domingo, 5 de agosto de 2012

Viedma, la capital inundable (primera parte)

El fuerte de Carmen de Patagones y el caserío que conoció el científico francés Alcide D'Orbigny, el cual ha dejado testimonio de una fuerte sudestada que padeció esa población en 1829.

Las capitales, productos de una elección geográfica y un equilibrio de fuerzas históricas, suelen ser mudables. Buenos Aires, resultante de ambos factores, consagrada como tal en 1880, comenzó a ser cuestionada de inmediato, su traslado al interior fue una demanda que acompañó su nacimiento. En 1985, el presidente Alfonsín anunció el proyecto de su reubicación, señalando como alternativa una localización hasta entonces no tenida en cuenta: Viedma. Zona inundable, castigada por sudestadas y crecidas, aquella imaginada capital en la parte baja del río Negro zozobró por la crisis económica, aunque sin ella hubiera corrido idéntica suerte por su inadecuado emplazamiento.

por Antonio Elio Brailovsky

Introducción: dónde llevar la Capital
En 1986, la Argentina decidió llevar su Capital a la Patagonia. Durante muchos años, las provincias del interior habían reclamado duramente contra el centralismo de Buenos Aires. La ciudad más rica y poderosa era también la Capital desde los tiempos del Virreinato del río de la Plata. Los porteños son odiados en la mayor parte del interior y estos enfrentamientos habían signado en el pasado una larga serie de guerras civiles.

Trasladar la Capital a otra parte era una vieja reivindicación de esas provincias, aunque en ningún momento se había llegado a un acuerdo sobre un sitio alternativo. Entre los lugares posibles, nadie había mencionado nunca la Patagonia. Hacía varias décadas que el debate estaba adormecido y no se mencionaba el tema.

La decisión política del entonces presidente Raúl Alfonsín fijó la oportunidad y el lugar: el área de Viedma- carmen de Patagones, en la desembocadura del Río Negro en el Atlántico. Iríamos "hacia el sur, hacia el mar y hacia el frío", en una epopeya de ocupación de territorios semivacíos de afirmación de la soberanía nacional.

La ilusión de recomenzar la historia otra vez desde cero, fundando la Capital, y con ella, el país en otro lugar, duró muy poco. Fue arrasada por la crisis económica de 1989, cuando el Congreso derogó la ley respectiva por falta de fondos.

En el ínterin, los especialistas más brillantes del país diseñaron la ciudad soñada. Atravesada por un río, a la manera de París: con abundancia de parques, como Washington, un lugar idílico y alejado del ruido y la confusión de la vida moderna. un lugar donde los gobernantes pudieran pasearse por los jardines y reflexionar allí sobre el destino de los hombres y de los pueblos.

Este equipo, sin embargo, quedó entrampado en su propia apuesta. Su función no era elegir el lugar más adecuado para la nueva Capital sino sólo justificar la decisión presidencial. Hoy podemos decir que la decisión fue errónea: las condiciones naturales de Viedma no la hacen apta para tal finalidad. Se trata de un asentamiento inundable, y que fue destruido por el agua en más de una ocasión.

El presente trabajo es, principalmente, la historia de un equívoco. Tratamos de contestar por que Viedma es inadecuada, por qué algunos de los más brillantes especialistas del país se equivocaron en apoyar la decisión presidencial y por qué la opinión pública aceptó el error.

Una de las llaves de esta explicación es que la herramienta intelectual que podía poner las cosas e su lugar es la historia ecológica, una disciplina que aún tiene un desarrollo muy escaso en la Argentina. Llamamos historia ecológica al análisis de la evolución de las relaciones entre naturaleza y sociedad y sus consecuencias sobre los ecosistemas y las sociedades humanas. Ello nos permite pensar los fenómenos en una perspectiva acorde con los tiempos de la naturaleza, que son distintos de los percibidos por las sociedades humanas.

Además, el tema de la percepción social de la naturaleza es una de las áreas de más reciente incorporación a las ciencias sociales. Los integrantes de cada grupo humano poseen una particular visión de los fenómenos naturales. Esto se vincula con el grado de desarrollo y la extensión del conocimiento científico, pero también con la estructura de conceptos y perjuicios dominantes, que condiciona la utilización de los conocimientos disponibles. En la sociedad argentina contemporánea parecen estar actuando los siguientes postulados en el imaginario social:
La ciencia y la técnica son capaces de solucionar cualquier problema originado en la naturaleza. Esto lleva a subestimar los riesgos por catástrofes naturales.
Los únicos ciclos naturales reconocidos son aquellos cuya duración es menor o igual a un año, sin que puedan percibirse ciclos de mayor amplitud.
Aquí queremos describir la forma en que actuaron estos factores sobre la decisión del traslado de la Capital. En particular, la forma en que esta percepción social de la naturaleza evitó que se tomaran en cuenta conocimientos que hubieran permitido descartar el lugar elegido.

Viedma y el río Negro
La ciudad de Viedma ha sufrido graves inundaciones a lo largo de su historia, sin que los sistemas de regulación y defensa hayan dado resultados satisfactorios. El río Negro tiene "bruscas variaciones de caudal y crecientes extraordinarias de violencia inusitada, que arrasan cuanto encuentran a su paso" (1). Estas variaciones de caudal constituyen uno de los problemas más críticos a enfrentar, y alcanzan magnitudes difíciles de imaginar. Por ejemplo, el río Negro registró en 1944 un caudal mínimo de 67 metros cúbicos por segundo (m³/s), en tanto que el año siguiente se registraron 6.000 m³/s (2).

Como consecuencia de estas variaciones bruscas, "todo el valle está expuesto a la eventual falta de agua con la consiguiente pérdida de cosechas y el azote más pavoroso de las crecientes con la inundación que en muchos casos provoca pérdidas totales de poblaciones, ganado, cultivos y aun de vidas humanas" (3).

Para evaluar el riesgo actual, veamos en qué consiste el problema: el río Negro es el resultante de la unión de las aguas de los ríos Neuquén y Limay, ambos provenientes de la Cordillera de los Andes. Su régimen es consecuencia de los regímenes combinados de ambos ríos. En la zona de su desembocadura inciden además la influencia de las mareas y las condiciones meteorológicas que afecta al área en que se encuentran reguladas, en tanto que otras son de regulación difícil y prácticamente imposible, como se verá más adelante.

El río Limay aporta aproximadamente dos terceras partes del caudal del río Negro, mientras que el Neuquén aporta el tercio restante, aunque con grandes variaciones. El Neuquén es netamente torrencial, en tanto que el Limay lo es menos, por la existencia de 37 lagos naturales en su cuenca, a los que se agrega el embalse Ezequiel Ramos Mexía, de El Chocón. Los lagos naturales y artificiales actúan como acumuladores de agua que retrasan las crecidas. Por supuesto que cuando las precipitaciones de a cordillera son muy elevadas, se supera la capacidad de retención de los lagos y se derraman grandes caudales sobre el río Negro.

Ambos ríos tienen dos períodos anuales de crecida: en otoño, que es la época de mayores lluvias, y en primavera, por el derretimiento de las nieves. Sin embargo, ambas crecidas no ocurren en los dos ríos al mismo tiempo. Las crecidas del río Neuquén llegan primero (por falta de lagos que regulen su cuenca), en tanto que las del Limay llegan más tarde (por la razón opuesta). Para que se produzca una gran crecida es necesario que haya lluvias continuadas, en forma que la crecida del Limay llegue cuando la del Neuquén aún no ha terminado de pasar.

A menudo se afirma que las crecidas del río Negro pueden ser completamente reguladas por la represa de El Chocón. Esta afrimación es sólo parcialmente cierta. por una parte, El Chocón registra graves fisuras y sería irresponsable someterlo a la presión que representa una gran crecida (N de la R: la nota fue escrita en 1993).

Pero aun cuando El Chocón estuviera en buen estado, no se puede pedírsele que actúe por encima de las posibilidades para las que fue diseñado. De hecho, El Chocón puede regular crecidas de escasa o de mediana importancia, pero existen elgunos factores que es necesario tener en cuenta:

El Chocón cumple con una función de generación de energía hidroeléctrica. Para ello, necesita tener la mayor cantidad de agua posible. Si, en cambio, se lo destinara a regular crecidas, habría que mantenerlo vacío, precisamente para retener el agua de la crecida y no dejarla pasar. Es decir, que: o habría que tenerlo sin funcionar, a la espera de lluvias extraordinarias que amenazaran inundaciones, o habría que usarlo solamente para producir electricidad, y olvidarse de regular inundaciones. Por supuesto que la situación no es tan extrema y El Chocón ha podido cumplir ambas funciones parcialmente en forma simultánea, pero, insistimos, sólo parcialmente. En la actualidad, su estado crítico lo limita aun más para cumplir ambas funciones. Sin embargo, sigue siendo una gran obra de ingeniería y eso le proporciona una imagen de omnipotencia en el imaginario popular.

El Chocón no tiene una capacidad infinita. Como cualquier recipiente, alguna vez se llena. Sin embargo, es un recipiente muy particular, ya que se trata de una presa de tierra. Si se permite que se llene completamente (y en su estado actual, bastante menos que hasta el borde), la presión del agua la destruiría y provocaría una catástrofe.

Sobre la magnitud de esta catástrofe no quisiéramos extendernos mucho, pero la previsión más realista es la de suponer la destrucción completa de todos los asentamientos ubicados aguas abajo de la represa (4).

Presa El Chocón

Este es el motivo por el que algunos países desarrollados prohíben todo asentamiento de población aguas abajo de una represa, en la zona que podría ser afectada por la onda de crecida en caso de romperse el dique. Nosotros, en cambio, trasladábamos la Capital Federal a dicha zona de riesgo. ¿Es, quizás, la fantasía de que la gran obra nos pone a cubierto de los peligros que ella misma genera? Hemos dicho que cuando El Chocón está a punto de llenarse, es necesario soltar agua para evitar su destrucción. ¿Cuánta agua? El contrato de concesión de Hidronor (5) establece que Hidronor se compromete a que el caudal del río no superará los 4.500 m³/s en General roca. retengamos esta cifra, porque con ese caudal, la inundación de Viedma es muy altamente probable. Esto último se debe a la forma en que es necesario soltar el agua del embalse. En casos de crecida natural, hay un pico de crecida y ésta después baja (la curva tiene forma de meseta). No puede soltarse menos, porque ello provocaría grandes presiones sobre el embalse, y no puede soltarse más, porque se superaría el caudal ya mencionado de 4.500 m³/s. Esta masa de agua continua terminará provocando efectos negativos a la altura de Viedma. Con respecto al río Neuquén, se confía en regular el excesos de agua desviándolo hacia el lago Pellegrini. pero este lago está actualmente preparado para uso turístico, difícilmente compatible con su inundación. por otra parte, el desvío de las aguas requeriría la voladura de un terraplén, tarea complicada y peligrosa de realizar en medio de tormentas invernales y caminos intransitables.

Estos riesgos se ven potenciados por la ubicación de Viedma, en la parte baja de la barranca del río Negro, en tanto que Carmen de Patagones se encuentra enfrentada a Viedma, en el bordo de dicha barranca. Así, viedma está entre 3,5 y 4,5 metros sobre el nivel del mar, en tanto que Patagones se encuentra 20 metros más arriba.

Cualquier propuesta para utilizar ambas riberas del río Negro debe tener en cuenta este hecho elemental: Carmen de Patagones está en una zona libre de crecidas, en tanto Viedma se encuentra dentro del mismo valle de inundación del río Negro y está sujeta a crecidas frecuentes, debemos agregar aun dos inconvenientes más:

Como se sabe, a medida que nos alejamos del Ecuador, las mareas tienen una mayor amplitud, la que, inclusive, dificulta el uso de varios puertos de la Patagonia durante varias horas diarias. pero existen aun mareas de mayor amplitud, en las cuales actúa conjuntamente la atracción de la luna con la del sol (6).

También los vientos patagónicos son famosos por su violencia. los huracanes del sudeste no son una excepción. Recordemos que cualquier viento fuerte que sople en dirección contraria a la corriente de un río provocará crecidas.

Con estos hechos, podemos preguntarnos cuál sería la suerte de Viedma en el caso de combinarse crecidas excepcionales con un huracán del sudeste en marea alta. La historia ecológica nos proporcionará algunas respuestas.

La primera destrucción de Viedma
El 23 de abril de 1779 Francisco de Viedma fundó la ciudad de carmen de Patagones, en la margen sur del río Negro, es decir, en el lugar que ahora ocupa Viedma (7). Esta ciudad fue completamente destruida por una inundación provocada por la combinación de una creciente del río con una sudestada, el 13 de junio del mismo año.

Con una sensatez envidiable, francisco de Viedma decidió abandonar un lugar tan poco apto para asentamiento urbano, y reconstruyó la ciudad en la margen norte del mismo río, donde aún se encuentra. La rapidez con que Viedma resuelve el problema de la localización merece un comentario especial. Por una parte, lo hizo en cumplimiento de las Leyes de Indias, que prohibían construir asentamientos en áreas inundables (8).

Pero además, una segunda aproximación nos lleva a pensar en una actitud cultural de percepción de los ciclos naturales y de adaptación a las restricciones que ellos imponen. Es significativo que las ciudades argentinas fundadas por los colonizadores españoles se encuentran en los lugares libres de crecidas.

Y que, en cambio, en muchos asentamientos fundados posteriormente, las inundaciones son frecuentes, como si existiera la fantasía de que la sola presencia de la ciudad pude cambiar las leyes naturales. Por esos tiempos, el jesuita Thomas Falkner estuvo en la zona y advirtió que este río "es muy rápido", y las avenidas muy extraordinarias, cuando las lluvias y niveles derretidas bajan de la parte occidental de la cordillera (...)

"Las avenidas de este río son tan rápidas y repentinas que, aunque se oiga a mucha distancia el golpe y el ruido que hacen entre bocas y peñas, apenas da lugar a las mujeres para bajar sus tiendas, y cargar se bagaje, ni a los indios para asegurarse y pasar sus ganados a las montañas. Estas avenidas causan frecuentemente muchas desgracias, pues, estando anegado todo el valle, arrastra su impetuosa corriente tiendas, ganados, y, algunas veces, ganados y niños" (9).

Es decir, que las corrientes "ocupan todo el valle", lo que equivale a decir que el valle de inundación del río Negro continuaba funcionando como tal cuando Falkner lo observó. Es similar a la descripción que realiza Ambrosio Cramer en 1822, quien agrega la frecuencia de inundaciones en lo que hoy es Viedma: "La población dicha del S. se compone de una docena de casas, situadas al otro lado del río, y precisamente al S. de la primera. Parece que este sitio es el que se había elegido para formar el establecimiento cuando llegaron las primeras familias, pero, espantadas por las mareas vivas, que algunas veces alcanzaban a cubrir toda la superficie de aquel terreno, pasaron al lado N. y se fijaron en la loma donde está el fuerte. Los pocos que quedaron están expuestos anualmente a dos o tres de estas inundaciones, y tienen entonces que refugiarse en las masas más elevadas, o en sus botes" (10) (La cursiva es nuestra, A. B.)

Un científico, testigo de la catástrofe
En 1829, el naturalista francés Alcides D'Orbigny se encontraba en Carmen de Patagones y fue testigo de la inundación que volvió a arrasar el rancherío o villorrio ubicado donde ahora está Videma. Su testimonio corrobora la violencia de las sudestadas y su importancia en las crecidas catastróficas: "El 29 (de mayo de 1829), uno de esos huracanes que se ven muy de tanto en tanto, distrajo nuestros temores acerca de los enemigos. El viento del sudeste soplaba con violencia extrema, arrasando espesas nubes que se abrían, y torrentes de lluvia inundaron la región. Jamás vi viento semejante y peor tiempo. El viento era tan violento que un jinete no hubiera podido sostenerse en su caballo. La noche siguiente fue terrible: el viento siguió soplando en la misma dirección.

"Las aguas del mar, violentamente rechazadas en la desembocadura del río, llegaban hasta el villorrio, y al amanecer se presentaba por todas partes un espectáculo desolador.

"Levantaba por lo menos más de quince a veinte pies sobre su nivel ordinario, las aguas cubrían todas las llanuras del sur, a tres leguas de anchura, y presentaban un vasto mar agitado, que no cesaba de aumentar, mientras una lluvia de lo más fuerte, impulsada por un viento impetuoso, apenas permitía mantenerse en pie.

"La población o villorrio de la otra orilla estaba, en parte, bajo el agua: el ganado se ahogaba en los corrales, y los pobladores que no pudieron huir subían a los techos de sus casas, pero éstas, construidas de tierra, socavadas por las olas, se derrumbaban sucesivamente, y arrastraban, en su caída, a familias enteras, que luchando contra la corriente, se asían a maderos flotantes y ganaban los techos todavía incólumes, sin que desde Carmen pudiera socorrérselas" (11).

Esta inundación causó numerosas muertes y la pérdida de muchas cabezas de ganado y la casi totalidad de los barcos anclados en el río. esta crecida fue de unos cinco a seis metros por encima del nivel habitual del río Negro. No necesitamos describir sus efectos potenciales sobre la Viedma actual ni sobre el asentamiento proyectado para futura capital de la Argentina. Es claro, además, que las crecientes originadas en sudestadas, mareas o combinación de aguas, no pueden ser reguladas por las represas ubicadas sobre los ríos Neuquén o Limay.

El texto de  D'Orbigny  fue leído en el Senado de la Nación en ocasión de debatirse el problema de la Capital.

El único comentario que suscitó fue la pregunta de "si no había registro más reciente" de inundaciones en Viedma (12).

Esto nos remite a lo ya dicho sobre la dificultad de reconocer ciclos naturales que no respondieran a un ritmo anual. Para el senador que formuló la pregunta, era claro que una inundación de un siglo y medio atrás era un fenómeno que debía ser desestimado, del mismo modo que se desestimaría un fenómeno social ocurrido en esa época (en función de incidencia sobre hechos actuales).

Sólo que los ritmos de la naturaleza no son los ritmos de las sociedades humanas. Al planificarse cualquier obra sobre un sistema hídrico, se tiene en cuenta lo que se denomina "la crecida decamilenaria". Es decir, la mayor crecida qque puede ocurrir en un período de diez mil años, y se planifica la obra de forma tal que pueda resistirla.

Aun más: algunos teóricos afirman que en el caso de asentamientos humanos (y mucho más en el caso de una futura capital) es necesario pensar, no en la crecida decamilenaria, sino en la crecida máxima posible, con independencia de su probabilidad de ocurrencia.

Es decir, que para algunos, diez mil años son pocos, en tanto que para otros, ciento cincuenta años son demasiados. Sostenemos que no se trata de diferencias subjetivas, sino que existen condiciones sociales, que dificultan la percepción de los ritmos naturales.

volviendo al testimonio de D'Orbigny, se trataba, evidentemente, de una época húmeda, yq que el 27 de agosto de 1833 el piloto Descalzi, que estaba en la expedición de Rosas, anotó lo siguiente, en el paraje india Muerta: "los campos están anegados con la creciente del río, al cual en este estado me atrevo a compararlo con el Paraná" (13).

Ver segunda parte

Referencias:
1. Misa, Graciela, La Patagonia: el potencial hídrico, Buenos Aires, CEAL, 1978.
2. Aparicio y Difrieri, La Argentina, suma de geografía, buenos Aires.
3. Perazzo, Roberto y Ferrari Bono, Bruno, "Hidrología e hidrografía", en Plan de desarrollo agrícola del valle de Viedma. Consejo Agrario Nacional - Intaconsult, 1960.
4.  Martiarena, humberto, discurso en: El traslado de la Capital, Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nación, 1987.
5. Hidronor, Contrato de consesión.
6. Cousteau, Jacques Yves, Enciclopedia del mar, Buenos Aires, hyspamérica, 1985.
7. Viedma, Francisco de, Informe sobre el asentamiento del río Negro, buenos Aires. Colección Pedro de Angelis, Plus ultra, 1969.
8. Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias, lib. IV, tit. 7, leyes I y III, Madrid, 1841.
9. Falker, Thomas, Descripción de la Patagonia, Colección Pedro de Angelis, Plus Ultra, 1969.
10. Cramer, Ambrosio, Reconocimiento del fuerte del Carmen del río Negro, Colección Pedro de Angelis, Plus Ultra, 1972.
11. D'Orbigny, Alcides, Viaje a la América meridional, Aguilar, Madrid, 1952.
12. En El traslado... op. cit. en ref. 4.
13. Descalzi, Nicolás, Informe y diario de navegación del río Negro, 1833.
Fuente:
Viedma, la capital inundable, por Antonio Elio Brailovsky, Todo es Historia nº 306, enero 1993, pg. 60.

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