lunes, 15 de julio de 2019

Chernobyl y la metáfora de Iván el Terrible


Un polémico cuadro de Ilya Repin adorna uno de los salones del Politburó, en Moscú, en un potente guiño desde la serie de HBO a la historia rusa y al mayor pintor del siglo XIX en ese país.

por Alejandro Jofré

Un siglo antes del accidente de Chernóbil, el pintor Ilya Repin terminó su óleo Iván el Terrible y su hijo, un enorme lienzo de más de dos metros de alto que muestra al primer zar ruso con los ojos desorbitados por el horror y la culpa.

Zar fundacional de la historia de Rusia, Iván Vasílievich Grozni creó la primera imprenta del país, construyó la catedral de San Basilio en Moscú y, entre otros asuntos, fue el artífice de la conquista de Siberia. Sin embargo, pasó a la historia por las atrocidades que cometió durante la segunda mitad de su vida.

Una de ellas fue el asesinato a sangre fría de su hijo mayor, ocurrido el 16 de noviembre de 1581.

Después de un ataque de locura y de rabia asesinó al príncipe heredero”, relata el periodista cultural Huemanzin Rodríguez en un registro de Canal 22 de México.

El hecho inspiró al pintor Ilya Repin a crear su famoso cuadro titulado Iván el Terrible y su hijo en 1885, donde se puede apreciar el mobiliario y la imponente alfombra del salón del zar, entre charcos de sangre y una silla volcada en lo que parece ser el pijama abandonado de un violento forcejeo.

Repin fue un destacado escultor y artista de un movimiento artístico llamado Peredvízhniki, pero a Ilya le gustaban también las pasiones exacerbadas. En el caso de Iván el Terrible y su hijo, él como otros artistas de la época estuvo fascinado por una anécdota histórica de su tiempo”, dice Rodríguez en el registro.

A pesar de los detalles, en el cuadro todo queda relegado a un segundo plano al ver la mirada inyectada en pánico y locura del zar.

Al tiempo que abraza a su hijo agonizante y le besa la frente, el gobernante ruso intenta contener con una mano la hemorragia de la herida en su cabeza.

El hijo, que deja caer una lágrima, espera la muerte con calma, mientras el padre en evidente remordimiento pierde su mirada atormentado y arrepentido.

Todo -la muerte, el remordimiento, la escena del crimen- ocurre cerca del arma homicida: un cetro.

El príncipe heredero, al criticar el ejercicio desbordado de poder de su padre, recibe un golpe en la cabeza. Iván el Terrible con su cetro había acabado con su propio linaje”, dice Rodríguez.

Esperando al Politburó

La pintura Iván el Terrible y su hijo aparece en una escena bisagra del tercer capítulo de la serie Chernobyl, posterior a la emergencia nuclear aunque lejos del sonido de los dosímetros.

Allí el vicepresidente del Consejo de Ministros, Boris Shcherbina (Stellan Skarsgard), le cuenta al profesor Valery Legasov (Jared Harris) que la doctora Ulana Khomyuk (Emily Watson) fue arrestada por amenazar a una camarada con contar al mundo lo ocurrido en la central nuclear soviética.

La científica que sabía demasiado -había logrado medir la radioactividad del evento a pesar de los 400 kilómetros de distancia con la zona cero y el velo de silencio impuesto por el régimen de Gorbachov-, suponía un problema para el gobierno por lo que fue invitada a formar parte del comité investigador para el esclarecimiento de los hechos.

Pero allí, en Moscú, en un elegante pasillo antes de ingresar al salón donde ambos personajes se reunirán con el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista, el Politburó, Boris Shcherbina y Valery Legasov se preparan para hablar de los avances en la contención de la tragedia.

Mientras, Ulana Khomyuk está detenida y la verdad científica se estrella con la historia que quieren contar las autoridades, una réplica en vertical de Iván el Terrible y su hijo asoma como paisaje de fondo.

Un cuadro con historia

Hasta mayo del año pasado, Iván el Terrible y su hijo era la pintura más visitada de la Galería Tretiakov en Moscú. Ese mes el cuadro fue atacado por un fanático que logró dañar las vestimentas del hijo del zar, lo que obligó a quitar el lienzo.

Los detractores del cuadro de Repin piensan que Iván el Terrible no mató a su primogénito de un golpe en un ataque de ira y locura, como exhibe la famosa pintura, sino que murió envenenado, como se pudo comprobar en una exhumación en el Kremlin en 1963, según un reporte de La Vanguardia que cita a un cable de EFE.

Consideran que la pintura “insulta los sentimientos patrióticos rusos” y culpan de la historia del cuadro a los “enemigos de Rusia”, especialmente al Vaticano, que nunca perdonó al zar que no adoptara el Catolicismo.

Mientras, la pinacoteca rusa -que defiende a Repin como el mayor pintor de Rusia del siglo XIX- creó un taller especial para su restauración.

Las ideas de Repin

Ilya Repin fue un artista extremadamente versátil, que comenzó como aprendiz a los 13 años y que ya en sus primeros viajes a París tomó nota de lo que podía hacer la luz y el color inspirado en la obra de Rembrandt.

Quienes lo han estudiado aseguran que era un personaje complejo, cuyas opiniones fueron evolucionando a la par de sus viajes y obras, aunque la literatura soviética lo presenta como un “proto-comunista”.

Creo que Ilya Repin está siendo más conocido de lo que era antes. Si buscas en los diccionarios de arte, como el Oxford Dictionary of Art, por ejemplo, Repin está allí, aunque hace una década no aparecía”, dice el experto David Jackson, académico de la cátedra “Russian & Scandinavian Art Histories” en la Universidad de Leeds.

En entrevista con Russian Art and Culture, el profesor asegura que Repin fue el mayor pintor del movimiento ruso Peredvízhniki.

Sé que es mi opinión personal y que otras personas dirán que Isaak Levitán o Valentín Serov, pero para mí es el mejor, la figura más prominente y conocida internacionalmente”, añade el especialista británico.

Luego sigue: “La importancia de estos pintores y Repin es que realmente le hablan a Rusia. No son solo imágenes bellas; se trata de su cultura, política y vidas humanas: toda la sección social rusa fue retratada desde la aristocracia hasta el campesinado. Repin es muy importante en ese sentido. No hay nada que no cubra”.

Jackson, que es autor de The Russian Vision: the Art of Ilya Repin (BAI, 2006), cuenta que descubrió el pensamiento del pintor entrevistando a gente que alcanzó a vivir la Revolución rusa que acabó con el régimen zarista imperial a comienzos del siglo pasado.

Repin pensaba que la Revolución era buena en el sentido de que respondía a las necesidades de la gente común, la gente hambrienta; el tipo de asuntos que precipitaron el tiroteo de 1905. Pero cuando descubrió que el régimen soviético era culturalmente iconoclasta, que destruía iglesias y templos, por ejemplo, lo criticó mucho. Esto por supuesto no fue publicado por la Unión Soviética”, dice el académico.

Luego agrega: “Creo que era muy consistente como humanista. Repin pensaba que la política de Lenin estaba bien, pero que su puesta en práctica no era la correcta. Ahora, uno debe recordar que Repin era un campesino, que creció como un chico sin una educación en el sentido universitario, pero era muy elocuente acerca de estas cosas”.

Según el experto, “fue interesante descubrir que había criticado al régimen soviético, mientras que todos los libros lo hacían parecer como un pintor socialista puro”.

Concluye asegurando que “el pobre Repin fue víctima de la propaganda durante la Guerra Fría, donde un lado lo consideraba proto-comunista y el otro lo creyó así. Pero es un personaje tan rico y complejo, que eso se ve reflejado en su arte”.

El problema fue que Repin había sido vendido como un artista aprobado por el régimen comunista, lo que lo hizo a ojos de occidente un mal pintor”.

Fuente:
Alejandro Jofré, Chernobyl y la metáfora de Iván el Terrible, 6 junio 2019, La Tercera.

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