La proliferación nuclear, la gran cantidad de armas nucleares existentes y la radicalización de las acciones terroristas hacen que la amenaza del terrorismo nuclear sea real, grave y un motivo más para rechazar esta energía. La infraestructura de energía nuclear es un objetivo atractivo para las insurgencias activas.
Por Juan Vernieri
Los ataques a las Torres Gemelas en los Estados Unidos ponen de manifiesto que la amenaza de terroristas bien organizados a escala mundial, empeñados en causar la destrucción en masa, no es hipotética sino real.
Las reservas mundiales de materiales nucleares son cuantiosas y generalizadas. Un decenio después del fin de la Guerra Fría existían todavía unas 30.000 armas nucleares en el mundo. Según las estimaciones, las reservas mundiales de plutonio separado y de uranio muy enriquecido, componentes esenciales de las armas nucleares, incluyen unas 450 toneladas de plutonio separado de los sectores militar y civil, y más de 1.700 toneladas de uranio muy enriquecido.
Suponemos que la mayor parte de esas armas y materiales son contabilizados y protegidos razonablemente bien. Sin embargo, no es así, los niveles de seguridad y contabilidad de los materiales en los sectores militar y civil a veces son deficientes.
Para las tecnologías nucleares, el sabotaje no es la única preocupación. El robo y el tráfico, ya sea con fines de lucro o terrorismo, son muy posibles. Hay bandas con suficiente organización como para robar materiales radiactivos y comercializarlos entre las organizaciones terroristas.
En 2017, el grupo terroristas ISIS, pudo desarrollar en secreto un programa de armas químicas, además, trató de adquirir materiales radiactivos; y operaba la red de contrabando más grande del cercano oriente, incluidas las rutas para el tráfico de armas.
En Yemen, los hutíes, una milicia alineada con Irán, atacó Abu Dabi en 2022 y amenazó con atacar su planta de energía nuclear. Un desastre tal en el área de envío de petróleo más activa del mundo, el Golfo Arábigo, pondría en riesgo un tercio de la producción mundial de petróleo y la economía global.
En un entorno tan arriesgado, cualquier programa de energía nuclear debe adoptar medidas adicionales para evitar robos o sabotajes, sobre la base de evaluaciones periódicas de riesgos. (Fuente: Bulletin of the Atomic Scienstists).
El extravío, el robo y el tráfico de materiales radiactivos es más común y frecuente de lo que se cree. Son numerosos los robos, aunque no siempre lo sustraído serviría para fabricar bombas.
En 1995, el Organismo Internacional de la Energía Atómica (IAEA), creó una base de datos de incidentes sobre delitos con material radiactivo. Desde entonces se han notificado más de 3.500 hechos; aproximadamente en el 10 % de los casos se ha confirmado que están relacionados con casos de tráfico ilícito o uso doloso. El resto han sido incidentes sobre los que no se ha podido establecer relaciones con el tráfico ilícito o el uso doloso.
En el último decenio se ha notificado a la base de datos más de 250 robos de fuentes radiactivas; alrededor de un tercio de ellas no se recuperaron y se desconoce su paradero.
Hay mucho plutonio en el mundo desde donde se pueden abastecer las organizaciones terroristas. Actualmente, es considerado desecho de imposible eliminación.
En 2016, por acusaciones cruzadas de incumplimientos, se suspendió el acuerdo suscrito entre Estados Unidos y Rusia para deshacerse de 34 toneladas de plutonio cada uno, consumiéndolas en reactores. Las acciones de los gobiernos en esta materia no son siempre transparentes. Ambos países disponen cantidades importantes de plutonio. Además, el Reino Unido en Sellafield dispone plutonio como para 20 mil bombas y otro tanto Francia en La Hague.
En febrero de 2009, dos sujetos a cara descubierta asaltaron en la madrugada las instalaciones de una empresa de servicios petroleros radicada en el Parque Industrial de Neuquén y robaron un recipiente de plomo en cuyo interior había una pastilla radiactiva.
El robo, con muchos ingredientes misteriosos, armó un revuelo que puso en alerta a toda la policía y a la Comisión Nacional de Energía Atómica, cuyos expertos viajaron de urgencia a la provincia.
El contenedor es inviolable y los ladrones no se llevaron una llave especial que permite acceder al cesio-137, un isótopo radiactivo.
Los sujetos redujeron al sereno y le exigieron las llaves del búnker donde la empresa guarda varios contenedores similares. Se llevaron solo uno, y escaparon. Los autores sabían lo que fueron a buscar. Se especula que venderían el producto a una organización terrorista o pedirían rescate. No es comercial y no se puede reducir en el mercado.
En diciembre de 2013, en México, un grupo de personas robaron un camión que transportaba equipo médico en desuso que contenía dos kilos de cobalto-60. El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos y el OIEA emitieron alertas para localizar el cobalto.
El material se recuperó en días, pero seis meses después ocurrió otro robo, en junio de 2014, cuando ladrones se llevaron un vehículo que transportaba cesio-137 y americio-241, que también fue recobrado.
Y semanas más tarde, el 4 de julio, se reportó el hurto de una camioneta que transportaba un equipo con iridio-192, material radiactivo utilizado para mediciones industriales. Fue localizado al día siguiente.
En próxima nota veremos otros episodios de robos de material radiactivo.
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