Luis
Felipe, el esposo de María de los Ángeles, se levanta a las cinco
de la madrugada y vuelve a su casa cerca a medianoche.
por
Boris Miranda
Es
uno de los miles de voluntarios que, día tras día, salen de la
ciudad boliviana de Roboré (departamento de Santa Cruz, en el
sureste del país) y otras poblaciones para combatir los fuegos que
desde hace tres semanas azotan la Chiquitanía, el mayor tesoro
natural de Bolivia.
Los
focos de fuego, pese a los enormes esfuerzos que se hacen, han
alcanzado alrededor de 500.000 hectáreas.
"Ya
no tenemos hombres, no alcanzan los voluntarios. Necesitamos más
ayuda, incluso internacional", pide María de los Ángeles desde
la plaza central de Roboré.
Ella,
que este jueves conversó con BBC Mundo, sabe que en la noche su
marido otra vez llegará a casa agotado, con la piel cada vez más
bronceada por el inclemente sol y con la garganta seca por el humo y
la deshidratación.
Mientras
ella explica la situación, apenas a unos metros, en el centro
militar de la ciudad, llega Evo Morales junto a los comandantes de
las Fuerzas Armadas para conversar sobre qué más se puede hacer
para mitigar los incendios.
La
presencia de ministros, viceministros y directores del gobierno
boliviano es notoria.
Tesoro
natural
La
Chiquitanía es la zona de bosques tropicales más amplia de Bolivia
y del mundo, con más de 20 millones de hectáreas.
Los
fuegos amenazan a más de 500 especies de fauna presentes allí, al
igual que a los cuatro parques nacionales ubicados en esa zona.
Su
ecosistema es considerado único por ser el sector que une la húmeda
Amazonía compartida con Brasil y Perú con el seco Chaco que se
extiende hasta Paraguay.
En
medio de sus llanuras, una de sus ciudades principales es Roboré,
donde se ha montado el operativo logístico para combatir los
incendios.
Cada
mañana parten camionetas y buses con cientos de voluntarios que se
suman a los más de 2.000 efectivos militares, policiales y de
bomberos desplegados en la zona.
Luis
Felipe parte con ellos, siempre acompañado de un casco, un pañuelo,
varios barbijos (para taparse la boca y la nariz) y una botella de
agua que se le termina mucho antes de mediodía.
María
de los Ángeles asegura que, pese a preocuparle mucho la salud de su
esposo, no se imagina el sacrificio que es eso. "Lo lamentable
es que no alcanza", dice.
Ella
explica que la inmensa mayoría de los voluntarios desplegados en las
zonas de incendio no tienen experiencia para combatir el fuego.
"Ya
no saben qué hacer", concluye.
Seis
mujeres
Noemí
Alvarado es una de las seis mujeres que llegaron desde el trópico de
Cochabamba (centro de Bolivia) para sumarse a los pobladores de la
región que trabajan como bomberos voluntarios.
Llega
junto a un centenar de universitarios desde el Chapare, la zona de
plantación de hoja de coca de donde surgió Evo Morales.
"Vamos
a combatir, porque tenemos que cuidar nuestra riqueza natural",
cuenta Noemí mientras se acomoda en la cabeza un casco de color
blanco.
Los
voluntarios llegados del Chapare pertenecen a la Universidad Nacional
Indígena "Casimiro Huanca", nombre que pertenecía a un
histórico dirigente cocalero que en 2001 fue asesinado por efectivos
militares.
El
viaje de Noemí y sus compañeros universitarios duró cerca de 36
horas y casi no durmieron entre el miércoles y el jueves.
Sin
embargo, se los ve de buen humor y entre ellos se reparten vasos de
gaseosa.
"Somos
los refuerzos, hemos venido a ayudar", señalan ante las
consultas de los periodistas presentes.
En
el monte
El
polvo, la ceniza y el humo son una terrible combinación que
predomina en las zonas por donde pasó el fuego y siguen vivas las
llamas.
La
sensación térmica supera los 35 grados y en el horizonte es muy
difícil divisar una sola nube.
Por
ello, las pocas veces que cayeron algunas gotas de lluvia durante
estas tres semanas de emergencia por los incendios fueron celebradas
con entusiasmo por los pobladores.
Pese
al calor, los bomberos y militares llevan pesados uniformes y son los
únicos que pueden acercarse a los focos de fuego más grandes.
El
equipo de voluntarios colabora con el traslado de agua y mitigan los
incendios menores.
En
la carretera no es raro ver cuerpos de animales que salieron al
camino escapando del fuego y fueron atropellados.
El
suero antiofídico es uno de los productos que más son requeridos
dado que las víboras también abandonaron la profundidad de los
montes.
En
su primer informe matinal del jueves, Evo Morales lamentó que el
viento avivó los incendios en varios puntos de la Chiquitanía,
aunque destacó que en otros se logró controlar los focos.
El
presidente anunció que el avión cisterna Boeing 747 Supertanker se
dirigirá a las zonas donde crecieron los fuegos y mantendrá sus
vuelos sobre las regiones donde es casi imposible acceder por tierra.
Mientras,
desde Roboré seguirán saliendo camionetas, motos, ambulancias y
buses cargados de voluntarios decididos a salvar el mayor tesoro
natural boliviano.
Otro
recurso imprescindible es contar con una o dos llantas de repuesto
porque en varias zonas las vías son de tierra y los neumáticos
suelen pincharse.
"No
nos vamos a rendir, pero nuestra verdadera esperanza es que de una
vez comience a llover. Eso estamos esperando todos", concluye
María de los Ángeles mientras observa a Evo Morales y al alto mando
militar partir en un helicóptero y sobrevolar, una vez más, los
estragos que deja el fuego en la Chiquitanía.
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Fuente:
Boris Miranda, Incendios en el Amazonas: "El pueblo ya no tiene más hombres", la dramática lucha por salvar de los incendios el mayor tesoro natural de Bolivia, 29 agosto 2019, BBC Mundo. Consultado 31 agosto 2019.
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