En nota anterior dijimos que el drama de la limpieza de Hanford, la primera fábrica norteamericana de plutonio, se repetía en otros lugares del globo. La historiadora Kate Brown describió y comparó las situaciones de las poblaciones de Richland, Washington, Estados Unidos, y Ozersk, Rusia, y puso en evidencia la huella nuclear que dejó la carrera armamentista y el enorme precio a pagar por ella.
Por Juan Vernieri
Kate Brown en su libro Plutopia: Nuclear Families in Atomic Cities and the Great Soviet and American Plutonium Disasters (Oxford, 2013), brinda el primer relato definitivo de los grandes desastres de plutonio de los Estados Unidos y la Unión Soviética.
Brown se basa en registros oficiales y docenas de entrevistas para contar las extraordinarias historias de Richland y Ozersk, las dos primeras ciudades del mundo en producir plutonio.
Para contener secretos, los líderes estadounidenses y soviéticos crearon Plutopías: comunidades de familias nucleares que viven en ciudades atómicas de acceso limitado y altamente subsidiadas.
Plenamente empleados y supervisados médicamente, los residentes de Richland y Ozersk disfrutaron de todos los placeres de la sociedad de consumo, mientras que, a los inmigrantes, prisioneros, y soldados, se les prohibió la entrada a Plutopía: vivían en “campos de concentración” temporales y realizaban el trabajo más peligroso en la planta.
La autora muestra que la segregación de las plantas de trabajadores permanentes y temporales y de zonas nucleares y no nucleares produjo una burbuja de inmunidad, donde los vertederos y los accidentes se encubrieron y los gerentes de planta malversaron y contaminaron libremente.
En cuatro décadas, las plantas de Hanford y de Ozersk, emitieron cada una en el entorno circundante, el equivalente a cuatro Chernobyls, arrasando cientos de kilómetros cuadrados y contaminando ríos, campos, bosques, y suministros de alimentos.
Debido a las décadas de secreto, los vecinos de las plantas de plutonio, situados a favor del viento y río abajo, tuvieron dificultades para probar lo que sospechaban, que la erupción de enfermedades, cánceres y defectos de nacimiento en sus comunidades fue causada por las emisiones radiactivas de las plantas.
Plutopía tuvo éxito porque, en su aislamiento zonificado, parecía cumplir las promesas del sueño americano y del comunismo soviético; en realidad, ocultó desastres que siguen siendo muy inestables y amenazantes en la actualidad.
Plutopía, una pieza no contada y profundamente importante de la historia de la Guerra Fría, invita a los lectores a considerar la huella nuclear que dejó la carrera armamentista y el enorme precio a pagar por ella.
En otros países se actuó en forma similar. Francia tiene en La Hague, Normandía, la planta más importante del mundo que reprocesa combustibles gastados, obteniendo plutonio y uranio para fabricar combustibles. Tuvo origen militar, fabricó plutonio para las bombas atómicas francesas durante la Guerra Fría.
El mantenimiento militar en la planta se cortó alrededor de 1969, y se convirtió en una planta de procesamiento de combustible civil. Grandes cantidades de plutonio y residuos nucleares están almacenadas, creando un riesgo de proliferación peligroso. La descarga radiactiva de la planta contamina el mar y el aire. Hay cañerías que conducen residuos nucleares líquidos al canal de la Mancha. Varios estudios han mostrado mayores tasas de leucemia infantil en el área.
Debido a sus propiedades peligrosas, la planta está muy protegida con 7 kilómetros de cercas y 150 guardias de seguridad.
Como hemos visto, los desechos nucleares de la producción de electricidad serán radiactivos por miles de años, pero al menos al retirarlos de los reactores, se encuentran empaquetados en forma concentrada relativamente “fácil” de manipular por aparatos robóticos, en cambio, los desechos de la fabricación de bombas nucleares de plutonio han creado un problema insoluble hasta ahora.
Se está investigando en todo el mundo en busca de la forma de almacenar definitivamente a los residuos de alto nivel y apartarlos permanentemente de la biosfera. Hay que guardar de forma segura esa basura nuclear durante un período de más de un millón de años. Es el lapso necesario para que la radiactividad decaiga hasta intensidad comparable a la radiación de las tierras naturales que contienen uranio. Un almacén permanente de los residuos atómicos no debería radiar pasado ese tiempo más que estas.
El Reino Unido también tiene su legado en Sellafield, acumuló plutonio como para fabricar 20 mil bombas. Ese plutonio es ya un desecho sin destino. También se descargan por cañerías residuos nucleares líquidos al mar.
Es poco probable que se establezca un sitio en Reino Unido para un Almacén Geológico Profundo (AGP) durante al menos otros 15 años. Algunos expertos cuestionan si alguna vez debiera construirse. Entre ellos se encuentra el doctor Paul Dorfman, miembro asociado de la unidad de investigación de políticas científicas de la Universidad de Sussex y presidente del Grupo de Consultoría Nuclear. “La disposición geológica es un concepto, no una realidad”, explica.
“Existe una incertidumbre científica significativa sobre si los materiales que se utilizarán pueden sobrevivir a las depredaciones del tiempo”. El cobre es inoxidable, pero… ¿Por cuánto tiempo?
“Si no puedes deshacerte de los desechos, no puedes producir más, lo que significa que la energía nuclear depende completamente de la idea de que puedes deshacerte de estos desechos”, dice.
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