martes, 12 de septiembre de 2023

Principales razones para rechazar la energía nuclear | 19.° parte

La proliferación nuclear, la gran cantidad de armas nucleares existentes y la radicalización de las acciones terroristas han despertado una nueva amenaza: el terrorismo nuclear.

Por Juan Vernieri

El uso de armas nucleares o radiológicas, y el ataque a instalaciones nucleares, con el fin de infundir terror en la población, lo llamamos terrorismo nuclear.

Los Gobiernos de Rusia, Estados Unidos, Francia y Reino Unido ya han declarado que la mayor amenaza a que se enfrentan sus sociedades es el uso terrorista de un arma de destrucción masiva.

Hay discrepancias acerca de cómo defenderse en esta situación, pero lo que parece estar claro es que la civilización es vulnerable, lo sucedido a las Torres Gemelas lo demuestra.

Existe temor, sobre todo en la sociedad occidental, de que se produzca un ataque terrorista utilizando tecnología nuclear.

La inseguridad derivada del riesgo de terrorismo nuclear constituye otra de las razones para rechazar la energía nuclear.

La energía nuclear siempre ha estado expuesta a los debates más intensos y a la crítica de sectores ecologistas y pacifistas que han abanderado tradicionalmente esta lucha. Por su parte, la industria energética intenta maquillar los riesgos en forma permanente.

Los terroristas podrían provocar la explosión de un artefacto o realizar un ataque a una instalación nuclear. La explosión podría ser de un arma nuclear real, de un artefacto nuclear improvisado o de un arma de dispersión radiológica.

Hay numerosas instalaciones nucleares que podrían elegirse objetivos: una central nuclear, un reactor de investigación o un centro de almacenamiento de desechos radiactivos. Podrían incluso ser atacados con armas convencionales y provocar gran dispersión de radiación.

El número de grupos terroristas con capacidades y motivación suficiente para utilizar armas nucleares es relativamente pequeño. Sin embargo, se sabe que Irak y Afganistán constituyen un paraíso para el entrenamiento de grupos islamistas en tácticas de ataques terroristas cuidadosamente planificados.

El grupo japonés AUM Shinri Kyo sorprendió intentando hacerse con armas nucleares. Aunque hasta ahora infructuosos, estos intentos deben servir para alertar a los Servicios de Inteligencia sobre la existencia de grupos terroristas que buscan disponer y usar este tipo de armas.

En general, los Estados con armamento nuclear mantienen sus arsenales bajo estrictas medidas de seguridad, pero no debe desestimarse la posibilidad de que un grupo terrorista se apodere de un arma nuclear, u obtenga materiales radiactivos de otros usos, como medicinales, investigación, industrias, etc.

Existe una forma inmediata para un grupo terrorista de obtener un arma nuclear: mediante su transferencia por un Estado afín a su causa. Un arma nuclear completamente operativa podría ser suministrada por un Estado que pretendiera su uso contra un Estado enemigo con la esperanza de poder negar su procedencia y así evitar represalias. Esta combinación de «Estado malvado» y de terroristas de destrucción masiva es el peor escenario posible.

Corea del Norte abandonó en el 2003 el Tratado de No Proliferación y el hecho que haya demostrado posesión de armas nucleares es una preocupación debido a la tendencia de este país a proporcionar sistemas de armas al mejor postor.

Aún más preocupante es el caso de Irán. Aunque repite sin descanso que su programa nuclear se limita a aplicaciones civiles, Estados Unidos e Israel no están dispuestos a asumir el riesgo de que un Estado que apoya a grupos terroristas como Hezbolá y que desea oficialmente la desaparición de Israel, pueda hacerse con armas nucleares.

Uno de los principales protagonistas del programa de armas nucleares de Pakistán, ha confesado que en el periodo comprendido entre 1989 y 2003 estuvo proporcionando información y material muy sensible a Libia, Irán y Corea del Norte para sus respectivos programas de armas nucleares.

Desde la desaparición de la Unión Soviética, existe una gran preocupación por la posibilidad de que los desmoralizados y mal pagados guardianes de sus instalaciones nucleares pudieran ceder ante el soborno de grupos terroristas. El gran tamaño del arsenal nuclear ruso, y la infraestructura necesaria para producirlo, transportarlo y mantenerlo, dificultan aún más su correcta protección.

La probabilidad de que una organización terrorista adquiera un arma nuclear directamente de un Estado que las posea es muy baja, aunque un hecho semejante sería lo suficientemente grave como para que merezca una seria consideración y preocupación.

Si las medidas de seguridad que rodean a las armas nucleares disuadieran a un grupo terrorista de intentar hacerse con una de ellas, podrían intentar adquirir material físil para fabricar una de modo casero.

Lo más dificultoso para que una organización terrorista fabricara un explosivo y detonara en un objetivo prefijado, sería la obtención del material físil y la fabricación del artefacto; le requeriría una elevada capacidad técnica.

En próximas notas veremos cantidad de robos de sustancias radiactivas.


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