El
lavado verde de imagen (“greenwashing”), una práctica de
“marketing” en auge entre empresas para parecer más sostenibles
de lo que son y mejorar su reputación, causa cada vez más
“desconfianza” a los grandes inversores, como declaran seis de
cada diez de los mayores gestores de activos del mundo.
Según
una encuesta del proveedor mundial de datos e infraestructuras de
mercados financieros Refinitiv, con datos de 250 inversores
institucionales globales -que representan más de 10.000 millones de
dólares de activos bajo gestión-, el 57 % dice que sospecha de
prácticas de “lavado de imagen verde” mediante “credenciales
ambientales engañosas” por parte de las compañías que cotizan en
Bolsa y se declaran sostenibles.
Además,
el 80 por ciento de los consultados, entre los que se incluyen
grandes entidades mundiales de inversión en acciones, bonos,
inmuebles, etc, afirma que las prácticas de “ecoblanqueamiento”
son cada vez más habituales entre las grandes empresas, pese a que,
para los inversores la sostenibilidad es un criterio cada vez más
relevante.
Así,
tras consultar sobre el valor corporativo adicional que atribuirían
los inversores a una compañía con altos niveles de responsabilidad
ambiental, social y de Gobierno (ESG), la media obtenida fue del 36
por ciento, según ha explicado a EFeverde María Sánchez-Marín,
directora de Mercado de Desarrollo en el área de riesgo de la
compañía Refinitiv para Europa, Oriente Medio y África (Emea).
En
su opinión, las respuestas confirman un peso “cada vez mayor” de
los criterios ambientales y sociales para determinar el valor de las
inversiones por parte de las grandes gestoras de fondos, bancos,
compañías de seguros y otras entidades de gran envergadura.
Ello
exige, por tanto, tener acceso a datos sobre sostenibilidad fiables,
fidedignos, y también de las empresas terceras con las que trabajan
las grandes compañías dentro de la cadena de suministros, porque
muchas veces “no se juega limpio” en temas de transparencia, ha
advertido la experta.
De
hecho, la Comisión Europea está pidiendo más uniformidad a la hora
de informar no solo desde el punto de vista financiero sino también
en temas de responsabilidad social, un área que cobra importancia y
que requerirá mayor regulación para garantizar homogeneidad a la
hora de informar de forma transparente y comparable entre empresas.
Faltan
datos fiables, veraces
Porque,
según la experta, lamentablemente, no siempre hay datos
independientes, ni veraces, y la información, muchas veces de
terceros es la que los proveedores ofrecen sobre sí mismos, sin
verificación externa, y mediante procedimientos poco rigurosos, como
simples formularios cuyo contenido no siempre es contrastado.
“Si
los procesos de valoración no son suficientemente sólidos entre las
grandes empresas en Bolsa, resulta difícil pensar que los
proveedores y subproveedores se ajusten a los deseados niveles de
transparencia en términos de sostenibilidad”, añade.
Según
los inversores, la valoración que dan de una empresa puede
incrementarse hasta un 33 por ciento si su evaluación ambiental es
muy buena, con lo que el criterio de la sostenibilidad es muy
importante para ellos.
Las
compañías son conscientes de que “tienen que ser vistas haciendo
algo a nivel social y medioambiental” para mejorar su reputación y
por eso, usan cada vez más un lenguaje adaptado a ello, como parte
de sus estrategias de negocio.
Pero
los inversores desconfían del excesivo uso de términos sobre
sostenibilidad de muchas empresas y lo atribuyen más bien a campañas
de “marketing” que a la realidad.
Los
riesgos de los efectos de la COVID-19
Según
Sánchez-Marín, el impacto de la COVID-19 ha sacado a la luz los
riesgos financieros que implica la falta de transparencia de los
datos de terceros, incluidos los de sostenibilidad, que hace
vaticinar nuevos tiempos en ese ámbito.
Es
el momento para las empresas “de pasar a la acción” más allá
de las palabras, según la experta, aunque eso implique
transformaciones, que son costosas, ha dicho, porque suelen ser
complejas y la sociedad espera que se den cuanto antes.
Inicialmente,
habría que saber realmente el impacto medioambiental de los
procesos, para medir posibles progresos y qué requieren las
empresas, lo que podría implicar desde pequeños cambios en rutinas
cotidianas hasta acciones más drásticas; tampoco es lo mismo hablar
de sostenibilidad de una petrolera o una eléctrica, que de otro tipo
de empresas y sectores con menos impacto ambiental.
En
cualquier caso, las empresas están “repensando” más
concienzudamente cómo hacer las cosas: las consideraciones
geográficas a la hora de elegir a los proveedores por el riesgo país
son importantes, también por criterios ambientales.
Se
debería reconsiderar que “no se puede comprar” todo en China:
“si acerco la producción, el impacto ambiental en la cadena de
suministro también puede ser menor”, concluye la experta.
Fuente:
El lavado “verde” de imagen, una práctica de la que “desconfían” los inversores, 13 julio 2020, EFEVerde.
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