jueves, 12 de junio de 2025

No hay solución para los residuos nucleares

Planta de reprocesamiento nuclear, La Hague, Francia.


Viene de la tercera parte.

Por Silvana Buján

Entrevista al doctor Eduardo Rodríguez Farré, médico especializado en Toxicología y Farmacología en Barcelona, en Radiobiología en París, y en Neurobiología en Estocolmo. Es profesor de investigación en el Centro de Investigación Biomédica de Barcelona, y trabaja con los temas nucleares.

Silvana Buján.— Eduardo, qué le dirías a aquellos que, pensando en el combustible nuclear agotado, dicen que no importa que lo dejemos en las piletas al lado de las centrales, porque sostienen que si la ciencia nos dejó este problema, esperemos a que la ciencia vaya y lo resuelva.

Eduardo Rodríguez Farré.— Pues que no deja de ser una utopía por hoy, ni para el próximo futuro se le ve una solución. Se han preconizado diversas soluciones para el material radioactivo gastado. En una central atómica corriente, el material altamente radiactivo del combustible gastado se sitúa en piletas o piscinas que le llaman aquí. Esto implica durante unos meses una radiactividad altísima. Se va enfriando, pero ahí quedan los residuos de larga vida.

Algunos productos del reactor nuclear son de vida muy corta, cuando decimos vida corta hay que pensar que estoy hablando de vidas medias de 30 años en muchos casos. El yodo radiactivo, por ejemplo, tiene una vida media de 8 días. Hay que explicar que cuando se habla de vida media quiere decir el tiempo que tarda en desintegrarse la mitad de un elemento radiactivo. O sea, si la vida media es de 30 años, quiere decir que al cabo de 30 años quedará todavía la mitad, y a los 30 años subsiguientes quedará la cuarta parte, y a los 30 años subsiguientes quedará el 12,5%, y así sucesivamente. En las piletas de una central se desintegran los radionucleidos de vida corta, el yodo en 8 días queda la mitad, en un par de meses prácticamente ya es muy poco.

En algunos casos se llevan a cementerios nucleares determinados. Pero el grave problema son los de vida larga, el plutonio de vida más corta tiene 24 mil años de vida media ¿Qué se hace con ellos? Se ha propuesto enviarlos al espacio. Imagínese un cohete con unas cargas de plutonio de unas pocas toneladas. Vemos que cualquier cohete de tanto en tanto, cae y explota en la atmósfera. Esto implicaría una lluvia radiactiva tremenda que abarcaría áreas enormes con radiactividades altamente peligrosas. La segunda, que se ha intentado, es en Alemania y en Suecia, empaquetar, cristalizar en todo lo posible el residuo radioactivo de vida media larga y ponerlo en grutas muy profundas. ¿Qué ha ocurrido ahí? Al cabo de años se ve que esta cristalización, el compactado, se ha agrietado y ha empezado a difundirse. A pesar de todo, por muy impermeables que sean las grutas, siempre acaba habiendo flujos de agua que pueden arrastrar los productos y contaminar subterráneamente los acuíferos. No hay solución hoy por hoy. La preconización es de almacenes, aquí en España se llamó almacén temporal centralizado, reunir todos los productos de las centrales atómicas y ponerlos en un sitio determinado. Esto ha fallado porque el que se quería hacer era en una zona que, aunque la sismología era baja, había cierta sismología. Y un sitio en donde se guardan estos productos que pueda estar afectado por fenómenos sísmicos, pues no deja de ser peligroso. En Francia y en Gran Bretaña reciclan los residuos para intentar recoger el plutonio y volverlo a emplear en centrales nucleares que usen plutonio. Y, de paso, son potencias atómicas que lo utilizan para armas nucleares. No hay solución, y hoy por hoy se guardan en piscinas.

¿Qué institución es capaz durante miles de años de estar vigilando un sistema nuclear? Esto tiene que estar altamente controlado, vigilado, que no haya accidentes, que no haya problemas, es una cosa que se escapa al raciocinio humano, o sea, la lógica de pretender que ya se encontrará, la ciencia lo encontrará, pues no deja de ser una utopía. Habría una posibilidad científicamente sobre el papel, es transmutar estos productos mediante bombardeo de neutrones o bombardeos de partículas transformarlos en otra cosa. Esto es impensable, porque no hay ninguna tecnología fuera del papel que sea capaz de hacerlo. Hoy por hoy, lo único que podemos decir es que no hay solución. Y la pregunta es qué institución humana ha sobrevivido siglos. Y hay dos instituciones que llevan más de 18 o 20 siglos funcionando, que son la Iglesia Católica y la burocracia china. Estamos hablando como mucho de 20 siglos, no más. ¿Quién piensa que en 24 mil años quedaría todavía la mitad de los residuos? Este es el juego fáustico de la industria nuclear. Se está jugando con una cosa que no tiene solución. Pensar que se va con una varita mágica a encontrar, no deja de ser utópico.

SB.— Y por último, Eduardo, ¿qué mensaje enviarías a aquellos que siguen afirmando que la energía nuclear es limpia porque reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, que es segura porque un par de accidentes en esta vida que son, porque es económica, bien podemos esconder las cuentas, y que es renovable? No digamos a nadie que el uranio no crece en las plantas.

ERF.— La cuestión es que aquí nos apartamos de hablar de cuestiones científicas y hemos de hablar de cuestiones políticas. No es un razonamiento científico, incluso ni tecnológico, el que se está utilizando. No deja de ser irónico que en Europa, la Comisión Europea en las políticas de cambio climático haya considerado que la energía nuclear es verde. Los que conocen el tema, pues realmente se les terminaron de risa. ¿Por qué ha proclamado la Comisión Europea que la industria nuclear es verde? Para complacer a Francia. La Unión Europea tenía tres, ahora son dos, países que prácticamente determinan su política, que son Francia y Alemania. Si se ponía que la industria nuclear no es verde, Francia colapsaba. Y la segunda verde fue el gas. Las centrales combinadas de gas también se declararon verdes, por el interés de que Alemania utiliza enormes cantidades de gas para sus centrales, aunque tiene cerradas todas las nucleares. No olvidemos que Alemania después del accidente de Fukushima planteó cerrar las nucleares, están todas cerradas, y Suecia está cerrando bastantes también. Por la presión de unos y de otros se consideraron verdes dos elementos que no son renovables.

El uranio no crece como las plantas, y tiene unos límites porque no hay tanto, aunque hoy día hay abundante, si se siguiese usando, pues se acabaría. Y el gas, pues pasa lo mismo. No son renovables, son cuestiones políticas totalmente por interés de una industria muy potente que es la industria nuclear. No hay otra cuestión.

Hay países que pueden funcionar sin industria nuclear, mire un país altamente industrializado es Italia, la tercera economía de la Unión Europea, que no tiene ninguna central nuclear ni ha construido ninguna, aparte de algún reactor experimental que tiene en centros de experimentación. Alemania ha cerrado las centrales nucleares y sigue funcionando. Pero la política que hay hoy en día es que las centrales que se construyeron con una vida prevista de 40 años, se renueven. Han sido caras porque en gran parte las hemos pagado el público y con financiación pública. En España, aunque digan que fueron privadas, las hemos pagado durante más de 35 años en el recibo de la luz bajo la falacia de paso a la competencia, que nadie sabía lo que era. El recibo de la luz siempre es una de las cosas más esotéricas que pueden existir en el planeta. Nadie lo puede entender. Esta fue la primera falacia. La segunda es que ahora, cuando se quiere prolongar la vida, el Estado se haga cargo de la renovación. Los gastos de renovación de una central nuclear son importantes. Y aquí están pretendiendo que se alargue la vida de las que existen, diciendo que sea con fondos públicos y sobre todo que sea con fondos públicos la gestión de los residuos. Porque una central cuando cierra, las tres que están cerradas en España, una lleva ya como 15 años y las otras 4 o 5, se tardan muchísimos años, como 20 a 30 años, en clausurar del todo una instalación nuclear. Y aquí la cuestión es quién lo paga. Entramos siempre en una cuestión que no es científica, es prácticamente económica y política.


Eduardo Rodríguez Farré

Es doctor en Medicina y diplomado en Farmacología por la Universidad de Barcelona y máster en Radiobiología por la Universidad de París. Es profesor en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona y miembro del Centro de Investigaciones Biomédicas en Red (CIBER), de Epidemiología y Salud Pública (Instituto de Salud Carlos III). Sus principales campos de investigación se centran en la toxicidad de contaminantes ambientales, los efectos de xenobióticos sobre el sistema nervioso y la evaluación de riesgos tóxicos para la salud. Es miembro de comités internacionales relacionados con la investigación en salud y miembro fundador de Científicos por el Medio Ambiente (CIMA).


Silvana Buján

Es periodista científico y ambiental, miembro de la Red Argentina de Periodismo Científico. Dirige BIOS, ong miembro de la Red Nacional de Acción Ecologista y la Coalición Ciudadana Antiincineración. Obtuvo tres veces el 1º Premio a la Divulgación Científica de la Universidad de Buenos Aires (2009, 2012, 2014) y el 2º Premio en 2010; el 1º Premio Latinoamericano y del Caribe del Agua CATHALAC-UNESCO 2009; ocho Premios Martín Fierro por sus trabajos en radio y 21 nominaciones. Premio Nacional de Periodismo en el año 2007; 1º Premio del Congreso Tabaco o Salud 2010; 1º Premio de Periodismo en Salud de la Asociación Médica Argentina 2010; Distinción honorífica Colegio de Ingenieros DII por su labor en difusión ambiental, 2013.

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