sábado, 26 de marzo de 2022

Asombrosa inconsciencia de la humanidad (XIX)

El calentamiento global pone en peligro las capas de hielo de la Antártida. Ahora, el gigantesco glaciar Thwaites amenaza con desprenderse. Si eso ocurre, el resultado sería un enorme aumento del nivel del mar.

por Juan Vernieri

El glaciar Thwaites es uno de los más grandes de la Antártida. Su área total es de 192.000 kilómetros cuadrados, superior a la provincia de Mendoza. Un tercio lo constituyen capas flotantes de agua congelada como plataforma de hielo, a donde ningún ser humano ha llegado hasta el momento. El Thwaites está evitando el aumento del nivel del mar en todo el mundo; su plataforma ha actuado como muro de contención ante el glaciar que avanza desde tierra firme. El problema es que la plataforma de hielo se está resquebrajando cada vez más.

Los investigadores advierten de un “cambio dramático” en el glaciar. En los próximos tres a cinco años, una sección del Thwaites de 45 kilómetros de largo que flota en el mar podría romperse “como el parabrisas de un coche”, dijo a la BBC el glaciólogo TeScambo.

Un quiebre en la plataforma de hielo tendría consecuencias de amplio alcance: hasta ahora, fue el muro de contención de los hielos que bajan del glaciar. Si la plataforma de hielo desaparece, el hielo del glaciar fluirá sin freno hasta el mar. Gran parte del glaciar podría colapsar y convertirse en icebergs que flotarían libremente, temen los investigadores.

Además, el aumento de la temperatura del mar socava cada vez más el enorme glaciar, en cuya parte inferior hay enormes huecos derretidos que han generado cuevas de hielo. El flujo de salida de agua del glaciar, sometido a control científico, se ha duplicado en los últimos 30 años.

En la bahía Pine Islands, además del Thwaites desemboca el glaciar Pine Island. El inminente colapso del Thwaites, tendría consecuencias catastróficas. Si eso ocurriera, el aumento global del nivel del mar sería de 65 centímetros, en promedio. Sería apenas el comienzo. Como Thwaites actúa como tapón y ralentiza el flujo de los glaciares vecinos, también es conocido como glaciar del Día del Juicio Final, o Doomsday. Su colapso podría dejar paso libre a gran parte del hielo antártico, cuya llegada al mar elevaría su nivel en hasta 3,30 metros, según algunos científicos.

En el Ártico, en Groenlandia hay similares situaciones que preanuncian fatalmente el aumento del nivel de todos los mares, con consecuencias difíciles de predecir. No obstante es fácil advertir lo que sucederá en la isla Runit perteneciente al atolón de Enewetak, en el centro del Pacífico.

En los años 50 una bomba nuclear llamada “Cactus” lanzada por Estados Unidos en la isla Runit cerca de las Islas Marshall, dejó un enorme cráter. A finales de la década de 1970, más de 4.000 soldados estadounidenses pasaron tres años recogiendo restos radiactivos en seis de las islas del atolón para colocarlos en el cráter dejado por la prueba “Cactus”.

El domo de Runit

Sobre el cráter se construyó una estructura de concreto para encapsular el material radioactivo dejado por las 67 pruebas nucleares realizadas entre 1946 y 1958, en los atolones de Bikini y Enewetak. En total, se estima que la estructura, que llaman «la Tumba», recubre al menos 73.000 metros cúbicos de material radioactivo, incluyendo plutonio-239, una de las sustancias más tóxicas del planeta. Y la cúpula de concreto de medio metro de espesor que sobresale entre los arbustos y palmeras que renacieron, no es el único recuerdo de las brutales detonaciones. Cuatro de las 40 islas del atolón fueron completamente vaporizadas por las pruebas, con cráteres de kilómetros de diámetro remplazando a algunas de ellas.

El problema es que el domo de Runit -que fue concebido como una solución temporal y lleva ya más de 50 años- presenta grietas en la superficie, y charcos con líquidos salobres a menudo se forman a su alrededor. En inconcebible muestra de irresponsabilidad, Estados Unidos no selló el fondo del domo con concreto, antes de almacenar el material radioactivo, por considerarlo demasiado costoso, lo que significa que la estructura se construyó solo para tapar la basura, nunca ha sido realmente capaz de evitar filtraciones. Las aguas subterráneas contaminadas provenientes del Domo, fluyen hacia el entorno marino subterráneo cercano. Eso no necesariamente se traduce en un aumento significativo de los niveles de contaminación porque toda el área circundante ya está bastante contaminada. La operación de limpieza, después de las pruebas nucleares, recogió menos del 1 % del material radioactivo generado.

La “Tumba” nuclear está comenzando a resquebrajarse y sucede que, además, los mares han aumentado su nivel en el área unos 7 milímetros por año desde 1993, por lo que el agua ha comenzado a filtrarse en el suelo debajo de la cúpula. Las mareas crecientes amenazan con sumergir la Tumba o abrirla. Está llena de contaminantes radiactivos incluido, como dijimos, el plutonio-239, una de las sustancias más tóxicas conocidas por el hombre.

Para el 2030, el mar podría estar entre 3 y 16 centímetros más arriba. Para 2100, la Tumba podría estar totalmente sumergida. Tal desastre enviaría aún más desechos radiactivos al océano, lo que obligaría a los 800 habitantes a abandonar las islas de la región. Es de imaginarse las consecuencias para los habitantes, la fauna y la flora marítimas.

LA HUMANIDAD, NO MIDE LAS CONSECUENCIAS A LARGO PLAZO DE SUS ACTOS.


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