Los indígenas de la región amazónica han recordado en
silencio durante cien años la humillación, el dolor y la muerte ocasionados a
inicios del siglo XX por la explotación del caucho.
por Arturo Wallace
Pero este 12 de octubre uitotos, boras, okainas y muinanes
conmemoraron públicamente la tragedia, convencidos de que un mejor futuro no
puede prescindir de las enseñanzas del pasado.
"El objetivo es revisar lo que pasó hace cien años y
convertir toda esa mala historia en cosas buenas para el beneficio de la nueva
generación", le dijo a BBC Mundo Jesús Teteye, taita (médico tradicional)
del pueblo bora, una de las tribus que estuvieron a punto de ser diezmadas por
los empresarios del caucho.
"Tenemos una historia tan grande, tan fuerte, tan
dolorosa… Pero los ancianos ya están cerrando parte de esa historia para, como
decimos por aquí, "abrir el nuevo canasto'", explicó por su parte
Raúl Teteye, rector del colegio indígena que ahora opera en la infame
"Casa Arana", en La
Chorrera , en el departamento colombiano de Amazonas.
La "Casa Arana" es el centro de la conmemoración,
que reúne a indígenas llegados de Perú y Brasil, así como representantes de la
comunidad internacional y del gobierno colombiano.
La edificación era, hace cien años, el principal centro de
acopio de caucho de la zona.
Y su propietaria, la peruano-británica Peruvian Amazon
Company, hizo su fortuna explotando brutalmente a los pueblos indígenas
amazónicos, mediante la amenaza, la tortura, la esclavitud y el asesinato.
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Habitantes originarios del Amazonas encadenados por los empresarios caucheros |
Genocidio
Los abusos de la cauchería fueron documentados en su momento
por el cónsul británico en Manaos, Roger Casement, el protagonista de la novela
de Mario Vargas Llosa "El sueño del celta".
Según su "Libro azul del Putumayo", publicado en
1912, para esa fecha más de 40.000 indígenas habían fallecido durante la
primera fiebre del caucho.
Y como resultado de las denuncias de Casement, la Peruvian Amazon
Company se desintegraría un año más tarde.
La "Casa Arana", sin embargo, continuaría operando
hasta 1932. Y los indígenas de la zona estiman en 100.000 el total de las vidas
perdidas por causa de los abusos de los empresarios del caucho.
"Fue un genocidio. Es algo que casi no se conoce en el
mundo afuera de Colombia, pero tiene una importancia tremenda y mucha
relevancia en asuntos de derechos humanos, medio ambiente, derechos indígenas,
inversión", le dijo a BBC Mundo el embajador del Reino Unido en Colombia,
John Dew, uno de los invitados al acto.
"Y es importante mostrar con mi presencia que los
tiempos han cambiado y que tenemos el mismo compromiso con los derechos humanos
hoy día que teníamos en la época de Casement", agregó el diplomático
británico.
Para Raúl Teteye, por su parte, la actividad también es una
oportunidad para que los gobiernos de Colombia, Perú, Brasil "y sobre todo
la Gran Bretaña ,
que fue la que financió parte del dinero con el que se hizo la empresa acá,
puedan hacer hacia el futuro enseñanza a sus jóvenes de como se degrada una
persona humana, de como un ser humano puede ser tan horrible para el ser humano
como lo fue en esa época de la
Casa Arana ".
"Estamos trabajando para tener esa esperanza hacia el
futuro", le dijo además a BBC Mundo.
"Pero sin desconocer nuestra historia tan dolorosa.
Sabiendo que, en cualquier momento, en otras partes o en este mismo lugar,
puede volver a suceder" agregó.
Disculpas
La ocasión también estuvo marcada por las disculpas que el
presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ofreció en nombre del estado
colombiano.
"A las comunidades de los pueblos Uitoto, Bora, Okaina,
Muinane, Andoque, Nonuya, Miraña, Yukuna y Matapí, a todos pido perdón por sus
muertos, por sus huérfanos, por sus víctimas", dijo el mandatario en un
mensaje enviado desde Bogotá.
"Estas comunidades nos han convocado a nombrarlos hoy,
a reconocerlos, a honrarlos, a reconstruir con ellos la memoria de esos hechos.
Sus hijos y sus nietos hoy nos convocan a pedir, en nombre del Estado
colombiano, perdón por su tragedia", dijo el presidente colombiano.
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La casa Arana en el Putumayo: lugar paradigmático del genocidio de los pueblos originarios del Amazonas
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Omarino y Ricudo: dos esclavos indígenas desaparecidos en
Londres
por Aída Prados
Fany Kuiru, activista indígena del Amazonas, ha hecho
recientemente un llamamiento público para que se reconozca el genocidio
indígena que tuvo lugar durante la primera "fiebre del caucho" entre
finales del siglo XIX y principios del siglo pasado.
La intención de esta activista es investigar qué ocurrió con
los dos esclavos indígenas, Omarino y Ricudo, que viajaron a Londres en 1911
junto a un cónsul británico para mostrar al mundo los crímenes que las
empresas, ciegas por la codicia, cometían contra los pueblos de la Amazonia durante la
primera fiebre del caucho que duró, aproximadamente, cincuenta años.
Para Kuiru, el descubrimiento del destino de los dos
indígenas ayudará a que "los espíritus de los antepasados descansen en
paz".
Fany Kuiru pertenece al pueblo indígena huitoto y es
originaria de La Chorrera ,
en el departamento de Amazonas colombiano. Éste fue uno de los lugares donde se
instalaron las empresas de caucho, uno de los recursos más explotados de la
selva amazónica.
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Fany Kuiru |
Kuiru es descendiente de los indígenas que vivían en la
selva amazónica y que acabaron siendo víctimas de estos empresarios que les
esclavizaban para satisfacer la demanda de recursos de Europa.
Este llamamiento forma parte de un proceso de reconstrucción
de la memoria histórica que Kuiru lidera desde 2003. "Hay una herida
abierta que no se ha sanado y la manera de hacerlo es reconocerlo públicamente
y pedir perdón. Así ha sido con otros genocidios".
¿Por qué ahora?
Cien años después del viaje de los dos esclavos indígenas a
Reino Unido, Fany Kuiru quiere recuperar su historia como símbolo para
recomponer la memoria del pueblo indígena.
La historia de Omarino y Ricudo se dio a conocer en 1911 en
el diario británico Daily News -que ya no existe- cuando viajaron al Reino
Unido con el cónsul británico Roger Casement, directamente desde la provincia
de Putumayo en la Amazonia.
Allí fue enviado un año antes Roger Casement, protagonista
además de la última novela de Mario Vargas Llosa "El sueño del
celta", por el Gobierno británico para investigar acerca de los abusos
cometidos a los esclavos indígenas durante la fiebre del caucho.
Omarino y Ricudo viajaron a Londres con el cónsul británico
para ser presentados en público y denunciar oficialmente los crímenes y la
brutal esclavitud a la que estaban sometidos estos pueblos para satisfacer la
gran demanda de caucho de Europa.
"Nos envían muy, muy dentro de la selva para conseguir
caucho, y si no lo conseguimos o no lo conseguimos los suficientemente rápido,
nos disparan", contó Omarino al Daily News.
Los dos esclavos indígenas representaban físicamente el
drama que estaba ocurriendo a miles de kilómetros de Reino Unido, donde se
calcula que murieron hasta 40.000 personas.
Según Survival International, organización que defiende los
derechos de los pueblos indígenas tribales, las últimas declaraciones que
hicieron Omarino y Ricudo fueron publicadas por el Daily News.
"Londres es maravilloso, pero el gran río y la selva
donde vuelan los pájaros, son más hermosos. Algún día volveremos", contó
Omarino. Tras estas palabras, no se volvió a saber de ellos.
Tampoco en las comunidades indígenas de la región los
recuerdan. "Nuestros ancianos ya están falleciendo y la cauchería se llevó
a cabo en un territorio muy grande", comenta Kuiru y añade, "además,
no se habla del tema públicamente. Las nuevas generaciones creemos que es
importante hablar de ello. A mí me ayuda mucho".
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Omarino y Ricudo, los niños perdidos del Amazonas |
La herencia de la fiebre del caucho
Stephen Corry, director de Survival International, indica que "la fiebre del caucho puede parecernos historia antigua, pero sus efectos aún se sienten".
Según Survival, existe relación entre Omarino y Ricudo, los dos esclavos huitoto que viajaron a Londres, y los pueblos indígenas que hoy en día permanecen aislados en la selva amazónica.
Se dice que éstos últimos son los descendientes directos de los que sufrieron la iniquidad de las empresas del caucho, que huyeron hasta las remotas cabeceras de los ríos para escapar de los asesinatos, las torturas y las epidemias que diezmaron a la población indígena.
Además, todavía se producen abusos sobre los derechos de los indígenas. Con motivo del Día Internacional de la ONU para los Pueblos Indígenas, Ban-Ki Moon declaró hace unos días que es imprescindible "comprometerse a acabar con los graves abusos que sufren los pueblos indígenas en muchas partes del mundo".
El Secretario de Naciones Unidas ha instado a los Estados Miembros a "ayudarlos a proteger, desarrollar y obtener compensación justa por su patrimonio cultural y sus conocimientos tradicionales que nos benefician a todos". Para Rebecca Spooner, de Survival International, sin embargo, esta compensación se traduce en algo más concreto.
El convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, es un instrumento jurídico internacional creado exclusivamente para la protección de los derechos de los pueblos indígenas, en especial los derechos sobre la tierra.
"En países como Perú y Bolivia ha sido ratificada pero raramente es aplicada", indica Rebecca Spooner y añade, "Nuestros ojos deben estar puestos en esa ley para que la discriminación no continúe".
Para Fany Kuiru, la activista huitoto, se trata de que "la humanidad tome conciencia de que estos hechos no se pueden repetir".
Fuentes:
Cien años después, la Amazonía recuerda uno de sus episodios más trágicos, BBC Mundo
Omarino y Ricudo: dos esclavos indígenas desaparecidos en Londres, 11/10/12, BBC Mundo.
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