El
lobby nuclear ha estado varios décadas posicionándose como un
remedio contra el cambio climático, pero esta fuente de energía
demuestra poseer graves problemas en la actualidad: emisiones en todo
su ciclo, grandes gastos para aumentar su aportación energética,
riesgo de accidentes y problemas en la gestión de residuos, entre
otros.
por
Cristina Rois
Viene
de la segunda parte.
Como
todas las centrales térmicas (carbón, gas…) lo que mueve la
turbina del generador eléctrico es vapor de agua, y necesitan que
esa agua se enfríe y vuelva líquida en su circuito. Por eso las
centrales térmicas están cerca del agua, sea río embalsado o mar.
Esa masa de agua a su vez es calentada en el proceso y hay límites
legales al aumento de temperatura admisible. Para no sobrepasarlo la
central puede tener que reducir potencia (especialmente en
refrigeradas por embalses). También ocurrirá si se redujera el
caudal de agua. Y en un mundo que se calienta… la probabilidad de
que esto pase es creciente.
Como
muestra, en Francia, este verano de 2019, seis centrales han reducido
su producción y otras dos se ha detenido. En Alemania la eléctrica
E.ON, también ha parado un reactor [La ola de calor es tan extrema
en europa que algunas centrales nucleares están parando los
reactores, 31 julio 2019;
https://www.xataka.com/energia/ola-calor-extrema-europa-que-algunas-centrales-nucleares-estan-parando-reactores].
El futuro no se presenta mejor. Un estudio de 1427 centrales
termoeléctricas en todo el mundo muestra reducciones en la capacidad
utilizable para el 81-86 % de las centrales termoeléctricas para la
década de 2050 en un escenario de altas emisiones y en relación con
1971-2000. Las reducciones de potencia anuales promedio se estiman en
el 7-12 % [van Vliet, M., Wiberg, D., Leduc, S. et al.
Power-generation system vulnerability and adaptation to changes in
climate and water resources. Nature Clim Change 6, 375–380 (2016)
doi:10.1038/nclimate2903].
Por
otra parte, las centrales costeras se enfrentan a los efectos de la
subida del nivel del mar, con los correspondientemente mayores
impactos de tormentas. No será fácil ni barato adaptarse a esa
situación.
Nuclear,
¿limpia?
Desde
el comienzo de la producción de electricidad nuclear en 1954 hasta
finales de 2013, se descargaron alrededor de 370.000 toneladas de
combustible gastado de las centrales nucleares del mundo (excluyendo
India y Pakistán). La mayor parte del combustible gastado sigue en
las centrales nucleares, en almacenamiento en la piscina del reactor.
Después del enfriamiento durante al menos unos pocos años, parte
del combustible gastado se ha transferido al almacenamiento en seco,
en bidones.
En
España, si las centrales nucleares funcionaran cuarenta años,
habría que gestionar unas 6.600 toneladas de residuos de alta
actividad. Pero superarán esa cifra con el publicado acuerdo de
cierre. En el 6º Plan General de Residuos Radiactivos (de 2006,
obsoleto), el coste total de gestión de los residuos más el
desmantelamiento de las centrales se evalúa en unos 14.000 millones
de euros hasta 2060. Sin embargo, según el Tribunal de Cuentas,
estos ingresos no serán suficientes y se generará un déficit de
unos 1300 millones de euros. Como en todos los países, es el estado
quien se hará cargo finalmente de los residuos.
Cada
año se generan en el mundo unas 12.000 toneladas de residuos
radiactivos de alta actividad, que van a ser peligrosos durante
cientos de miles de años y para los que no tenemos hoy una forma de
gestión satisfactoria. El enorme lapso de tiempo que hay que vigilar
los residuos implica graves problemas éticos, ambientales,
económicos, sociales y políticos. No se sabe qué hacer con ellos.
Sólo
un país, Finlandia, está construyendo un Almacenamiento Geológico
Profundo, en Onkalo a 500 m de profundidad. Los proyectos de Yucca
Mountain en Estados Unidos y Asse, en Alemania, han fracasado. Las
inestabilidades geológicas y, en especial, hidrogeológicas durante
los periodos tan enormemente largos en que los residuos de alta
tienen que permanecer separados de la biosfera, son una espada de
Damocles sobre la humanidad.
La
única otra vía que existe es intentar reutilizarlos. Cerca de un
tercio del combustible gastado (120.000 toneladas) se somete a
reprocesamiento. Se trata de la extracción de isótopos útiles,
como el plutonio. Es una técnica que tiene graves problemas, porque
es de doble uso militar y civil y contribuye a la proliferación de
armas atómicas. Además, acarrea una serie de procesos muy
contaminantes que, a su vez, generan enormes cantidades de residuos
radiactivos líquidos y sólidos. Ni siquiera resuelve el problema,
puesto que siguen quedando productos de fisión y sustancias de vida
larga.
¿Nuclear?
No Gracias!
La
preocupación, la frustración por la falta de respuesta política
ante el cambio climático está derivando hacia una cierta
desesperanza en mucha gente. Es comprensible… pero no ayuda. En
realidad puede empeorar la situación y retrasar que se pongan en
marcha soluciones efectivas.
Los
medios se vienen haciendo eco de la gran novedad del “ecologista
atómico”. Como muestra véase la declaración de Johanna Kohvakka,
encargada de 'Finnish Greens for Science and Technology', una
división del partido verde finlandés, en una entrevista para un
medio español: “si hay que elegir entre el cambio climático y el
almacenamiento de residuos, el primero es un problema mayor para el
futuro de la humanidad”.
Contundente,
pero falso. No es una elección realista porque la gestión de los
residuos radiactivos va a ser muy cara, la posible construcción de
nuevas centrales nucleares también lo será, y esa enorme
financiación “congelada” en las infraestructuras nucleares
durante más de una década y el apoyo estatal que van a requerir
impedirán las inversiones en las verdaderas energías limpias y en
la implementación del ahorro y la eficiencia energéticas. Estas son
las vías de solución para el cambio climático. No la energía
nuclear.
Y
si están pensando en la prolongación de vida de las centrales
existentes, recordemos que la responsabilidad de la industria nuclear
en caso de desastre es, por ley, limitada y no responde a los daños
causados. En España no pagarían más de 1.200 millones €. A
partir de ahí se hace cargo el Estado. Algunas evaluaciones del
coste de Fukushima dan la cifra de 80.300 millones € [El coste
total del accidente de Fukushima será de 80.000 millones, el doble
de lo previsto, Público,
26/08/2014;
https://www.publico.es/internacional/coste-total-del-accidente-fukushima.html].
¿Cómo perjudica ese agujero a la lucha contra el cambio climático?
La
energía nuclear no es un aliado contra el cambio climático, es mas
bien un grillete en nuestros pies. Precisamente porque estamos en
emergencia climática no podemos equivocar el camino.
Entrada relacionada:
Por qué la energía nuclear no sirve para frenar el cambio climático II
Por qué la energía nuclear no sirve para frenar el cambio climático I
Fuente:
Cristina Rois, Por qué la energía nuclear no sirve para frenar el cambio climático III, 10 febrero 2020, El Salto Diario. Consultado 10 febrero 2020.
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