Pileta de combustible nuclear gastado de la Central Nuclear Embalse. Crédito: Autoridad Regulatoria Nuclear. |
En nota anterior decíamos que los combustibles gastados, de las centrales nucleares argentinas, no tenían destino definitivo aún. Esto no solo sucede en nuestro país, prácticamente el mundo entero está en la misma situación.
por Juan Vernieri
A principio de los años 50, el descubrimiento de la aplicación de la energía nuclear de forma controlada, con fines puramente energéticos, cambió el panorama económico de producción de energía. La nuclear llegó como una alternativa a los combustibles fósiles, una energía que se consideraba limpia. Era energía sin humos, no se veía que pudiera contaminar. Además, la nueva energía, símbolo del progreso, abrió la esperanza a la disminución de la dependencia de la importación de combustibles fósiles y las fluctuaciones y especulaciones del precio del petróleo, el gas o el carbón.
Los Estados Unidos, comenzaban a redirigir la industria nuclear, que hasta entonces era solo de finalidad militar, hacia la producción eléctrica. Al poco tiempo, la sociedad comenzó a darse cuenta que la energía nuclear no era tan limpia como parecía, o como le habían hecho creer. Pronto se mostró como una energía peligrosa, muy nociva para el ser humano y para el entorno. El gran problema de esta energía, además de la inseguridad por la imposibilidad de controlar los escapes y accidentes era, y sigue siendo, la gestión de los residuos. Hoy podemos decir que la gestión de esta basura radiactiva es uno de los mayores problemas medioambientales del planeta.
Se han buscado soluciones durante décadas. El proceso llamado transmutación consiste en convertir los residuos en otros radionucleidos de vida más corta mediante el bombardeo con neutrones. Además de que es muy oneroso, todavía no se tienen garantías de que el proceso reduzca en forma efectiva la cantidad de radiactividad, puesto que no siempre se obtienen isótopos menos activos. Dicho expresamente por la propia industria nuclear, esto no sería la solución para los residuos radiactivos. En el reprocesamiento, que consiste en la separación química de los diferentes componentes de los residuos, para su reutilización, se extrae uranio no gastado y el plutonio para usarlos como combustible de reactores rápidos o para fabricar bombas atómicas, además, se extraen otros isótopos para usarlos como fuentes radiactivas en medicina o con fines industriales. Aunque este procedimiento puede reducir el volumen de los residuos nucleares, en la actualidad, la cantidad de residuos reprocesados en el mundo, es inferior a la mitad de lo que se produce anualmente y, además, no resuelve realmente la cuestión urgente de la eliminación de residuos a largo plazo. Este proceso no es adecuado para resolver el problema de los residuos.
La capacidad mundial de reprocesamiento de combustible nuclear usado se estima actualmente en 5.600 toneladas/año, mientras que la producción anual de combustibles gastados alcanza 12.000 toneladas. Estados Unidos es un caso especialmente interesante, ya que, aunque es el mayor productor de combustibles gastados, no dispone de ninguna planta reprocesadora.
Muchos consideran el Almacenamiento Geológico Profundo (AGP) como la mejor opción para destino de los residuos nucleares de alta radiactividad, sin arriesgar que se trate de la solución definitiva, y que nunca la radiación llegará a la superficie, pues ¿quién puede asegurar que en los milenios en que deberán mantenerse allí, no sucederán alteraciones geológicas que permitan salir las radiaciones a la superficie?
En nuestro país se pretendió, en la década del 80, construir un AGP próximo a la localidad de Gastre, en la provincia del CHUBUT. Sería para depositar nuestros desechos, se decía, lo que era evidentemente falso, pues entonces se mantenía la esperanza de aprovecharlos, además, había muy poca cantidad. Seguramente quienes impulsaban la idea, pensaban en los voluminosos negocios, que la importación de basura nuclear extranjera permitiría realizar.
Estados Unidos aún mantiene los desechos del centenar de reactores de potencia de 30 estados, junto a los reactores, lo que distribuye el riesgo de contaminación y filtración por todo el país. En 1987 el gobierno federal, concluyendo estudios de radicación, propuso Yucca Mountain, a unos 160 kilómetros de Las Vegas, en Nevada, situado ceca de un antiguo lugar de ensayos nucleares, para almacenar las más de 70 mil toneladas de combustibles gastados y otros desechos de alta actividad que permanecían (y permanecen aún hoy) dispersos en más de un centenar de emplazamientos por todo el territorio. En el 2006 el Departamento de Energía estableció el 31 de marzo de 2017 como la fecha en que se abriría la instalación y empezaría la introducción de residuos. Los principales responsables políticos de Nevada, tanto republicanos como demócratas, por varias razones se oponían a la creación del cementerio. También grupos de indígenas, y ecologistas locales, se resistían. En febrero de 2006 se admitió que el presupuesto inicial previsto de 60 mil millones de dólares sería insuficiente. El 3 de marzo de 2010 el proyecto se detuvo oficialmente. El expresidente Trump, pretendió infructuosamente relanzar el proyecto, le resultó inútil, por las mismas razones que fuera clausurado.
En forma permanente hay intentos de resolver el problema. No hace mucho la Comisión Reguladora Nuclear estadounidense emitió una licencia a favor de dos empresas privadas para establecer un depósito en el corazón de los campos petroleros de Texas para depositar hasta 40 mil toneladas de residuos radiactivos. “Texas no se convertirá en el vertedero de residuos nucleares de los Estados Unidos” dijo el gobernador del Estado y emitió legislación para impedir el avance del proyecto. El rechazo de Texas destacó la búsqueda inútil que, durante décadas, el gobierno federal ha llevado a cabo para definir un sitio de disposición permanente de los combustibles nucleares. Las empresas licenciatarias tenían previsto que los residuos se enviaran por ferrocarril desde distintos puntos del país y se sellasen en barriles de hormigón, donde se almacenarían en la superficie en un lugar situado a unos 50 kilómetros de Andrews, cerca de la frontera con Nuevo México. El proyecto enfrenta la dura oposición de la comunidad local, el estado y las empresas petroleras que temen que una fuga pueda manchar una región que produce millones de barriles de petróleo al día. Un proyecto similar propuesto en Nuevo México por otra empresa está a la espera de la aprobación de la Comisión Reguladora Nuclear. La agencia dijo que espera tomar una decisión sobre esa propuesta en enero de 2022.
Si el productor de energía nuclear más grande del mundo, con una potencia instalada total, que supera los Cien Mil Megawatios, no ha logrado después de más de 75 años produciendo desechos de alta radiactividad, resolver su destino, qué queda para países como el nuestro que no disponen recursos para soluciones que, cualquieras sean, demandarán cuantiosas inversiones. Ante la falta de solución, es irresponsable continuar no solo produciéndolos, sino aumentando la producción anual con otros reactores.
NO MAS BASURA NUCLEAR, NO A LA PROYECTADA COMPRA DEL REACTOR CHINO HUALONG ONE, NO MAS REACTORES EN ARGENTINA Y CIERRE PROGRESIVO DE LOS ACTUALES.
Entrada relacionada:
No hay comentarios:
Publicar un comentario