Me llamo Miguel
Barreda, como el odontólogo que mató a la mujer, a la suegra y a la
hija…así se presenta este ingeniero agrónomo, quien se apresura a
decir: Soy nacido, criado y mal criado en Cruz del Eje,
autodefiniéndose entre sonrisas.
Miguel Barreda
cuenta que tuvo la suerte de ir a una escuela agropecuaria y luego
estudiar Agronomía en Córdoba.
La Facultad
primero y la Universidad después se descuidaron y así obtuve el
título, por eso soy ingeniero agrónomo.
En grandes
términos, mi formación no coincide con la formación académica de
la agronomía tradicional y eso me trae muchos problemas. Trabajo en
el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
Mi vieja era
maestra y mi viejo tenía campos por ahí. Mi abuela era criadora de
cabras en el llano de La Rioja, cerca de El Chacho y mis vacaciones
durante la infancia siempre las pasaba ahí. Fueron tiempos muy
felices y aprendí mucho con esa vieja, dice Barreda, apodado como el
Mumi por quienes lo conocen.
El agrónomo
explica que durante mucho tiempo, atravesé una carrera buscando
explicaciones teóricas y filosóficas a los planteos que luego supe
eran racionalidades campesinas. Era una mellange interesante porque
mi viejo curaba los parásitos de palabra aunque yo sabía que
existían los antiparasitarios, así que a ese sapo me lo tuve que
comer. Se trata de cosas que van y vuelven respecto de cómo mirar la
realidad y creo que es una fortaleza a mis 42 años. En algún
momento, me puso en crisis y terminé defenestrando un pensamiento
para imponer el otro y viceversa, como cuando uno no encuentra la
respuesta que quisiera encontrar o que predice que va a encontrar.
Trabajo en el
INTA en un programa muy interesante, al menos para mí, que se llama
Pro-Huerta que si bien -en los papeles o en los hechos- tiene como
puerta de entrada una bolsa de semillas hortícolas para la
producción de verduras, detrás de eso hay un cúmulo de
concepciones de desarrollo, de permisos para entrar en zonas, en
instituciones, en distintos espacios. Es una experiencia demasiado
rica como para mirar sólo el paquete de semillas. Esto, también
suma a la generación de conocimientos que uno va adquiriendo sin
quererlo.
Yo no me propongo
aprender cosas que escapan a mi entorno y sin embargo, las aprendo y
así ha sido toda mi vida.
Me recibí a los
27 años, continúa diciendo Barreda, pero hacía 10 que andaba
molestando en la cátedra de Manejo de Agro Sistemas Marginales de la
Facultad de Ciencias Agropecuarias, mucho antes de recibirme, estuve
10 años en la Facultad por trabajo y por militancia, porque en esto
de las racionalidades de las que hablamos hay un factor social muy
preponderante.
Cuento todo esto
porque lo creo muy importante a la hora de definir qué hago, creo
mucho en las cuestiones de sumatorias de sinergias y, en el INTA, se
generó un espacio muy interesante.
En una de las
definiciones que tuvimos en el proyecto y -por afinidades con la
gente de las organizaciones- la discusión pasa por la de los
condicionantes estructurales para la producción y la vida humana en
distintos ámbitos ecosistémicos. Condiciones estructurales que
hablan de la tierra, del agua, de la educación y de la salud.
Esas condiciones
estructurales se ven plasmadas en un proyecto que tal vez sea muy
ambicioso pero llevamos el segundo año y vamos a ver si sumamos el
tercero y es increíble porque cuando uno piensa que es loco y los
otros se dan cuenta de eso, quiere decir que hay otros locos que
piensan lo mismo que uno. Entonces, cuando se empiezan a encontrar
las prácticas de los locos, generan muchas potencias.
Me gusta charlar
con la gente y como me gusta, me resulta fácil generar espacios de
tareas, planificar cosas y generar productos que en algunos casos le
sirven al proyecto que coordino. En otros, trabajo de onda y me
encanta hacer cosas que le sirvan a alguien, afirma el funcionario
del INTA.
La soberanía
alimentaria
Miguel Barreda
coordina el Proyecto de Apoyo Institucional para el Acceso Y Uso de
la Tierra con fines de Seguridad y Soberanía Alimentaria y Uso
Sustentable de los Recursos.
Un proyecto
específico que forma parte de un plan integrado de inclusión social
que tiene el PROHUERTA del INTA. Al respecto, Barreda explica que
creemos, con mucha fuerza, que la soberanía alimentaria tiene
lineamientos culturalmente adecuados para gente de distintos
lugares. En este marco de trabajo, el INTA, me ha dado algunas
posibilidades de relacionarme con cosas tan lejanas como puede ser el
ordenamiento territorial de la Calera y del área del Tercer Cuerpo
de Ejército.
Me pareció muy
interesante el punto de partida en el análisis de la historia y
también la proyección de usos de esos terrenos y, es por eso, que
me interesó apoyar esto.
El rol del Aula
Abierta de Montaña y del Grupo EsCalera es válido y es por eso que
me asocio a esta intencionalidad de rescatar un gran sector verde
para una gran megalópolis como Córdoba, generando un espacio
interesante que no sea solo una cuestión inmobiliaria de venta de
paisajes. Creo que eso es lo que me motivó a juntarme, de vez en
cuando, con esta gente a comer unas empanadas.
- ¿A qué se
refiere el concepto de Racionalidades Campesinas?
M.B: Trata de
explicar la parada filosófica en la toma de decisiones de un tipo de
habitante y de productor en una zona determinada con relación a la
naturaleza, a los recursos, a la mano de obra, a su familia y a los
afectos. Esto es tan subestimado que muchos ni siquiera lo tienen en
cuenta.
La racionalidad
que existe hoy es la empresarial. A lo sumo, se piensa en una
racionalidad de la agricultura familiar, eso es lo más interesante
que imaginan, pero cuando usas la palabra campesino ya tiene
connotaciones, historia, formas, matices, recursos, zonas y maneras.
La racionalidad campesina explica esta relación entre hombre-sociedad-naturaleza, en la relación con los recursos y eso aporta
para entender algunas cosas, no todas. Como decía recién son,
eslabones de respuestas que -más allá de ser una respuesta en sí
misma- generan más preguntas. La racionalidad campesina es eso.
Explicar porque este año no va a generar una siembra la chacra y no
porque no llueva ni porque no haga falta, sino porque estuvo muy
enfermo uno de los hijos y prefirió cuidar a los animales -una
salida menos riesgosa de un producto casi seguro- mientras que la
chacra puede ser más errática y demanda mucha mano de obra.
La filosofía del
cangrejo rengo
- ¿Qué es el
Ordenamiento Territorial?
M.B: El término
Ordenamiento me suena muy rígido y cuando hablamos de territorio
siempre cae en la cabeza la cuestión geográfica y la cuestión
territorial es mucho más amplia que eso. Sí, podemos definirla de
otra manera y partir de una planificación de áreas y de relaciones
con los recursos. Digo que es planificación porque es dinámica: uno
planifica, vuelve a planificar, evalúa y proyecta permanentemente.
El reordenamiento
es algo más rígido, que puede parecer más dinámico pero a ojos
vista te da la sensación que ya está, que tiene que ser así.
Esta es una
sensación personal, puedo estar equivocado -si hay algo que uno no
sabe es de epistemología- y la cuestión del territorio avanza sobre
muchas otras cosas.
- ¿En la
provincia de Córdoba, han contemplado estos aspectos para la
planificación de los territorios?
No han sido
tenidos en cuenta en nuestra provincia y en situaciones como la de La
Calera, la racionalidad campesina, anteriormente, no fue valorada,
otras racionalidades mucho más fuertes se imponen.
En la región
donde vivo, la cuestión campesina está en discusión
permanentemente y es bueno que así sea.
Llega un momento
en que uno reniega de ese término porque se debate en la filosofía
de la renguera de los cangrejos y no está resolviendo,
políticamente, las cuestión de la calidad humana, del derecho
humano de esa persona, entonces, con el tiempo que lleva definir
esto, uno se pone muy impaciente, sobre todo si es muy ansioso y
reniega de estas discusiones deterministas.
Lo real es que
hay campesinos, especialmente en el norte y noroeste de la provincia
donde trabajo, que no contratan mano de obra, que articulan esta toma
de decisiones con respecto a los recursos naturales con su
disponibilidad de recursos -sean hídricos, de capital, de mano de
trabajo, de tiempo, de proyección a corto, mediano y largo plazo- y
que de una forma u otra establecen y conservan límites a la pérdida
de los recursos naturales.
Esa forma no fue
tenida en cuenta y, en la provincia de Córdoba, hay muchas familias
que son así y quizás otras no pero están dentro de la misma
racionalidad porque una persona que se vuelve de la ciudad, que
estuvo trabajando y viviendo en la urbe, te dice me vuelvo al campo
porque quiero levantarme, comer gallinas o caminar y plantar árboles;
me quiero sentar a cocinar alimentos que comen en la zona y sí ,
capaz que tenga una radio AM o FM y hasta quizás tenga un celular.
Pero lo real es que voy a trabajar en lo mío, trabajaré yo, voy a
hacer mi huerta y voy a compartir con un montón de vecinos algunas
acciones. Eso es casi un pensamiento campesino.
A pesar de la
formación y preformación que tuvo en la ciudad y el formateo urbano
de la vestimenta, hábitos y todo eso, esa gente piensa como
campesino y no lo sabe, reniega de ser campesino, no lo quiere ser
porque pareciera que el campesino está relacionado con un atraso
cultural y para mí está claro que es la evolución.
De allí, se
desprende -por más que escupan para arriba los empresarios y todo el
marco de desarrollo capitalista- que parten de la evolución de los
pueblos originarios a la vida campesina, porque la actual proyección
de una empresa agropecuaria no es ni más ni menos que la
especialización de una de las miles de formas de diversificación
productiva que tiene un campesino.
Está bien, si me
escuchara un técnico no estaría de acuerdo pero hoy, un buen
productor de maíz copia -de la vida campesina- las primeras pautas
de manejo que hoy están en Internet y figuran en apuntes muy bonitos
pero los que sabían producir maíz no eran estos pooles de siembra.
Ellos adaptaron
las formas y los modos a esta expresión empresarial, a la gran
agricultura pero la base del conocimiento no nació de ellos y por
más que lo discutan, es así.
En un momento de
nuestra historia, no quedaban más caballos criollos porque los
picantes de los empresarios, después del año 1900, los habían
cambiado por los alazanes ingleses y árabes. Los únicos que habían
conservado ese germoplasma eran los pueblos originarios y los gauchos
que vivían como campesinos. Esos caballos eran muy buenos para el
trabajo porque no se cansaban, comían poco, eran más rústicos y no
se enfermaban. Hoy, los criadores de caballos criollos tienen unos
sombreros muy lindos pero la forma, el hábito y el germoplasma
mismo, salió de allí.
Por eso digo que
la producción campesina es una evolución, comparada con estas
pseudo-producciones que vemos, esta cuestión extensiva con objetivos
meramente financieros, de plataformas de producción en las que ni
siquiera los capitales son locales.
Lo que está
pasando es una cosa muy loca porque la tecnología es importada, por
más que nosotros la reproduzcamos muy bien. Es decir, nos piden
prestado el patio de la casa para hacer lo que les hace falta a
otros. A la sazón, el marco de salida para esto es la producción
campesina.
El Estado, que
recoja el guante...
- ¿Se ha puesto
de moda el Ordenamiento Territorial?
M.B: Marcelo
Sibi dice que la Argentina ya expresó totalmente su territorialidad
geográfica, no hay un solo pedacito del país -salvando alguna zona
de la cordillera o del Delta- que no esté censada y
territorializada, marcada con alambre, con límites y hay gente que
utiliza este término fashion del Ordenamiento Territorial porque
tiene la necesidad de esclarecer roles del uso del suelo y en esos
roles del uso del suelo -no seamos ingenuos- mandan los marcos
financieros.
Todo el
Ordenamiento Territorial, por más participativo que lo queramos
hacer- y por más que nos quisiéramos alejar de la valorización
capitalista- está marcado por eso, es una expresión del
capitalismo.
Pero si nosotros
la dejamos pasar y no participamos de esto, va a llegar un momento en
que no vamos a estar en el territorio, no nos van a tener en cuenta
en el Ordenamiento.
Esto es como lo
que sucede con los negros y las pelotas, vos le das a un negro una
pelota -de básquet o de fútbol- y te infla. A la segunda
generación, no le ganas nunca más…con nosotros pasa lo mismo, nos
dan herramientas que generan expresiones intelectuales de países más
desarrollados que necesitan de estas cuestiones, nos tiran esas
ideas, las tomamos y hacemos de eso una herramienta de construcción
social.
A estos sudacas
nos gusta salir a hacer una marcha, un taller, una reunión, un foro
y juntar firmas.
En otros países
se manifiestan desde la Legislatura, desde una cuestión más dura
mientras que para nosotros la expresión social pasa por otro lado,
los niveles de representatividad para nosotros no existen, entonces,
vamos todos a pedir por lo mismo y esas son herramientas interesantes
a la hora de la construcción social, de la toma de conciencia de los
compromisos… y nos gusta. Es uno de los perfiles de la sociedad
argentina y creo que nos moriríamos si no pudiésemos expresarnos.
¿Esta
construcción social -a partir de esta necesidad de participar- viene
obligada por la ausencia de políticas del Estado?
M.B: No, esa es
la forma de hacer política del Estado.
Nosotros tenemos
que hacer la política y que el Estado recoja el guante y saque una
ley y diga vamos a hacer una ley de ordenamiento territorial. En
cuanto a los gobiernos, soy muy escéptico porque todavía veo en mi
sociedad la posibilidad -más que la necesidad- de expresarnos y de
fortalecer la toma de decisiones. Si perdemos ese marco no nos
quedará otra cosa que creer en los gobiernos y resignarnos, por
sobre todo, a esos gobiernos. Pero mientras podamos desarrollar
cuestiones que avancen sobre la toma de decisiones, siempre va a ser
bueno.
¿Esta
ineficiencia de los funcionarios -advenidos y actuales- que no
están capacitados para ocupar lugares que administran lo público,
esta inoperancia o política deliberada a favor de los intereses más
poderosos hace que el resto de los sectores sociales entren en la
puja por el territorio?
M.B: Los sectores
están organizados y en puja por el territorio. Siempre lo
estuvieron, definiendo el territorio que es algo tan grande como el
espacio geográfico.
La lucha
ideológica existe desde que pensamos y vuelvo a repetir que está
bien. El conflicto marxista dialéctico existe desde ese mismo
momento, entonces nosotros no nos podemos borrar.
En algún momento
nos relajamos, observamos cómo alguien toma ideas, banderas y
herramientas que fueron levantando los movimientos sociales para
llevarlos adelante y uno dice ¡Por fin apareció uno que nos prestó
atención!…no nos relajemos porque nos está pasando.
Pensamos que
determinados hombres del gobierno tienen una intencionalidad directa
hacia lo que nosotros queremos hacer y sí, lo hacen a medias pero
cuando bajamos la guardia no nos va bien.
Fuente:
Daniel Díaz Romero, Racionalidades campesinas, 09/10/16, Sala de Prensa Ambiental. Consultado 15/10/16.
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