miércoles, 15 de julio de 2020

El lavado “verde” de imagen, una práctica de la que “desconfían” los inversores

El lavado verde de imagen (“greenwashing”), una práctica de “marketing” en auge entre empresas para parecer más sostenibles de lo que son y mejorar su reputación, causa cada vez más “desconfianza” a los grandes inversores, como declaran seis de cada diez de los mayores gestores de activos del mundo.

Según una encuesta del proveedor mundial de datos e infraestructuras de mercados financieros Refinitiv, con datos de 250 inversores institucionales globales -que representan más de 10.000 millones de dólares de activos bajo gestión-, el 57 % dice que sospecha de prácticas de “lavado de imagen verde” mediante “credenciales ambientales engañosas” por parte de las compañías que cotizan en Bolsa y se declaran sostenibles.

Además, el 80 por ciento de los consultados, entre los que se incluyen grandes entidades mundiales de inversión en acciones, bonos, inmuebles, etc, afirma que las prácticas de “ecoblanqueamiento” son cada vez más habituales entre las grandes empresas, pese a que, para los inversores la sostenibilidad es un criterio cada vez más relevante.

Así, tras consultar sobre el valor corporativo adicional que atribuirían los inversores a una compañía con altos niveles de responsabilidad ambiental, social y de Gobierno (ESG), la media obtenida fue del 36 por ciento, según ha explicado a EFeverde María Sánchez-Marín, directora de Mercado de Desarrollo en el área de riesgo de la compañía Refinitiv para Europa, Oriente Medio y África (Emea).

En su opinión, las respuestas confirman un peso “cada vez mayor” de los criterios ambientales y sociales para determinar el valor de las inversiones por parte de las grandes gestoras de fondos, bancos, compañías de seguros y otras entidades de gran envergadura.

Ello exige, por tanto, tener acceso a datos sobre sostenibilidad fiables, fidedignos, y también de las empresas terceras con las que trabajan las grandes compañías dentro de la cadena de suministros, porque muchas veces “no se juega limpio” en temas de transparencia, ha advertido la experta.

De hecho, la Comisión Europea está pidiendo más uniformidad a la hora de informar no solo desde el punto de vista financiero sino también en temas de responsabilidad social, un área que cobra importancia y que requerirá mayor regulación para garantizar homogeneidad a la hora de informar de forma transparente y comparable entre empresas.

Faltan datos fiables, veraces

Porque, según la experta, lamentablemente, no siempre hay datos independientes, ni veraces, y la información, muchas veces de terceros es la que los proveedores ofrecen sobre sí mismos, sin verificación externa, y mediante procedimientos poco rigurosos, como simples formularios cuyo contenido no siempre es contrastado.

Si los procesos de valoración no son suficientemente sólidos entre las grandes empresas en Bolsa, resulta difícil pensar que los proveedores y subproveedores se ajusten a los deseados niveles de transparencia en términos de sostenibilidad”, añade.

Según los inversores, la valoración que dan de una empresa puede incrementarse hasta un 33 por ciento si su evaluación ambiental es muy buena, con lo que el criterio de la sostenibilidad es muy importante para ellos.

Las compañías son conscientes de que “tienen que ser vistas haciendo algo a nivel social y medioambiental” para mejorar su reputación y por eso, usan cada vez más un lenguaje adaptado a ello, como parte de sus estrategias de negocio.

Pero los inversores desconfían del excesivo uso de términos sobre sostenibilidad de muchas empresas y lo atribuyen más bien a campañas de “marketing” que a la realidad.

Los riesgos de los efectos de la COVID-19

Según Sánchez-Marín, el impacto de la COVID-19 ha sacado a la luz los riesgos financieros que implica la falta de transparencia de los datos de terceros, incluidos los de sostenibilidad, que hace vaticinar nuevos tiempos en ese ámbito.

Es el momento para las empresas “de pasar a la acción” más allá de las palabras, según la experta, aunque eso implique transformaciones, que son costosas, ha dicho, porque suelen ser complejas y la sociedad espera que se den cuanto antes.

Inicialmente, habría que saber realmente el impacto medioambiental de los procesos, para medir posibles progresos y qué requieren las empresas, lo que podría implicar desde pequeños cambios en rutinas cotidianas hasta acciones más drásticas; tampoco es lo mismo hablar de sostenibilidad de una petrolera o una eléctrica, que de otro tipo de empresas y sectores con menos impacto ambiental.

En cualquier caso, las empresas están “repensando” más concienzudamente cómo hacer las cosas: las consideraciones geográficas a la hora de elegir a los proveedores por el riesgo país son importantes, también por criterios ambientales.

Se debería reconsiderar que “no se puede comprar” todo en China: “si acerco la producción, el impacto ambiental en la cadena de suministro también puede ser menor”, concluye la experta.

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