En las dos últimas notas empezamos a divulgar la polución que produjo la catástrofe japonesa. Hoy continuamos con el tema.
Por Juan Vernieri
Si en pleno 2023, desde barcos se arrojaran residuos radiactivos al mar, habría una enorme reacción social. Sin embargo, Japón planea arrojar al Pacífico el líquido radiactivo utilizado para enfriar los reactores de Fukushima destruidos tras el terremoto del 2011, y no se aprecia una reacción similar, a pesar de que es claro, los animales marinos contaminados terminarán atrapados en las redes de pesca y el envenenamiento llegará a nuestros platos.
En febrero de 1994 se acordó prohibir el vertido sistemático de residuos radiactivos al mar. No obstante, desde entonces, las plantas de reprocesamiento de combustibles gastados de Sellafield en el Reino Unido y La Hague en Francia, arrojan por cañerías residuos radiactivos líquidos al mar de Irlanda y al Canal de la Mancha, respectivamente.
Más de 1,3 millones de toneladas de agua procesada, que fuera utilizada para enfriar los reactores de destruidos tras el terremoto y tsunami de 2011, están depositadas actualmente en las inmediaciones de la central y la capacidad para su almacenamiento se va agotando, lo cual provocó la decisión japonesa de lanzar esa agua al mar. Tal determinación anunciada provoca tensiones con sus vecinos.
Ese líquido radiactivo será lanzado al océano y se sumaría a la contaminación extrema que el desastre nuclear causó en la costa de Fukushima. Tras el fuerte sismo, el agua radiactiva fluía “directamente al mar, en cantidades que nunca antes habíamos visto en el mundo marino”, dijo a DW Sabine Charmasson, del Instituto Francés de Protección Radiológica y Seguridad Nuclear (IRSN).
Los niveles de radiación en el mar de Fukushima eran millones veces más altos que lo permitido. Hasta hoy se pueden detectar sustancias radiactivas en las costas de Japón y otras partes del Pacífico. Incluso se ha medido en la costa oeste de Estados Unidos, aunque en cantidades “muy por debajo de los niveles nocivos establecidos por la Organización Mundial de la Salud”, según Vincent Rossi, oceanógrafo francés del Instituto de Oceanografía del Mediterráneo (MIO).
Pero eso no significa que no haya riesgo: una pequeña cantidad de radiación que ingresa al cuerpo humano es suficiente para dañar una célula que, eventualmente, se convertirá en una célula cancerosa. Y ese riesgo está creciendo. La contaminación radiactiva en el océano viene aumentando en todo el mundo desde hace décadas.
Países vecinos de Japón, como China y Corea del Sur, y asociaciones ecologistas como Greenpeace, mostraron su preocupación por las implicaciones medioambientales del vertido e hicieron un llamamiento a Tokio para que reconsidere su decisión, que no cuenta con el visto bueno de las autoridades locales ni los pescadores de la zona.
Esta controvertida medida, sobre la que Japón lleva deliberando años, está principalmente destinada a resolver el problema de la acumulación de agua radiactiva en las instalaciones de la central destruida, una de las cuestiones más acuciantes dentro del complejo proceso de desmantelamiento de la planta. No es ajeno a lo resuelto el costo económico de mantener por años el agua depositada.
Varias organizaciones antinucleares realizaron manifestaciones frente a la oficina del primer ministro en Tokio para protestar por la decisión, en tanto que los pescadores manifestaron su enfado y frustración por el temor que se echen por tierra años de trabajo para restablecer su reputación y su actividad. “Si (esa agua) se vierte al mar, más jóvenes no verán futuro en la industria y la pesca disminuirá”, estimó Katsuo Watanabe, un pescador de Iwaki de 82 años, a la agencia de noticias Kyodo.
“La decisión de verter el agua contaminada en el océano dejará grandes problemas para el futuro”, dado que algunos de los isótopos radiactivos que contiene “tienen una vida útil de miles y decenas de miles de años”, señaló en un comunicado la organización ecologista Greenpeace.
Corea del Sur, lamentó la decisión e instó a Japón a ser transparente sobre el tratamiento del agua antes de desecharla “para certificar la seguridad de nuestra población y prevenir daños al medio marino”, expresó en rueda de prensa Koo Yoon-cheol, director de la oficina de coordinación política del Ejecutivo surcoreano.
“El océano es una propiedad compartida de la humanidad. El vertido de agua residual radiactiva no es solo un asunto nacional”, indicó en un comunicado el Ministerio de Asuntos Exteriores de China, que prometió hacer un seguimiento de la situación y reservarse “el derecho de realizar otras respuestas”. Estos países son dos de los quince que a mediados del año pasado continuaban imponiendo restricciones a la importación de productos de la zona de Fukushima.
Más de un centenar de personas se manifestaron ante el Kantei, la residencia oficial del Primer Ministro Suga en Tokio, llevando pancartas con eslóganes contra la decisión
El líquido es tratado con un sistema de procesamiento que elimina la mayoría de los materiales radiactivos considerados peligrosos, a excepción del tritio, un isótopo presente en la naturaleza, aunque en baja concentración.
(Infobae con información de AFP y EFE)
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