La Autovía volverá más intensiva la frontera extractivista, como parte de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (Iirsa). No solucionará el tránsito vehicular.
por Pablo Sigismondi
Todo necio confunde valor y precio. Antonio Machado
La crisis sociomedioambiental que hoy vive la provincia de Córdoba (350 mil hectáreas de bosques incinerados: lagos putrefactos; poblaciones rociadas por agrotóxicos; extractivismos, basurales y contaminación) no se puede fragmentar. Se retroalimenta hasta el punto de no retorno: la ruptura ecológica posiblemente irreversible.
Es una crisis ambiental estructural, fruto sistemático de hacer política capturando los espacios naturales aún no alterados y reconocidos por su gran biodiversidad.
La proyectada Autovía de Punilla refleja otro eslabón más de esta trágica realidad. Los 305 folios del estudio de impacto ambiental (Esia) -con los cuales Caminos de las Sierras pretende justificar su construcción- plantean serias dudas.
El primer interrogante, los costos: 100 millones de dólares para el primer tramo de 21,7 kilómetros (entre la variante Costa Azul y Molinari), con crédito CAF que cubre el 75 %, avalado por la Nación. Al cambio actual, significa 4.608.294 dólares por kilómetro, o 753.424 pesos por metro. En Europa, ronda 180 mil dólares el kilómetro, la 25ava parte.
Durante las últimas décadas, el avance inédito sobre los ecosistemas subordina la Gaia, nuestra tierra, al modelo de alterar el equilibrio del medio ambiente para especulación inmobiliaria, rutas y canteras.
Un caso evidente y documentado del impacto de una ruta ya construida contra natura es la E-98, popularmente conocida como Camino del Cuadrado. “No entendemos por qué el camino viejo, que tiene 100 años, no se derrumba y el nuevo sí”, dicen los pobladores de la zona.
Los últimos 8,5 kilómetros significaron un desastre ecológico-político, impune, al descender arbitrariamente por la línea de falla al poniente de las Sierras Chicas. Ya ha costado decenas de millones de dólares y difícilmente sea reparable. La remediación cubre con más cemento los taludes y laderas montañosas. Esta profunda huella ecológica es visible desde la inmensidad agreste de la Pampa de Olaen.
La Autovía volverá más intensiva la frontera extractivista, como parte de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (Iirsa). No solucionará el tránsito vehicular. Por el contrario, será el vector estructurante que acentuará la destrucción y el colapso del escaso paisaje que aún permanece en relativa originalidad en ese sector del Valle de Punilla. Tal vez, de forma temporal, mitigue la cuestión del transporte.
Sin embargo, a mediano y largo plazo servirá como herramienta para la transformación del uso del suelo, al desajustar espacialmente la dinámica urbana y demográfica de la región. Las 500 hectáreas que según el Esia serán afectadas significarán desperdicios, destrucción de cuencas hídricas y contaminación en una región hoy prístina. La combinación de medios tecnológicos e ingenieriles influirá para que pocos obtengan más ganancias: la casta veloz y saqueadora del plan Iirsa.
Discriminación ambiental
La Provincia de Córdoba, mayúscula expresión del sometimiento de la naturaleza al capital, vació Vialidad Provincial (remplazándola de facto en este caso por Caminos de las Sierras, que no rinde cuentas para presupuestar, diseñar y ejecutar obras) y omite o desdibuja el debido contralor.
Sólo la intervención ciudadana, a costa de la propia vida y salud, asume la tarea de defensa ante tanta degradación. Proliferan los conflictos sociomedioambientales por doquier, como resultado de la creciente desigualdad e imposibilidad de vivir y gozar de un ambiente saludable para todos.
¿Quiénes dispondrán y utilizarán la Autovía y todas las obras que ella acarreará y quiénes perderán el bosque, el agua y el aire puro? ¿Qué sucederá con las comunidades ancestrales de Bialet Massé y la obtención de su medicina tradicional, cuando el bosque sea cemento? ¿Quiénes se harán cargo del pasivo ambiental y de las deudas económica y ecológica? ¿La rapiña del Iirsa es ajena? ¿Los incendios fueron la topadora?
Resulta importante contar con obras viales que acorten distancias, faciliten interconexiones y aumenten la seguridad, pero sin fragmentar el ecosistema serrano, dinámicamente relacionado como un todo viviente.
Antes de destruir más montañas y bosques, deberíamos rehacer las obras ya existentes. La elevada densidad de población hace viable reacondicionar y electrificar el ferrocarril hasta Cruz del Eje para transporte de pasajeros y cargas; se podría ensanchar con dos vías la ruta E-98 y adecuar el antiguo tramo original hasta Alto de San Pedro (Camino del Dragón); o las rutas nacionales 9 y 60.
Cuando se está lejos, Córdoba es soñada con los paisajes de sus sierras y los servicios ambientales que nos brindan, principal atractivo turístico y paraíso para millones que nos visitan cada año. Todavía hay alternativas. La autovía deseada es un camino ancho donde quepamos todos los ciudadanos, donde la discusión pública se vuelva gestión sustentable; donde nos eduquemos ambientalmente de nuestros propios impactos antropogénicos; donde preservemos la integridad del paisaje serrano, nuestro activo esencial.
¿O acaso la Autovía no está inocentemente proyectada para llegar minutos antes al destino, sino que forma parte de otra ruta, la de las venas abiertas de América latina?
Pablo Sigismondi, Geógrafo
Fuente:
Pablo Sigismondi, La Autovía no es el camino, 14 junio 2021, La Voz del Interior.
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