La
socióloga analizó el impacto social de las actividades extractivas
en latinoamérica. Cierre de un ciclo.
Foto: Juan Pablo Sanchez Noli/ La Gaceta |
- El
libro tiene dos partes: debate sobre indianismo, desarrollo,
dependencia y populismo y una segunda parte en la cual se analiza qué
pertinencia tienen estos debates en el escenario político
latinoamericano en los últimos 15 años, en lo que podemos denominar
el “ciclo progresista”, que comienza en el año 2000 y que está
cerrando en estos años.
- El
período en el que emergen nuevos actores sociales en América
Latina...
-
Efectivamente; yo hablo de un cambio de época a partir del año
2000, signado por el ascenso de movimientos sociales de carácter
antineoliberal que cuestionaron el consenso de Washington y por la
emergencia de los llamados gobiernos progresistas: kirchnerismo,
Chávez, Correa, Evo Morales, el PT en Brasil. Es una denominación
genérica, la de gobiernos progresistas, que alude a la idea de
apuesta a los procesos de cambio, pero que presentan diferencias
específicas importantes unos de otros. En ese período, me interesa
particularmente analizar de qué manera están presentes esos cuatro
debates, si se articulan o si hay una colisión. Un ejemplo: en los
últimos 15 años hemos visto el avance del extractivismo en toda
América Latina. Lo que está ligado a la exportación de materias
primas o commodities, caracterizadas por la gran escala, lo que
produce una gran fragmentación e intervención en los territorios.
Esas actividades no sólo involucran la minería, sino el
agronegocio, los hidrocarburos no convencionales, las megarrepresas,
porque la generación de electricidad está muy ligada al sostén de
actividades extractivas. Y pone de relieve la expansión de la
frontera del extractivismo como nueva modalidad del capital; lo que,
por ejemplo, colisiona con el avance de los derechos de los pueblos
originarios.
-
¿Por qué se visibiliza ahora la relación entre medio ambiente y
política?
- Hay
una problemática ambiental que se instala en América Latina, pero
irrumpe porque viene de la mano con conflictos ambientales.
-
¿Tienen que ver también las nuevas Constituciones latinoamericanas?
-
Reconocen los derechos ambientales; ha habido una progresiva
emergencia de una conciencia ambiental en América Latina; pero lo
esencial es señalar que esto aparece de la mano de los conflictos
socioambientales o socioterritoriales ligados a esta actividad
extractiva. No olvidemos que en 2003 se da este boom de los
commodities; el alza del precio internacional de las materias primas,
que lleva a intensificar los proyectos extractivos orientados a la
exportación en América Latina, aprovechando las ventajas
comparativas y minimizando los conflictos ambientales y las nuevas
desigualdades que eso iba generando en los territorios en los que se
intervenía. Y todos los países latinoamericanos tienen conflictos
ambientales. Más allá de diferencias político-ideológicas, todos
apostaron por la exportación masiva de commodities como la vía más
fácil para tener una rentabilidad extraordinaria. Es cierto que cómo
dispusieron de esos fondos los gobiernos fue diferente según el
caso. No es lo mismo el gobierno de Evo Morales, más dirigido a un
proceso de democratización de la sociedad que en el caso peruano,
donde los niveles de desigualdad siguen siendo enormes, y los
procesos de represión han dejado 75 personas asesinadas entre
quienes se oponen a la megaminería. Todos apostaron por lo que yo
llamo el “consenso de los commodities” y han estigmatizado y
demonizado las luchas socioambientales. Y hablamos de Evo Morales, de
Correa o del kirchnerismo. Sí podemos decir que en Ecuador y en
Bolivia hubo un debate sobre estos temas, porque las nuevas
Constituciones latinoamericanas habilitaban los derechos de la
naturaleza en el caso de Ecuador, y de la Pachamama y el estado
plurinacional en Bolivia. En Argentina no hubo debate; el
kirchnerismo nunca quiso abrir la agenda a estos que constituyeron
sus puntos ciegos, y de los cuales no podía dar explicaciones. No
podía explicar la alianza con las grandes transnacionales mineras
como la Barrick gold, o con Monsanto, o con Chevron.
-
¿Cómo se entiende la paradoja de este progresismo ciego a la
cuestión ambiental?
- Es,
efectivamente, un dilema que muestra la tensión entre la expansión
de los derechos territoriales y la expansión de la frontera del
capital. El progresismo ha hecho muchos negocios con eso; y consolidó
un modelo de inclusión basado en el acceso al consumo. Un modelo que
ahora se cierra, con el final del superciclo de las commodities. El
progresismo ha minimizado las luchas socioambientales; creo que los
progresismos se han convertido en populismos de alta intensidad, con
fuerte concentración del poder político y una fuerte intolerancia a
la disidencia: no implicó un cambio de la matriz productiva ni de la
redistribución de la riqueza.
Fuente:
Maristella Svampa: "El progresismo minimizó las luchas socioambientales", 28/09/16, La Gaceta. Consultado 01/10/16.
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