Continuamos con el tema de la polución que produjo la catástrofe de Fukushima.
Por Juan Vernieri
El 11 de marzo de 2011 se produjo el terremoto y tsunami de Japón. Cuando detectaron las vibraciones, automáticamente se apagaron once reactores nucleares en cuatro plantas de energía.
El combustible nuclear requiere enfriamiento permanente; la planta de Fukushima Daiichi, disponía de generadores diésel de emergencia para alimentar las bombas de refrigerante, pero los generadores inundados por el tsunami no pudieron funcionar. Los escombros en caminos y calles impidieron el transporte rápido de otros generadores.
El agua de los núcleos comenzó a caer y los reactores se recalentaron. El vapor acumuló una presión impresionante que generó gas hidrógeno. La empresa informó “situación de emergencia” y, temiendo lo peor, el gobierno evacuó a miles de personas en una zona que rodeaba la planta de energía.
Con gran desesperación, la empresa ventiló el vapor liberando radiación. También inyectó agua de mar. Una explosión de hidrógeno atravesó el reactor número 3 y se quemó el almacenamiento de combustible, lo que provocó más radiación.
Diez años después, todavía se está tratando de entender qué fue lo que derivó en graves problemas tanto en salud como en reparación de daños.
Unos años antes del desastre, un político opositor hizo sonar la alarma y un reconocido sismólogo había advertido que grandes terremotos y tsunamis podrían azotar la costa.
Un terremoto de esa magnitud es considerado por la industria nuclear como un evento de baja probabilidad y altas consecuencias.
¡La corrupción mata!
La Agencia Japonesa de Seguridad Industrial y Nuclear admitió la escasa protección ante tal evento. Incluso había aceptado que se redujera un barranco natural para ahorrar dinero y construir la planta más baja, más cerca del nivel del mar.
Después del desastre, un panel de investigación descubrió que, en lugar de supervisar a la empresa, las agencias gubernamentales se habían confabulado con ella. “Al ignorar los riesgos, se acabó provocando el desastre nuclear de 2011”, sostuvo el panel.
La lluvia radiactiva incluyó muchos radioisótopos volátiles, de los cuales el cesio-137 implica la mayor contaminación a largo plazo. Permanece en el medio ambiente durante décadas.
Los expertos han pasado años tratando de identificar qué partículas se han liberado y en qué cantidades.
El enorme volumen de radiación llegó a América del Norte y Europa.
¿No es peligroso?
En este año será vertida al mar el agua contaminada utilizada para la refrigeración de los combustibles nucleares. Si bien el gobierno informa que no habrá peligro, el anuncio dividió a la sociedad nipona: aparecieron tanto partidarios como detractores del proyecto. Además, generó preocupación en Rusia, China, Corea del Sur, Corea del norte y otros países próximos.
El agua será tratada, pero contendrá tritio, un isótopo radiactivo, imposible de retirar, que según las autoridades es absolutamente seguro en concentración baja. “No hay preocupación de que el tritio tenga efectos nocivos para la salud”, “Esto ya se hace en todo el mundo”, declara la Agencia.
El agua no es en absoluto “neutra” y no hay garantía de que se hayan eliminado suficientemente otros radionucleidos, contiene el radioisótopo tritio, así como carbono-14.
La investigación del Instituto Oceanográfico Woods Hole registró que los niveles de radiación en el océano cerca de los reactores de Fukushima eran “50 millones de veces más altos que antes del accidente”, lo que representaba “una amenaza para la vida marina”.
Un estudio realizado en 2019 encontró que los niveles de radionúclidos en los peces de la costa de Fukushima fluctúan, pero no dejan de ser elevados. Se ha descubierto que el atún de California, por ejemplo, tiene cierto nivel de cesio radiactivo derivado del desastre.
Los niveles de radiación en alta mar han disminuido en los años posteriores, pero algunos de los reactores todavía presentan fugas.
En tierra, la limpieza tampoco ha sido sencilla. En 2013, la empresa dispuso desmantelar la planta de energía. El proceso se ha demorado; el cronograma para la extracción de combustible de uno de los estanques se ha pospuesto diez años. La limpieza de los tres reactores dañados sigue siendo muy peligrosa: los niveles de radiación son tan altos que gran parte del trabajo debe realizarse con robots.
Se siguen encontrando puntos fuertes de radiación a lo largo de todo el país. En 2019, se detectó en un complejo deportivo olímpico a casi 20 km de la planta de energía.
La lluvia concentra el cesio en los bosques, y esto podría representar una amenaza para la salud.
“Algunos sostienen que el nivel de radiactividad es bajo y que es seguro”. “Pero la pregunta es: ¿Qué se entiende por seguro?”
El peligro que genera una fuente de radiactividad varía según el tiempo que está expuesta una persona y de qué isótopos se trate. También influyen la genética, el estilo de vida y la edad.
Es difícil medir los efectos que las dosis bajas de radiación crónica tienen en la salud porque no se puede hablar de una sola causa al explicar aumentos de cáncer. Los riesgos de exposición se acumulan durante toda la vida y es difícil detectar cierto incremento de casos de cáncer por exposición a la radiación cuando el número de pacientes con cáncer suele ir en aumento.
Los efectos del accidente en la salud no solo se relacionan con la exposición a la radiación. Fueron mucho peor para la población que fue evacuada.
Los impactos en la salud mental han sido tan grandes, que la Organización Mundial de la Salud publicó un informe en 2020 para que podamos prepararnos y sepamos cómo responder ante una emergencia nuclear.
(Fuente: National Geographic)
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