martes, 26 de febrero de 2019

A donde no llega la ayuda oficial: tres relatos sobre las inundaciones en Salta

En la zona norte de la capital salteña hay lugares a donde nadie llega. Les responden que por vivir en asentamientos no están registrados.

por Iván Rodriguez

Cerca de la medianoche una intensa lluvia trajo alivio para algunos luego de una intensa jornada de calor. Pero los que la padecieron fueron principalmente los vecinos de la zona norte de la ciudad.

La información oficial se centró en los evacuados de los barrios Unión y 1° de Mayo, aunque hay algunos a quienes no les llega ni la ayuda de los organismos encargados de la misma.

Esto es lo que sucede cada vez que llueve en el barrio 17 de octubre, sobre todo en la zona de los asentamientos colindantes con la planta de tratamiento de líquidos cloacales.

A lo insalubre que es vivir tan cerca de esta planta se suma el hecho de que sus casas estén en un lugar de difícil acceso y a donde pocos pueden llegar.

Después de la lluvia las calles son imposibles. Ningún vehículo, por más todo terreno que fuera, podría avanzar con éxito por ese río de piedras y barro que dejó la tormenta.

El agua los volvió a dejar aislados y ninguna ayuda les llega. Lo poco que se les reparte desde los organismos gubernamentales queda en las primeras cuadras del enorme barrio y ni las sobras pueden tomar los vecinos del asentamiento 17 de octubre.

Anoche a las 23:30 el miedo y la desesperación se colaron en las casas de los vecinos. Algunos dormían y otros ya se habían preparado para entablar otra batalla contra las torrenciales aguas que arrasan con las pertenencias que no les sobran.

Miriam Llanes y su esposo construyeron pequeñas defensas en la puerta de su casa para evitar las inundaciones pero no hubo forma de detener la furia de la tormenta. A los pocos minutos ya tenía cuarenta centímetros de agua dentro de su casa. Las marcas quedaron por mucho más tiempo.

Sus hijos, acostumbrados a padecer con cada lluvia según cuenta Miriam, ya sabían que tenían que subirse a la mesa para no mojarse. En ese mismo mueble pusieron un pequeño freezer y de tanto peso comenzó a romperse.

Fátima Vilte vive con su marido y cuatro hijos. Uno de ellos fue quien notó que entraba agua a la casa y desesperado despertó a su mamá: “hay mucha agua”, repetía alarmado según el relato de la mujer.

Hay empezó para ella y su familia una noche larguísima que concluyó a las 5 de la madrugada cuando la lluvia ya había cedido y pudieron poner las cosas medianamente en orden.

A las 1 de la madrugada, María Mercedes Yugra notó que las precarias defensas que puso en la entrada y en las paredes de su casa comenzaron a ceder. El agua no solo ingresaba por el suelo sino también por los techos.

Fue su hijo mayor quien ingresó a la habitación de la mujer porque su pieza se estaba inundando. El colchón en que dormía quedó arruinado por el agua.

Para María Mercedes cada lluvia implica también perder ropa que vende en ferias debido a que las guarda en un pequeño espacio que dispuso para el guardado de las prendas y que no siempre llega a tapar con plástico, única manera de salvar esta ropa de las lluvias.

Había agua por todos lados”, cuenta Miriam quien trabaja de costurera y haciendo piezas de cotillón. A su casa llegaron efectivos policiales luego de que terminó la lluvia, al igual que a varias viviendas de la zona.

Pero según cuenta la mujer los vecinos se rehúsan a abandonar sus hogares por miedo a perder las pocas pertenencias que tienen. Y si les piden que dejen que se lleven a sus chicos la respuesta también es negativa, ya que al estar lejos de sus padres podrían estar peor.

A las 3 de la madrugada recién pudo terminar de sacar la mayor parte del agua de su casa, pero no fue hasta el mediodía que junto a su marido terminaron de secar la mayor parte de las divisiones de su vivienda. Sus dos hijos menores seguían arriba de una silla para no mojarse los pies.

Es que al procurar que los hijos no se enfermen, la preocupación por el calzado pasa a segundo plano y muchas veces el agua se lo lleva o en el mejor de los casos queda mojado por varias horas.

Lo mismo le ocurrió a Fátima, quien hace solo meses tuvo al menor de sus hijos. El pequeño padece una enfermedad coronaria y debe ser operado “cuando suba un poco de peso”, según contó la mujer.

Este mismo defecto en canal auriculoventricular (canal AV) tuvo otro de sus hijos, que ahora tiene siete años y hace cinco fue operado. A pesar de su corta edad sabe que cada vez que llueve, él y sus tres hermanos deben subirse arriba de la mesa para no mojarse.

Una vez que cesó la lluvia comenzó el viento. Ráfagas potentes comenzaron a sacudir los techos e hicieron que la noche sea aún más larga para quienes la padecieron.

Estas lluvias dan miedo”, expresa María Mercedes y cuenta que anoche “no se veía nada” y que hizo lo que pudo para sacar el agua que se le metía dentro de la casa.

Al otro día cada vecino se las debe arreglar para prepararse para otra batalla contra la furia de la naturaleza mientras tratan de ayudarse mutuamente.

A lo lejos ven que una máquina niveladora pasa por algunas calles del barrio, pero no llega a donde ellos están. “Ustedes son un asentamiento y no están registrados”, obtienen como respuesta. Las cifras oficiales no los cuentan.

Fuente:
Iván Rodriguez, A donde no llega la ayuda oficial: tres relatos sobre las inundaciones en Salta, 25/02/19, La Gaceta de Salta.

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