Por Emilio Godoy
BOGOTÁ - Las inundaciones de 2010 y 2011 en la sabana de la capital de Colombia pusieron sobre aviso a las autoridades de los riesgos de no rehabilitar la cuenca del río Bogotá, el más importante del centro del país.
Por ello la Corporación Autónoma Regional (CAR) de Cundinamarca, el departamento donde se ubica la capital colombiana, encabezó una iniciativa de saneamiento de la cuenca.
También por la obligación de cumplir una sentencia de 2014 del Consejo de Estado, que opera como tribunal supremo de lo contencioso y que ordenó el diseño y la ejecución de un programa para descontaminar el río y evitar más polución.
El proyecto comenzó en el mismo 2014, explicó a IPS un miembro del equipo de apoyo a la iniciativa, Rodrigo Gutiérrez, durante un recorrido por el cauce fluvial.
“El objetivo del proyecto es transformar el río Bogotá, mediante la mejora de la calidad del agua, la reducción de riesgos por inundación, la creación de áreas multifuncionales y la recuperación ambiental de dicho recurso hídrico como un activo para la región y Bogotá”, dijo el asesor de la CAR departamental.
El funcionario resaltó que los ríos tienen memoria, lo que ayuda a la limpieza. El rescate conlleva la adecuación hidrológica mediante la construcción de terrazas y el relleno de la orilla, para que el agua siga su curso sin obstáculos.
El río, uno de los más contaminados del mundo, nace en el páramo de Guacheneque, en el municipio de Villapinzón, al noreste de Bogotá, en el mismo departamento central de Cundinamarca. Y tras recorrer 380 kilómetros, desemboca en el río Magdalena, considerado la mayor arteria fluvial del país y cuyas aguas terminan en el mar Caribe, al norte colombiano.
Ese páramo es un ecosistema seco, poblado por arbustos y matorrales y situado a más de 3000 metros sobre el nivel del mar.
Los ríos Tunjuelo, Salitre, Torca y Fucha alimentan al Bogotá, que recibe las descargas de aguas residuales e industriales, así como basura de la ciudad y su zona metropolitana, que suman unos 11 millones de habitantes, en una cuenca con 46 municipios.
En la entrada al embarcadero de la lancha para el recorrido por el río, la corriente fluye impertérrita al tráfico ruidoso e intenso de la Calle 80, en el noroeste de Bogotá.
Más adelante, se hacen visibles en sus aguas jorobas de residuos provenientes de las industrias mineras, de cuero y de las poblaciones de la urbe y sus municipios aledaños, lo que genera la presencia de metales pesados, como plomo, cadmio y mercurio.
Como un señor Hyde y un doctor Jekyll hídricos, el río tiene dos personalidades. Una navegable y limpia, y la otra, sucia. Edificios residenciales, casas, sembradíos, bodegas y hasta una sede de conciertos se suceden, mientras puentes mudos observan el paso del agua.
Es un recurso que se destina al consumo humano, la siembra de legumbres y vegetales, así como la generación eléctrica en la central hidroeléctrica de Muña, propiedad de la filial local de la transnacional italiana Enel y que funciona desde 1951 con una capacidad de generación de más de 1000 megavatios. Su embalse cubre 900 hectáreas y genera energía para unos 1,6 millones de hogares.
Gracias a la iniciativa ya se retiraron 12 millones de metros cúbicos de sedimentos, residuos y basura, como parte del “Magaproyecto río Bogotá”, su nombre oficial, que concluirá en 2050 y sobre el que no hay una cifra total de la inversión porque se va determinando según partidas asignadas anualmente y el respaldo de instituciones multilaterales con créditos en algunas de sus fases.
Además, ya se plantaron más de 85 000 árboles en la cuenca media y se planea la siembra de 91 000 más en la cuenca alta. Para impedir el desbordamiento y que cuente con mayor capacidad para el caudal, amplió el cauce a lo largo de 111 kilómetros, mediante la instalación de diques de pasto, conocidos localmente comojarillones.
Así, el transporte de agua pasó de 100 a 200 metros cúbicos por segundo (m3/s) a lo largo de 69 kilómetros en su cuenca media y de 80 a 130 m3/s en 42 kilómetros de la cuenca alta. La CAR, que posee cinco lanchas de monitoreo, draga la zona cada cinco años, con la expectativa de una recuperación completa del curso fluvial en 2025.
“Tenemos una visión de espaldas al río. Necesitamos que la gente conozca y reconozca su importancia. Significa mejorar la calidad de vida de la gente” de la zona, resaltó a IPS el académico Gabriel Anzola, de la pública Universidad Distrital Francisco José de Caldas, mientras acompañaba a un grupo de estudiantes en un recorrido por el río.
A pesar de su situación ambiental, unas 30 aves de bosque y acuáticas viven en el ecosistema, según un estudio de la privada Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales.
Tropiezos
Como la lucha de otras ciudades con ríos urbanos, la solución pasa por disminuir el volumen de materiales que llegan al agua y la capacidad de tratamiento de los desechos líquidos.
En esa dirección, en la zona funciona desde 2000 la planta de tratamiento de aguas residuales Salitre, con capacidad para limpiar 4,3 m3/s y que opera la pública Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá.
Una ampliación para limpiar siete m3/s, mediante un préstamo de 250 millones de dólares del Banco Mundial y 196 millones que aporta CAR, debió trabajar desde 2021, pero está detenida por retrasos administrativos y problemas técnicos que documentó la gubernamental Contraloría General.
Esa modernización impedirá que unas 450 toneladas mensuales de basura lleguen a sus aguas y sus riberas.
Dentro de esa ampliación, se incluye una planta que genera 480 000 metros cúbicos mensuales de biogás, producto de la descomposición de la materia orgánica, y 4 615 toneladas mensuales de biofertilizantes, procedentes de la deshidratación de los lodos generados en el tratamiento de los residuos.
La planta de tratamiento Canoas, asentada en el municipio de Soacha, complementará a la de Salitre y purificará 70 % del caudal que llega al río.
Con una capacidad de procesamiento de 16 m3/s en beneficio de unos siete millones de personas, y a un costo de 1200 millones de dólares, será la mayor instalación de su tipo en Colombia cuando entre en operación en 2029.
Otro tema pendiente consiste en la actualización del Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca Hidrográfica del río Bogotá, cuya versión más reciente data de 2019.
Pero Sergio Escalante y Jonathan Fajardo, académicos de la privada Universidad Libre, concluyeron que las acciones no han sido eficaces, en su estudio “Evaluación de la descontaminación de la cuenca media del río Bogotá y alternativas de solución con humedales artificiales”, publicado en julio.
Su conclusión se fundamenta en evidencias como la mala calidad del agua, ya que la gran mayoría de medidas se aplica en la fuente receptora y no en los focos de contaminación.
De hecho, la calidad del agua del río es, en promedio, mala, según la medición de la CAR en 86 puntos del afluente en 2021.
Para avanzar con el saneamiento de la cuenca, la CAR construye un parque lineal, de tipo urbano-paisajístico, de 69 kilómetros de extensión y que consta de un sendero peatonal y una plantación de árboles.
Además, instala cuatro áreas multipropósito. “Se trata de zonas que cumplen funciones de control de anegaciones, de conservación y protección de la fauna y la flora, así como de una ambientación de paisaje para la recreación y la educación ambiental alrededor de la cuenca”, explicó Gutiérrez.
ED: EG
Fuente:
Emilio Godoy, El río Bogotá fluye entre la suciedad, el saneamiento y la incertidumbre, 7 noviembre 2022, Inter Press Service.
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