En la carretera no es raro ver cuerpos de animales que salieron al camino escapando del fuego y fueron atropellados.

El suero antiofídico es uno de los productos que más son requeridos dado que las víboras también abandonaron la profundidad de los montes.

En su primer informe matinal del jueves, Evo Morales lamentó que el viento avivó los incendios en varios puntos de la Chiquitanía, aunque destacó que en otros se logró controlar los focos.

El presidente anunció que el avión cisterna Boeing 747 Supertanker se dirigirá a las zonas donde crecieron los fuegos y mantendrá sus vuelos sobre las regiones donde es casi imposible acceder por tierra.

Mientras, desde Roboré seguirán saliendo camionetas, motos, ambulancias y buses cargados de voluntarios decididos a salvar el mayor tesoro natural boliviano.

Otro recurso imprescindible es contar con una o dos llantas de repuesto porque en varias zonas las vías son de tierra y los neumáticos suelen pincharse.

"No nos vamos a rendir, pero nuestra verdadera esperanza es que de una vez comience a llover. Eso estamos esperando todos", concluye María de los Ángeles mientras observa a Evo Morales y al alto mando militar partir en un helicóptero y sobrevolar, una vez más, los estragos que deja el fuego en la Chiquitanía.

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