por
Guillermo Galliano
Sala
de Prensa Ambiental
Durante
la primera etapa de la cuarentena, en los inicios del confinamiento
por el COVID 19, algunos medios de comunicación replicaron noticias
relacionadas con la aparición de animales silvestres en distintas
ciudades del planeta.
Aquellos
primeros reportes daban cuenta, por ejemplo, de la transparencia del
agua y la posterior aparición de delfines y cisnes en Venecia. Esta
y otras noticias resultaron previsiblemente falsas ya que no estaban
vinculadas al confinamiento social humano sino que se referían a
simples cuestiones: al no haber tráfico de góndolas que revolvieran
las aguas del fondo de los canales con sus remos, se tornaron más
transparentes; no hubo tal aparición de delfines venecianos.
Otras
noticias fueron tergiversadas, como el caso de la aparición de
manadas de monos en ciudades del sudeste asiático: una situación
obvia que se explica a partir de la ausencia de los turistas que
alimentaban a estos primates. Lo mismo sucedía con la masiva
presencia de palomas en las plazas de todo el mundo.
Por
todo esto, el “fenómeno” de la invasión de fauna en las
ciudades durante la pandemia no fue tal, sino que resultó una
muestra del verdadero trasfondo de lo que vivimos en estos meses ya
que la aparición de animales en las urbes, desgraciadamente, no es
algo novedoso ni achacable al COVID 19. Lamentablemente, esta
situación antecedía a cualquier pandemia y estaba presente desde
que la sociedad global se mostraba con sus urbes al máximo de
actividades.
La
aparición de animales silvestres fuera de sus ecosistemas naturales
son atribuibles, simplemente, a las acciones antrópicas: la
preocupante situación del calentamiento global a nivel planetario o
la pérdida -a pasos agigantados- de hábitats como consecuencia del
desmonte por las quemas en el Amazonas, Australia y sudeste asiático;
en zonas selváticas de Centroamérica y también en África.
Relacionado
con esto, en los últimos 20 años en Argentina hemos perdido 8
millones de hectáreas de bosques nativos; entonces la deforestación,
el avance de la producción agropecuaria y el enorme corrimiento de
la frontera inmobiliaria se han transformado en presiones que
ejercemos sobre los ecosistemas, lo que determina que los animales
silvestres necesiten huir en busca de nuevos refugios y alimentos. Es
por eso que empieza a crecer la presencia de fauna silvestre en las
ciudades. Están huyendo de sus antiguos hábitats que han sido
arrasados.
El
problema, entonces, es cómo los seres humanos estamos manejando los
lugares en los que habita la fauna, antes y más allá de un contexto
de pandemia; ecosistemas de los cuales nosotros también somos parte.
No
hay un ecosistema para insectos, otro para mamíferos, otro para
árboles o plantas; podría decirse que el ecosistema es uno solo:
nuestro planeta, en el que todo está interrelacionado y cuando
sucede algún desequilibrio natural en cualquier rincón del mundo
todos sufrimos las consecuencias. Esto es lo que nos viene pasando
desde hace tiempo: también pasó con el SIDA o con el Ébola.
Cuando
interactuamos íntimamente con la fauna local los virus saltan de una
especie a otra hasta que llegan a nosotros, de manera que los seres
humanos terminamos siendo hospedadores desprovistos de defensas y así
comienzan a causar estragos.
No
debemos ignorar que esto viene ocurriendo en el continente africano
desde hace tiempo, sin conseguir la repercusión del COVID 19,
enfermedad que llegó al centro de los países desarrollados.
Hoy,
no podemos perder de vista que la protección de los hábitats
naturales es imprescindible para todos.
Nos
salvará -como especie- comenzar a tener ecosistemas sanos habitados
por las 8 millones de especies que habitamos la Tierra y tener muy en
claro que los humanos somos apenas un pequeño eslabón de una gran
cadena, por lo que debemos empezar a darnos cuenta que no somos
dueños ni estamos becados en este planeta para ejercer semejante
presión sobre la naturaleza, de la mano del sistema económico
actual.
El
COVID 19 fue el primer ejemplo global de lo que puede sucedernos si
no cambiamos el rumbo, decididamente.
Guillermo Galliano es fotógrafo y naturalista
Fuente:
Guillermo Galliano, Confinamiento animal: La fauna silvestre en las ciudades, 10 julio 2020, Sala de Prensa Ambiental. Consultado 16 julio 2020.
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