Postales de la catástrofe y de un ritmo de ciudad que se verá totalmente alterado. Como en la pandemia, pero ahora el virus que amenaza es el clima.
Por Maximiliano Allica
Un hombre entrado en sus 60 husmea alguna de las cosas apiladas en la vereda. Es Soler al 300, pero podría ser cualquier cuadra. Mira, toca, levanta. Busca algo que le sirva.
Pasaron varios días, pero las huellas permanecen y van a quedarse algunas semanas más. Las materiales. Las otras, las de la cabeza, vinieron sin fecha de vencimiento.
Las imágenes se atropellan: viernes el agua, sábado la tierra arrasada, domingo los objetos de toda una vida convertidos en basural. El día siguiente, otra vez domingo, seguido por otro domingo. La sensación de no saber qué día es.
Dos vecinos de hola y chau se abrazan y lloran. El miedo. A la próxima lluvia, a que la casa sea irrecuperable, a cómo voy a hacer para volver a comprar todo lo que perdí. El miedo a volver a casa, mi casa, nuestra casa, aunque las paredes sigan en pie.
Napostá y Universitario, dos de los barrios más lindos, convertidos en un páramo.
En un cordón de Casanova, a metros del Paseo, un piano destartalado. Solía inundar de música la cuadra, Virus y Charly García. A su lado, ennegrecido, un portarretratos que hasta hace poco le sonreía al pianista.
En Florencio Sánchez, el tapizado roto de un sillón que ya no será más descanso diario. Una mesita de luz con cajones llenos de objetos cuyo dueño no recordaba. Ahora aparecen y sacuden la memoria. El esfuerzo de años esperando a los camiones de basura.
Un grupo de chicos con camisetas de un club que se mete a ayudar en la casa de alguien que no conocen. Una tienda de comida de mascotas que amontona bolsas en una esquina. Una moto que esquiva los nuevos cráteres de 12 de Octubre. Dos pibes que se embarran las patas haciendo unos toques.
En los edificios, el agua que se desagota y vuelve a subir. Las napas. En muchos todavía no hay luz ni agua corriente. Las escaleras obligatorias, los cuádriceps que duelen. Las "evacuaciones" a lo de un pariente o un amigo, aunque sea un par de noches.
Frente al Canal Maldonado, el derrumbe. Y los peligros de derrumbe. Gente que no va al trabajo, que no puede ir. Las crisis de nervios. Los ruidos nuevos cuando oscurece, los sobresaltos, el acecho de la delincuencia, los ataques de pánico.
El llanto incontenible cuando viene algún conocido con alimentos, productos de limpieza y otras ayudas. Parches en los techos, nylon en las ventanas, cataratas de lavandina en pisos y paredes. El olor a podrido que se va un rato. Pero el muy puto vuelve.
Las nuevas categorías ciudadanas frente a la catástrofe. Yo perdí todo, yo zafé, a mí me entró agua pero comparado con otros...
La solidaridad de millones. La organización inabarcable de todas las donaciones. Los que vienen con soluciones, los que vienen con buenas intenciones. Los caranchos y los ridículos. Enrique Piñeyro. Marquitos Di Palma. Los tira bombas de la tele. El marido de Pampita. Exmarido.
El primer alerta meteorológico post inundación. La suspensión de las clases, de los colectivos. El encierro preventivo. Los barbijos. Otra vez encierro y barbijos, para protegerse de otra forma de pesadilla.
Como dice mi amigo Prieta, Bahía Blanca vive su propia pandemia, la del clima. Ahora el virus que nos amenaza viene del cielo, aunque también nos desborda desde el suelo. Todas las rutinas, quién sabe por cuánto tiempo, van a cambiar. Las actividades laborales, escolares, recreativas. Todo.
La oferta comercial también. Hoy muchos locales arman remates con lo poco que sobrevivió. ¿Tienen que pagar igual el alquiler? ¿Qué culpa tiene el inquilino de semejante saña de la naturaleza? ¿Qué culpa tiene el propietario? "¿Te tengo que pagar igual el alquiler si el local está todo roto, por qué?".
¿Y los proveedores? ¿Y los servicios, la luz, el gas? ¿Y el mes que viene?
El mes que viene. La semana que viene. Las próximas alertas.
Una nueva "nueva normalidad" nos espera. Aunque no la esperábamos, no la queríamos, no la queremos, queremos que se vaya. Por un tiempo, quién sabe cuánto, lo normal será la locura.
Fuente:
Maximiliano Allica, Las cosas que perdimos en el agua (Bahía Blanca blues), 18 marzo 2025, La Nueva.
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