Bolsas de tierra contaminada apiladas ordenadamente en un campo de Fukushima. Foto: Maxime Polleri. |
La afectación del ambiente por la energía nuclear se produce tanto en su uso pacífico como en el uso bélico y también por los accidentes. Ambos usos y los accidentes generan residuos nucleares de alta actividad, una de las más importantes causas de la contaminación. El problema es que, además de ser los residuos multiplicadores de riesgo de accidente nuclear grave, no se sabe qué hacer con ellos. Hasta el día de hoy, no hay una solución cierta, segura y definitiva. Durante décadas se han invertido fortunas en busca de esa solución y… ¡Nada!
Por Juan Vernieri
En esta nota nos referiremos a la contaminación derivada del desastre japonés. En próximas veremos otros accidentes y también cómo contaminan los usos pacífico y bélico.
El 11 de marzo de 2011 comenzó la conocida catástrofe de Fukushima que, casi 12 años después, sigue marcando una huella de desolación.
Ese día el país sufrió el terremoto más fuerte de su historia, y ese fue solo el inicio de una triple tragedia.
Un sismo de magnitud 9, con epicentro a 130 km de la costa de la ciudad de Sendai, sacudió la isla durante 3 minutos. El terremoto desató un tsunami de 15 metros de altura, que inundó extensas zonas y embistió la planta de energía nuclear Fukushima Daiichi.
El terremoto causó devastación en la costa este de Japón y la planta nuclear se convirtió en una bomba de tiempo.
El agua del mar inundó los generadores que mantenían la planta refrigerada y con ello dejaron de funcionar. Esto causó que los reactores se sobrecalentaran y se produjeran tres fuertes explosiones.
Entre otros daños, el tsunami agrietó una de las piscinas de enfriamiento permitiendo que el agua radiactiva de la piscina se escurriera al mar.
Las personas que vivían en un radio de 20 km alrededor de la planta se vieron obligadas a abandonar sus hogares y huir del material radiactivo que se liberó.
En el primer año tras la explosión, más de 160.000 personas abandonaron sus hogares. Hoy, unas 40.000 no han regresado.
Los lugares que abandonaron se volvieron pueblos fantasmas, creando un paisaje desconcertante.
En algunos lugares solitarios el tiempo parece detenido. En otros, en medio de las construcciones ruinosas, la vegetación y los animales salvajes, contaminados de radiación, han regresado a lugares de donde habían sido expulsados por los humanos.
Hoy el gobierno de Japón mantiene un área de 360 km² donde a las personas no se les permite regresar debido al riesgo que representa la radiación. A esta vasta extensión se le conoce como la “zona de difícil retorno”.
Durante estos años el gobierno ha trabajado en limpiar el suelo tóxico en las áreas afectadas, haciendo rellenos o almacenándolos en miles de bolsas negras alrededor del área de Fukushima.
También ha utilizado más de un millón de toneladas de agua para limpiar y enfriar los reactores derretidos.
Las autoridades indican que los niveles de radiación en varias zonas de Fukushima son bajos y representan poco riesgo.
Otras organizaciones, sin embargo, mantienen que la realidad es distinta. Un reporte publicado por Greenpeace sostiene que, de acuerdo a sus mediciones, en algunas zonas los niveles de radiación permanecen por encima de los permitidos por el gobierno, incluso en áreas que ya se han habilitado para la vida humana.
La desconfianza en el gobierno y el miedo a la radiación, entre otros motivos, han dificultado que más personas regresen. Pueblos, que solían ser lugares apacibles, ahora son sitios donde se almacenan desechos radiactivos.
Cuando los humanos abandonaron Fukushima, animales como perros salvajes, mapaches, zorros, macacos y jabalíes han vivido a sus anchas en zonas que antes de la evacuación estaban habitadas por personas. En oportunidades, esos animales invaden granjas y resultan peligrosos.
Además, como es el caso de los jabalíes, que se cuentan por miles, se han estado alimentando de plantas y pequeños animales contaminados de cesio producto de la radiación. Los jabalíes están contaminados por los materiales radioactivos. Los habitantes de la zona saben que no deben comer esos jabalíes, pero aun así, algunos lo hacen.
“Es la naturaleza humana”, dice el investigador Brown. “Somos humanos”.
El proceso total de descontaminación de la planta de Fukushima puede tomar décadas, entre 30 y 50 años.
Mientras el gobierno continúa sus esfuerzos por revitalizar la región y convencer a que más personas regresen a las áreas que han ido habilitando dentro de la zona de difícil retorno, también enfrenta el reto de recuperar la confianza de los japoneses en la energía nuclear.
El gobierno y las empresas de servicios públicos siguen diciendo que la energía nuclear es la fuente de energía más barata, pero la gente ya no confía en ella. Es imposible pensar que la energía nuclear es la más barata, si se incluye al costo del desmantelamiento, el costo del desastre.
Lo más importante de esta tragedia es tener claro que esto no fue un desastre natural, sino un desastre provocado por el hombre.
(FUENTE: BBC News Mundo)
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