Argentina deberá importar el combustible nuclear de China durante los 60 años de vida útil del reactor nuclear Hualong One.
Por Cristian Basualdo
Soberanía energética y autonomía tecnológica, es el título de un artículo publicado en Página/12, cuyos autores son Adriana Serquis y Diego Hurtado, presidenta y vicepresidente respectivamente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), en el cual expresaron su apoyo entusiasta a la firma del acuerdo con China por un reactor nuclear Hualong One; y además criticaron al llamado grupo de ex secretarios de energía, que se opone al proyecto, porque, según las autoridades de la CNEA, está anclado en evaluaciones anacrónicas “que favorecen procesos de importación de tecnología y financierización de nuestra economía”. Encuentro este argumento confuso, porque quienes lo plantearon, apoyan a su vez la importación de un costoso reactor nuclear, que implica a la Argentina tomar una enorme deuda financiera. Más confuso me resulta el título, porque, en detrimento de su soberanía energética, Argentina deberá importar el combustible nuclear de China durante los 60 años de vida útil del reactor.
Las centrales nucleares argentinas funcionan con uranio natural, mientras que el Hualong One lo hace con uranio enriquecido. En la naturaleza, el uranio natural se compone principalmente del isótopo uranio-238, con una proporción en peso de alrededor del 0,7 % de uranio-235, el isótopo fisionable en los reactores comerciales. El enriquecimiento del uranio es el proceso al cual es sometido el uranio natural para aumentar la proporción de uranio-235.
Un elemento combustible para el Hualong One está compuesto por un haz de varillas de una aleación de circonio, de 3,66 metros de longitud. Las varillas contienen en su interior pastilllas de uranio enriquecido al 4,45%. El reactor aloja 177 elementos combustibles. El intervalo de recarga es de 18 a 24 meses, por lo tanto, se realizarán entre 30 y 40 recargas de combustible a lo largo de la vida útil del reactor. En cada recarga se reemplaza aproximadamente un tercio de los elementos combustibles.
China promociona al Hualong One en el mercado internacional como HPR-1000 (Hualong Pressurized Reactor-1000); el primer reactor de este tipo inició sus operaciones comerciales en noviembre de 2020, hay 4 en funcionamiento en el mundo, 2 de ellos en Pakistán, que representan las únicas exportaciones que logró China hasta el momento. Según el acuerdo con Pakistán, China le proporcionará el combustible nuclear durante la vida útil de los reactores, un negocio comparable a la venta de los mismos.
En Argentina, el proyecto Hualong One fue bautizado como Atucha III, se gestiona mediante un acuerdo país-país que arrastra una década de negociaciones, numerosas idas y vueltas, e implica al país tomar un crédito de 8.300 millones de dólares con los bancos chinos.
Los funcionarios de Nucleoeléctrica Argentina SA, la empresa estatal que opera las centrales nucleares argentinas, anunciaron que negocian con China la fabricación de los elementos combustibles en la planta de Combustibles Nucleares Argentinos SA. En 2020, Carlos Aráoz, ex gerente de Combustibles y ex gerente de Tecnología de la CNEA, advirtió que Nucleoeléctrica “no sabe de combustibles, no tiene experiencia en negociación de acuerdos de transferencia de tecnología para su fabricación, le parece bien el exorbitante precio que proponen hoy los chinos (200 millones de dólares), acepta las restricciones para la comercialización, etc.” en un artículo para Agendarweb.
Aún en el caso de que Argentina logre fabricar los elementos combustibles para el Hualong One, seguirá dependiendo de la importación del uranio enriquecido. Los directores de Nucleoeléctrica que encabezan las negociaciones con China, José Luis Antúnez y Gabriel Barceló, critican duramente este aspecto del reactor chino. “Vamos a fabricar el tubo del Redoxón y a recibir de China el material para fabricar la pastilla”, dijo Antúnez, haciendo una analogía con una marca de vitaminas muy conocida en Argentina.
El Comité de Asuntos Nucleares del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales planteó que, de prosperar la adquisición de la central de origen chino, se deberían tomar las previsiones para asegurar el suministro de uranio enriquecido. En el documento Consideraciones sobre el programa nuclear argentino, el citado comité propuso “reimpulsar la capacidad argentina en la producción de uranio enriquecido, concentrando los recursos en el desarrollo de una planta piloto en las tecnologías de ultra centrifugación manteniendo los estudios a nivel de laboratorio de enriquecimiento por láser”.
Para abastecer el reactor Hualong One, Argentina debería construir una planta industrial de enriquecimiento de uranio con una capacidad de al menos 120 kSWU/yr (kilogramos de unidades de trabajo de separación por año). 14 países tienen instalaciones de enriquecimiento, incluyendo Argentina con la pequeña planta de Pilcaniyeu, que utiliza la tecnología de difusión gaseosa y tiene una capacidad de 20 kSWU/yr. Pilcaniyeu no funciona y Argentina importa el uranio enriquecido de Brasil, que opera la pequeña planta de Resende de 35 kSWU/yr. Para comparar, una de las 4 plantas de enriquecimiento de China, Lanzhou, tiene una capacidad de 2600 kSWU/yr.
En el seminario Energía nuclear y trabajo argentino, Antúnez señaló que Argentina no va a enriquecer industrialmente el uranio natural. “Así que nuestra posición no es de tecnología soberana. Vamos a tener un contrato de provisión de combustible por toda la vida de la central con China” dijo el presidente del Directorio de Nucleoeléctrica.
Así las cosas, mientras las autoridades de la CNEA enarbolan la bandera de la soberanía energética para apoyar el reactor Hualong One, las de Nucleoeléctrica afirman que no es tecnología soberana. Son las contradicciones de un proyecto con más defectos que virtudes.
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