El calentamiento
global está aumentando la frecuencia e intensidad de los fenómenos
meteorológicos.
por Miguel Ángel
Criado
La ciencia y
Hollywood por fin se han puesto de acuerdo: la realidad empieza a
parecerse a las películas de catástrofes. Las extremas temperaturas
por la parte alta y baja del termómetro sufridas en diversas partes
del planeta forman parte de la variabilidad propia del tiempo, pero
la inmensa mayoría de los estudios científicos señalan que esta
polarización climática irá en aumento a medida que avance el siglo
a causa del cambio climático. Y la vida, de humanos y demás seres
vivos, será más difícil.
"El mes de
enero ha estado marcado por un enorme impacto del tiempo en distintas
partes del mundo, incluyendo un frío peligroso y extremo en América
del Norte, récord de calor e incendios en Australia, altas
temperaturas y lluvias intensas en partes de América del Sur y
grandes nevadas en los Alpes y el Himalaya". Es una copia
literal de una nota de prensa del pasado viernes de la Organización Meteorológica Mundial.
Bastan algunos
detalles. Estados Unidos está soportando esta semana las temperaturas más bajas registradas, con -48,9º, y los gélidos vientos rebajaron la
sensación térmica una decena de grados más. Mientras, en Port
Augusta, en el sur de Australia, superaron los 49º y en la templada Nueva Zelanda tuvieron varias noches tropicales la semana pasada. En
Hochfilzen, en el Tirol austríaco, se acumularon 4,5 metros de nieve
en los primeros 15 días de enero, algo que sucede cada 100 años.
Días después, en el extremo oriental del Mediterráneo, un frente
frío castigó con fuertes nevadas los campos de refugiados sirios. Y
el 26 de enero, Santiago de Chile alcanzaba por primera vez desde que
hay registros los 38,3º. Parece el argumento de la película
apocalíptica The Day After Tomorrow (estrenada en España en 2004
como El día de mañana).
Instituciones tan
prestigiosas como las Academias de Ciencias de Estados Unidos (NAS) o el
Consejo Europeo de Academias de Ciencia no solo han proyectado un
aumento de la frecuencia e intensidad de diferentes fenómenos
meteorológicos, también los han vinculado con el cambio climático.
Un informe de la organización europea publicado el año pasado
muestra que, mientras los eventos geofísicos como erupciones
volcánicas, terremotos o tsunamis apenas han aumentado desde 1980,
los episodios de sequías e incendios se han más que doblado o las inundaciones y las crecidas se han cuadruplicado.
¿Por qué el
cambio climático está extremando el tiempo? En la base del fenómeno
está un calentamiento global que se viene observando desde hace más
de un siglo. El aumento se ha acelerado desde 1960 y la temperatura
media mundial ha subido casi 1º. Las proyecciones del Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático para este
siglo van desde un incremento de apenas 1,7º hasta los 4,5º,
dependiendo del escenario más o menos optimista de emisiones de CO2.
Es este aumento de temperatura, que en regiones como el Ártico, es
aún mayor, el que está trastocando el tiempo y son los fenómenos
más dependientes de la temperatura en superficie los más alterados.
"Aumento en
la intensidad de las tormentas, mayor severidad de las sequías, olas
de calor, y, también, olas de frío", están, según el
climatólogo estadounidense Simon Yang, entre los fenómenos
meteorológicos extremos más alimentados por el calentamiento
global. Yang, profesor de climatología de la Universidad Estatal de
Utah publicó en 2017 con otros colegas el libro Climate Extremes: Patterns and Mechanisms (no traducido al español).
La obra muestra
que, aún siendo un proceso global, los distintos extremos son muy
variables y de impacto regional. En general, en las zonas tropicales,
el cambio climático está reforzando tendencias que vienen de antes,
como una mayor intensidad de las lluvias al tiempo que una duración
mayor de las sequías, como está sucediendo ahora en Australia.
Mientras, en otras latitudes, se está produciendo una mayor
frecuencia de eventos antes extraordinarios como tormentas locales,
sequías o inundaciones.
"En la
península ibérica, en el caso de que la temperatura global promedio
suba en 3º, se estimó que las sequías extremas podrían a llegar a
tener una duración de 7 meses si se usa como referencia el nivel de
aridez del periodo entre 1970-2000", recuerda el hidrólogo del
Centro Helmholtz para la Investigación Ambiental-UFZ de Leipzig
(Alemania), el ecuatoriano Luis Samaniego, experto en sequías e
inundaciones. "En Alemania, será alrededor de 3,5 meses. Por
supuesto que, para Europa Central, dichos eventos serán
catastróficos ya que ni la infraestructura ni los ecosistemas están
diseñados o adaptados a dichos periodos de escasez", añade.
El impacto sobre
la vida de tanto cambio también está siendo generalizado. "Un
caso significativo es el creciente número de periodos anormalmente cálidos al principio de la primavera... que han dañado a los
árboles florales al confundirles haciéndoles sentir que era más
tarde de lo que realmente era y, cuando el tiempo vuelve a sus
valores normales, las flores mueren", dice el profesor de la
Universidad Estatal de Kent (Estados Unidos), Scott Sheridan, que lleva años
investigando las consecuencias de los extremos climáticos en la
biodiversidad.
Antes de la
penúltima ola de calor que sufrió Australia, en noviembre pasado,
había en sur del continente unos 70.000 ejemplares de zorro volador
de anteojos, un murciélago de gran tamaño. Tras seis de días con
temperaturas máximas por encima de los 40 grados, había muerto un tercio de la especie. "Hemos documentado 31 casos de poblaciones
que se han extinguido localmente tras un evento extremo, la mayoría
tras ciclones y huracanes, pero también después de una sequía o
inundación", relata en un correo el investigador de la
Universidad de Queensland, Sean Maxwell, que en diciembre publicó un estudio sobre biodiversidad y fenómenos meteorológicos. Para él,
no hay que esperar al futuro para ser testigos de cataclismos
biológicos provocados por extremos climáticos.
En cuanto a los
humanos, basten tres datos entresacados del último informe de la
revista médica The Lancet sobre salud y cambio climático: Uno: hubo
tantos días de ola de calor que, de media, cada humano sufrió al
menos 1,4 días extremadamente cálidos. Dos: 30 países han visto
reducir sus cosechas tras una década de aumentos. Y tres: en 2017
hubo al menos 712 fenómenos climáticos extremos que provocaron unas
pérdidas estimadas de 284.000 millones de euros, el triple que en
2016.
Sin embargo, ni
las evidencias climáticas, ni los datos de su impacto en la salud ni
las estimaciones del coste económico parecen hacer mella en los
escépticos climáticos. En los convencidos, ni siquiera
experimentarlas en primera persona se impone a las creencias.
En septiembre
pasado, un grupo de científicos británicos y estadounidenses
publicaron un inusual estudio sobre extremos climáticos e ideología.
Entrevistaron a 3.000 estadounidenses sobre sus experiencias con
extremos climáticos en los últimos cinco años. El 2 2 % había
sufrido ya antes un vórtice polar como el actual, casi la mitad al
menos un episodio de sequías, un 20 % un tornado, casi un tercio
alguna inundación y un 17 % un huracán. "No encontramos pruebas
consistentes de que alguno de estos eventos afectara a las posiciones
sobre el clima en Estados Unidos a largo plazo", recuerda en un correo el
principal autor del estudio, el sociólogo de la Universidad de
Exeter, Benjamin Lyons, interesado en la percepción social del clima
y su reflejo en los medios. Bienvenidos a la era de los extremos
climáticos.
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Fuente:
Miguel Ángel Criado, Bienvenidos a la era de los extremos climáticos, 03/02/19, El País. Consultado 07/02/19.
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