Un polémico cuadro de Ilya Repin adorna uno de los salones del Politburó, en Moscú, en un potente guiño desde la serie de HBO a la historia rusa y al mayor pintor del siglo XIX en ese país.
por Alejandro
Jofré
Un
siglo antes del accidente de Chernóbil, el pintor Ilya Repin terminó
su óleo Iván el Terrible y su hijo, un enorme lienzo de más de dos
metros de alto que muestra al primer zar ruso con los ojos
desorbitados por el horror y la culpa.
Zar
fundacional de la historia de Rusia, Iván Vasílievich Grozni creó
la primera imprenta del país, construyó la catedral de San Basilio
en Moscú y, entre otros asuntos, fue el artífice de la conquista de
Siberia. Sin embargo, pasó a la historia por las atrocidades que
cometió durante la segunda mitad de su vida.
Una
de ellas fue el asesinato a sangre fría de su hijo mayor, ocurrido
el 16 de noviembre de 1581.
“Después
de un ataque de locura y de rabia asesinó al príncipe heredero”,
relata el periodista cultural Huemanzin Rodríguez en un registro de
Canal 22 de México.
El
hecho inspiró al pintor Ilya Repin a crear su famoso cuadro titulado
Iván el Terrible y su hijo en 1885, donde se puede apreciar el
mobiliario y la imponente alfombra del salón del zar, entre charcos
de sangre y una silla volcada en lo que parece ser el pijama
abandonado de un violento forcejeo.
“Repin
fue un destacado escultor y artista de un movimiento artístico
llamado Peredvízhniki, pero a Ilya le gustaban también las pasiones
exacerbadas. En el caso de Iván el Terrible y su hijo, él como
otros artistas de la época estuvo fascinado por una anécdota
histórica de su tiempo”, dice Rodríguez en el registro.
A
pesar de los detalles, en el cuadro todo queda relegado a un segundo
plano al ver la mirada inyectada en pánico y locura del zar.
Al
tiempo que abraza a su hijo agonizante y le besa la frente, el
gobernante ruso intenta contener con una mano la hemorragia de la
herida en su cabeza.
El
hijo, que deja caer una lágrima, espera la muerte con calma,
mientras el padre en evidente remordimiento pierde su mirada
atormentado y arrepentido.
Todo
-la muerte, el remordimiento, la escena del crimen- ocurre cerca del
arma homicida: un cetro.
“El
príncipe heredero, al criticar el ejercicio desbordado de poder de
su padre, recibe un golpe en la cabeza. Iván el Terrible con su
cetro había acabado con su propio linaje”, dice Rodríguez.
Esperando
al Politburó
La
pintura Iván el Terrible y su hijo aparece en una escena bisagra del
tercer capítulo de la serie Chernobyl, posterior a la emergencia
nuclear aunque lejos del sonido de los dosímetros.
Allí
el vicepresidente del Consejo de Ministros, Boris Shcherbina (Stellan
Skarsgard), le cuenta al profesor Valery Legasov (Jared Harris) que
la doctora Ulana Khomyuk (Emily Watson) fue arrestada por amenazar a
una camarada con contar al mundo lo ocurrido en la central nuclear
soviética.
La
científica que sabía demasiado -había logrado medir la
radioactividad del evento a pesar de los 400 kilómetros de distancia
con la zona cero y el velo de silencio impuesto por el régimen de
Gorbachov-, suponía un problema para el gobierno por lo que fue
invitada a formar parte del comité investigador para el
esclarecimiento de los hechos.
Pero
allí, en Moscú, en un elegante pasillo antes de ingresar al salón
donde ambos personajes se reunirán con el Buró Político del Comité
Central del Partido Comunista, el Politburó, Boris Shcherbina y
Valery Legasov se preparan para hablar de los avances en la
contención de la tragedia.
Mientras,
Ulana Khomyuk está detenida y la verdad científica se estrella con
la historia que quieren contar las autoridades, una réplica en
vertical de Iván el Terrible y su hijo asoma como paisaje de fondo.
Un
cuadro con historia
Hasta
mayo del año pasado, Iván el Terrible y su hijo era la pintura más
visitada de la Galería Tretiakov en Moscú. Ese mes el cuadro fue
atacado por un fanático que logró dañar las vestimentas del hijo
del zar, lo que obligó a quitar el lienzo.
Los
detractores del cuadro de Repin piensan que Iván el Terrible no mató
a su primogénito de un golpe en un ataque de ira y locura, como
exhibe la famosa pintura, sino que murió envenenado, como se pudo
comprobar en una exhumación en el Kremlin en 1963, según un reporte
de La Vanguardia que cita a un cable de EFE.
Consideran
que la pintura “insulta los sentimientos patrióticos rusos” y
culpan de la historia del cuadro a los “enemigos de Rusia”,
especialmente al Vaticano, que nunca perdonó al zar que no adoptara
el Catolicismo.
Mientras,
la pinacoteca rusa -que defiende a Repin como el mayor pintor de
Rusia del siglo XIX- creó un taller especial para su restauración.
Las
ideas de Repin
Ilya
Repin fue un artista extremadamente versátil, que comenzó como
aprendiz a los 13 años y que ya en sus primeros viajes a París tomó
nota de lo que podía hacer la luz y el color inspirado en la obra de
Rembrandt.
Quienes
lo han estudiado aseguran que era un personaje complejo, cuyas
opiniones fueron evolucionando a la par de sus viajes y obras, aunque
la literatura soviética lo presenta como un “proto-comunista”.
“Creo
que Ilya Repin está siendo más conocido de lo que era antes. Si
buscas en los diccionarios de arte, como el Oxford Dictionary of Art,
por ejemplo, Repin está allí, aunque hace una década no aparecía”,
dice el experto David Jackson, académico de la cátedra “Russian &
Scandinavian Art Histories” en la Universidad de Leeds.
En
entrevista con Russian Art and Culture, el profesor asegura que Repin
fue el mayor pintor del movimiento ruso Peredvízhniki.
“Sé
que es mi opinión personal y que otras personas dirán que Isaak
Levitán o Valentín Serov, pero para mí es el mejor, la figura más
prominente y conocida internacionalmente”, añade el especialista
británico.
Luego
sigue: “La importancia de estos pintores y Repin es que realmente
le hablan a Rusia. No son solo imágenes bellas; se trata de su
cultura, política y vidas humanas: toda la sección social rusa fue
retratada desde la aristocracia hasta el campesinado. Repin es muy
importante en ese sentido. No hay nada que no cubra”.
Jackson,
que es autor de The Russian Vision: the Art of Ilya Repin (BAI,
2006), cuenta que descubrió el pensamiento del pintor entrevistando
a gente que alcanzó a vivir la Revolución rusa que acabó con el
régimen zarista imperial a comienzos del siglo pasado.
“Repin
pensaba que la Revolución era buena en el sentido de que respondía
a las necesidades de la gente común, la gente hambrienta; el tipo de
asuntos que precipitaron el tiroteo de 1905. Pero cuando descubrió
que el régimen soviético era culturalmente iconoclasta, que
destruía iglesias y templos, por ejemplo, lo criticó mucho. Esto
por supuesto no fue publicado por la Unión Soviética”, dice el
académico.
Luego
agrega: “Creo que era muy consistente como humanista. Repin pensaba
que la política de Lenin estaba bien, pero que su puesta en práctica
no era la correcta. Ahora, uno debe recordar que Repin era un
campesino, que creció como un chico sin una educación en el sentido
universitario, pero era muy elocuente acerca de estas cosas”.
Según
el experto, “fue interesante descubrir que había criticado al
régimen soviético, mientras que todos los libros lo hacían parecer
como un pintor socialista puro”.
Concluye
asegurando que “el pobre Repin fue víctima de la propaganda
durante la Guerra Fría, donde un lado lo consideraba proto-comunista
y el otro lo creyó así. Pero es un personaje tan rico y complejo,
que eso se ve reflejado en su arte”.
“El
problema fue que Repin había sido vendido como un artista aprobado
por el régimen comunista, lo que lo hizo a ojos de occidente un mal
pintor”.
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