por
Noemí Cruz
La
última vez que estuve con los wichí fue en Misión Chaqueña,
durante una asamblea de Nueva Integridad (organización que agrupa a
32 comunidades). En esa tarde llena de sol y palabras pausadas, ya se
contabilizaban 11 niños muertos por desnutrición.
El
genocidio ha continuado sin ningún freno, como las cadenas de las
topadoras, haciendo desaparecer el monte, que es el almacén y
farmacia natural de los wichí. Al día de hoy, son varios más los
hermanitos que no están. Y muchos más que no fueron contados.
Leonardo
Pantoja, allá en el monte, resiste como los quebrachos, o tal vez
más. “Para el pueblo indígena el coronavirus es la falta de agua,
falta de alimentación, salud, no tener título de las tierras,
despojos, ese es el coronavirus”.
Mientras
los ancianos wichí elevan sus plegarias por todos nosotros, yo
siento en mi alma su fortaleza y respiro en este mundo desigual.
Recuerdo cuando en la Reserva de Pizarro derribaban el monte; una
mujer wichi sollozaba: “Voltean nuestra comida, un año esperando
para recoger los frutos y ya no los tendremos. ¿Qué iremos a comer
ahora?”
El
monte provee cada vez menos. Empobrecido por los desmontes y las
fumigaciones, apenas resiste. Los wichí son ese monte.
¿Hasta
cuándo seguiremos sin dar importancia a la muerte de nuestro
entorno? ¿Hasta cuándo giraremos la mirada y haremos oídos sordos
a los reclamos indígenas?
Mientras
escribo, me informan que murió Valerio Cobos, cacique de la
comunidad Honat Léles, La última vez que lo vi, en esa asamblea,
contó que necesitaban reconocimiento de sus tierras para sembrar
verduras. Al igual que otras comunidades tenían la carpeta de
relevamiento que les entregó el INAI. Pero esa carpeta no les
concede derechos en cuando alguien decide desmontar su casa.
Valerio
decía “necesitamos la tierra, necesitamos ser reconocidos” y así
nomás de pronto, partió de su monte, sin ninguna novedad. Qué
dolor me traspasa, de saber que partió sin nada más que su espíritu
incansable. Su carpeta habrá quedado colgada, ajada en su yica. Pero
su anhelo y su lucha, serán recordados cada vez que nosotros
frenemos una topadora, cada vez que expongamos un crimen ambiental y
cada vez que luchemos por salvar el monte seco.
Nuestra
vida cambió con este virus; pienso que tal vez a algunos este cambio
les brindará tiempo para reflexionar y valorar lo que perdemos.
Decimos
que permanecemos “en casa”, y si de vez en cuando necesitamos
algo, podemos salir a los almacenes a comprar víveres, agua,
lavandina, medicinas, etc.
¿Se
imaginan qué sería de nosotros si al salir a la calle un día, no
encontráramos nada para comer? Quedarnos, de pronto sin agua, sin
medicinas. ¿Se imaginan encontrar que nuestro mundo, como lo
conocíamos, ha sido barrido del mapa? Sin comida, sin agua, ¿cuánto
duraríamos?
Esto
lo viven desde antiguos tiempos los wichi y todo los indígenas.
Salta
es una de las provincias con más deforestación del país. Según
datos oficiales, entre 1998 y 2018 perdió 1.425.493 hectáreas de
bosques nativos: muchas de estas zonas, eran el ámbito de
comunidades indígenas
El
coronavirus de los wichí es ese, el que refiere Leonardo: es un
virus constante de hambre y sed, es su tierra diezmada. Para ese
virus que mata a sus niños y a sus mayores también, existe la cura,
que es el derecho a la Tierra con monte, alimentos y agua. También,
el acceso a salud y educación y más, pero primero el territorio y
los alimentos.
Reconocer
sus derechos, nos hará una sociedad mejor. Respetando las diversas
culturas, un día habrá muestras de monte para admirar, porque sin
dudas, ellos son los que mejor las conservan.
Desmontar
sus tierras, es un crimen de lesa humanidad. El desmonte debe
detenerse.
Termino
de escribir, con la buena noticia del fallo favorable para la
comunidad Lhaka Honhat, también de Salta. La Corte Interamericana de
Derechos Humanos ordenó que el Estado argentino y el estado
provincial de Salta lleven a cabo “acciones para el acceso al agua
y a la alimentación, para la recuperación de recursos forestales y
para la recuperación de la cultura indígena”. Una gran noticia
para un reclamo entre cientos.
Aún
así, para los indígenas las cosas no cambian de la noche a la
mañana. En El Impenetrable, la Guardia Indígena Whasek, denuncia
que en el paraje Tartagal, el cacique Mariano González junto con su
familia fueron violentamente golpeados y maltratados por parte de la
Policía de la Provincia de Chaco. No les llega ayuda pero la
cuarentena es excusa para ensañarse más en su persecución y
tortura.
Es
necesario recuperar la solidaridad y la empatía, la esperanza que el
monte precisa para poder sobrevivir.
Noemí Cruz, coordinadora de campañas de Greenpeace Argentina.
Fuente:
Noemí Cruz, El coronavirus para los wichi: bosques destruidos y su tierra diezmada, 24 abril 2020, Greenpeace Argentina. Consultado 24 abril 2020.
No hay comentarios:
Publicar un comentario