miércoles, 29 de enero de 2020

Por qué la energía nuclear no sirve para frenar el cambio climático I


El lobby nuclear ha estado varias décadas posicionándose como un remedio contra el cambio climático, pero esta fuente de energía demuestra poseer graves problemas en la actualidad: emisiones en todo su ciclo, grandes gastos para aumentar su aportación energética, riesgo de accidentes y problemas en la gestión de residuos, entre otros.

por Cristina Rois

Los combustibles fósiles son los causantes del cambio climático y este mundo depende abrumadoramente de ellos. Hasta un 80 % de la energía que usamos se obtiene con petróleo, carbón y gas. No es fácil cambiar esta situación, pero tenemos una ventaja que hemos de desplegar: disponemos de soluciones tecnológicas para conseguir electricidad con muy bajas emisiones y a igual o mejor precio que las fósiles.

En los últimos ocho años el coste de la energía solar fotovoltaica ha disminuido un 77 %. Desde 2014 está en el rango de los combustibles fósiles. La energía eólica marina en un 20 %, y el viento en tierra en un 34 %. La termosolar de concentración (CSP), una tecnología gestionable, ha caído un 46 % entre 2010 y 2018. En la mayor parte del mundo, las energías renovables son la fuente más económica de nueva generación de energía [IRENA (2019), Renewable Power Generation Costs in 2018.

Sin embargo hoy, la principal fuente de generación de electricidad en el mundo es el carbón. Y es así desde hace al menos 30 años. Avanzar con rapidez en la descarbonización de los sistemas eléctricos es un paso esencial para frenar el cambio climático.

Como vemos en la imagen, en electricidad el carbón es el combustible dominante, 38 %. El gas es el segundo 23,2 %. La participación de la energía nuclear es del 10 %. Las energías renovables están casi a la par, 9,3 [BP Statistical Review of World Energy, 2019].

En lo que llevamos de siglo, la producción nuclear ha perdido peso en generación eléctrica, y su industria vio en el cambio climático una oportunidad de sobrevivir al parón de la expansión de centrales de los años 80 y al rechazo social tras Chernobyl. Su actividad de lobby en las cumbres del clima ha sido una constante. Se postula como tecnología imprescindible para reducir emisiones, porque es “limpia”, gestionable y por tanto complemento a la eólica-solar, y va a ahorrarnos las enormes inversiones que exigirá la expansión de la electricidad renovable. Esta es la propaganda. Y no les funciona mal, después de todo tienen un fuerte respaldo económico detrás, que les permite ser la voz más alta y más persistente en las reuniones y en los medios de comunicación.

Sin ir más lejos, el Parlamento Europeo aprobó su posicionamiento sobre la Cumbre del Clima COP25 declarándose a favor de la energía nuclear “porque no emite gases de efecto invernadero” pese a la propuesta inicial de rechazarla de diputados alemanes. Al final ganó por la mano el lobby francés, el país con la electricidad más nuclearizada del mundo [El Periódico de la Energía].

Estamos en emergencia climática y el mundo no puede permitirse equivocarse más en sus elecciones. Por eso intentemos evaluar los hechos para responder a la cuestión ¿es la energía nuclear una energía que permita reducir emisiones de CO2 en el mundo?

Nuclear ¿libre de carbono?

Para disponer de una central nuclear se requiere: minería de uranio; enriquecimiento y fabricación de los elementos del combustible; construcción de las plantas (muy intensiva en cemento); operación con recarga periódica de combustible; desmontaje de la instalación cuando no sea operativa; todos los transportes necesarios; almacenamiento de los residuos con distintos niveles de baja y media radiactividad y almacenamiento definitivo de los residuos de alta actividad.

Cuando se considera todo el ciclo de vida se hace evidente que la energía nuclear no puede llamarse una tecnología libre de emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo los estudios disponibles varían mucho en la exhaustividad de su cuantificación. Algunos cuentan solo la construcción y el desmantelamiento como parte del ciclo de combustible, y otros incluyen minería, molienda, enriquecimiento, conversión, construcción, operación, procesamiento, almacenamiento de residuos y desmantelamiento. Para más variación, difieren en si evalúan las emisiones futuras de unos pocos reactores individuales o las emisiones pasadas de la flota nuclear global; si asumen tecnologías existentes o en desarrollo, etc. En consecuencia, el intervalo de resultados que ofrecen es muy amplio: de 1,4 a 288 gramos de dióxido de carbono equivalente por kWh generado (g CO2e / kWh).

Es evidente que se debe abordar el desarrollo de criterios formales de estandarización e información para las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a los ciclos de vida nucleares. Criterios similares a los utilizados para la gestión ambiental y la evaluación del ciclo de vida, como ISO 14040 y 14044, pero adaptados exclusivamente a la industria nuclear.

Considerando un valor promedio, las emisiones de gases de efecto invernadero de las centrales nucleares pueden señalarse en 66 gramos de CO2 equivalente por kWh [Benjamin K. Sovacool, “Valuing the greenhouse gas emissions from nuclear power: A critical survey,” Energy Policy 36 (2008): 2950–2963 (disponible online)]. Resulta que emiten el 15% de una central de gas en ciclo combinado. Muy por encima de cualquiera de las tecnologías renovables para generación eléctrica. La nuclear, pues, también contribuye al calentamiento global.

El papel que las centrales nucleares pueda, en todo caso, tener en esta transición es muy limitado. Hoy día es el 10 % de la electricidad mundial. Una contribución importante implicaría aumentar significativamente esa cifra. Pongamos por ejemplo desplazar la generación eléctrica con carbón (38 %). Habría que multiplicar por cuatro el número de centrales (de potencia media 1000 Mw), es decir hacer unas 1300 centrales nuevas. Afortunadamente, no parece que haya dinero, ni siquiera intención, de impulsar una “avalancha” de proyectos nucleares, al estilo de los años 70 y 80.

Las opciones más claras y seguras para reducir emisiones, son disminuir el consumo energético mediante ahorro y eficiencia, y sustituir el uso directo de combustibles fósiles por electricidad “descarbonizada”.

Continúa en la segunda parte.

Fuentes:
Cristina Rois, Por qué la energía nuclear no sirve para frenar el cambio climático I, 27 enero 2020, El Salto Diario. Consultado 28 enero 2020. 
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Nuclear Marsh" del artista Wolfang Ertl.

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