Las guerras y enfrentamientos que el hombre ha mantenido en los miles de años transcurridos desde que superó la etapa de las cavernas, han dejado innumerables consecuencias que, además de poner de manifiesto su irracionalidad, muestran claramente los daños que se hace a la humanidad por mantener el dominio de unos hombres sobre otros. Sin contar las anteriores a la era cristiana, son más de 30.000 las guerras habidas.
por Juan Vernieri
La primera consecuencia por consignar es la pérdida de vidas humanas. La Segunda Guerra Mundial es la guerra que mayor número de muertes ha dejado en la historia, tanto civiles como militares. El cálculo ha sido objeto de numerosos estudios. Los historiadores dan una cifra media de 60 millones de fallecidos. Estas estimaciones oscilan entre 45 y 70 millones, no hay datos exactos, pero si aproximaciones según diferentes criterios.
Una secuela persistente de la violencia humana, son las cerca de 70 millones de minas antipersonales dispersas por los cinco continentes, que diariamente provocan la inesperada muerte, o la mutilación de miembros, a decenas de personas en todo el planeta. El bajo costo de estas minas, las hacen apreciadas para frenar el avance de los ejércitos sobre posiciones propias, con el accesorio y cruel efecto, considerado ventaja, de provocar heridos que requieren esfuerzo económico, de infraestructura y sanitario para la atención en hospitales, su rehabilitación, las prótesis, etc. Los muertos no generan tantos gastos.
Repercusión de la más sofisticada y tecnológica “guerra fría”, es la contaminación esparcida e indiscriminada, que llega hasta los últimos rincones del planeta, como el cesio 137, isótopo radiactivo derivado de las pruebas nucleares.
En una clase en Carolina del Norte sobre la alimentación, el profesor quedó atónito cuando detectó los niveles del isótopo encontrados en una muestra de un pote de miel, que uno de sus estudiantes había comprado en un mercado de agricultores cercano: era 100 veces más alto de lo común.
El efecto acumulativo de más de 500 detonaciones experimentales, que realizaron las grandes potencias nucleares, liberó a la atmósfera una inmensa cantidad de radiación ionizante que ascendió a la estratosfera y se distribuyó por todo el globo, antes de caer con las lluvias. Por ello, esas partículas radiactivas se pueden encontrar en todos los continentes y hasta en el fondo de los océanos. En Argentina se encuentra cesio en análisis de aguas.
De todos los isótopos esparcidos, el más abundante es el cesio, si bien no es muy peligroso, es muy soluble en agua y químicamente tóxico de manera suave. Después de su ingestión, el cesio se distribuye en el cuerpo, más o menos uniformemente, alcanzando las concentraciones más altas en los tejidos ricos en potasio, como en músculos y el corazón, alcanzando concentraciones más bajas en huesos. Constituye un grave peligro a medio plazo. Consumido, según cantidad, puede llegar a afectar considerablemente la salud, de ahí la peligrosidad de la miel contaminada.
Investigando porqué la miel producida en la costa este de Estados Unidos, que no recibe mayores precipitaciones, resulta la más contaminada con cesio, los técnicos concluyeron que la razón de este fenómeno es que, en esta zona, el suelo contiene bajos niveles de potasio, un elemento que las plantas absorben como nutriente. El potasio y el cesio tienen ciertas similitudes a nivel atómico, así que, cuando las plantas no pueden obtener suficiente potasio, absorben cesio, incluso el radiactivo, luego el elemento termina en el néctar de las plantas y, por consecuencia, se concentra en la miel.
Por supuesto que no todas las derivaciones de las guerras fueron negativas. Sin detallar los avances de la medicina y de otras ramas de la ciencia, podemos citar como ejemplo de consecuencia positiva de la guerra fría, muy aprovechada en la actualidad, uno de los inventos que cambiarían el mundo para siempre, facilitando la comunicación entre personas muy distantes, sin necesidad de estar conectados a un cable, fue el teléfono móvil (celular), cuyo primer modelo salió al mercado en 1983, durante la Guerra Fría.
Las armas nucleares, que nunca debieron haberse inventado, han resultado, hasta ahora, eficaces como instrumentos de prevención de la guerra, nos guste o no. Cuando las dos grandes potencias, aseguraban que cualquier ataque, tendría represalias apocalípticas, significó que, a partir de entonces, otra conflagración mundial es inconcebible. Los estados nucleares siguen en la carrera de armamentos, sin embargo, nunca entre ellos hubo conflicto abierto y ningún país con arma nuclear ha sido invadido. Pero eso es así, lamentablemente, hasta que aparezca un líder loco, como los que el mundo ha sufrido, y apriete el botón rojo que desatará el tan mentado apocalipsis, riesgo que nos acompañará por el resto de la vida civilizada.
Para algunos, no fueron las armas nucleares sino, más bien, la influencia de las instituciones internacionales, los intercambios mundiales y la interdependencia de las economías, lo que han garantizado la paz entre las grandes potencias durante estos últimos 75 años.
La energía atómica es la moderna “Caja de Pandora”
que la humanidad nunca debiera haber abierto.
Entradas relacionadas:
Asombrosa inconsciencia de la humanidad (XIX)
No hay comentarios:
Publicar un comentario