viernes, 17 de enero de 2020

Temor en Lituania por una nueva central nuclear bielorrusa cerca de su capital

Una pesada herencia de la ex Unión Soviética: los dos reactores de la central nuclear de Ignalina, Lituania, aún tienen que ser desmantelados. Foto: Carlos Rosillo / El País.

Vilna se prepara para lo peor con pastillas de yodo y simulacros de alertas nucleares.

por Gonzalo Aragonés

Cuando en el 2004 formalizó su ingreso en la UE, Lituania comenzó a desmontar la central nuclear soviética de Ignalina porque su reactor, un RBMK-1500, era del mismo tipo que el reactor número 4 de Chernóbil, ese que explotó en 1986 y provocó un infierno. Pero ahora la pesadilla nuclear vuelve a estar a la puerta de casa. Bielorrusia está a punto de abrir una central al otro lado de la frontera, y ni las peticiones al país vecino ni las llamadas al boicot han conseguido pararla.

La preocupación en Lituania es enorme. El primer ministro ha dicho que el proyecto es una amenaza para la seguridad de la república báltica. Hace un año intentó convencer al Gobierno bielorruso con una carta. “Me gustaría presentarle una propuesta para que Bielorrusia considere construir una moderna planta de energía de gas en lugar de la central nuclear”, escribió. Prometía proveer a Bielorrusia desde su planta de gas natural licuado “capaz de satisfacer las necesidades de Lituania y los consumidores regionales hasta el 2044”.

A los lituanos les preocupa la situación geográfica del complejo, a sólo 40 kilómetros de su capital, Vilna. Tras el desastre de Fukushima del 2011 el Organismo Internacional de la Energía Atómica recomendó que las centrales nucleares se construyeran al menos a 100 kilómetros de las grandes ciudades. Lituania también se ha quejado a Europa de que es una zona de riesgo sísmico. La planta tomará agua del río Neris para refrigerar sus reactores, así que una fuga podría contaminar el agua de la que beben los 540.000 habitantes de Vilna.

Los primeros planes para levantar un complejo de este tipo en Bielorrusia comenzaron en los ochenta, bajo la URSS. El primer sitio elegido fue Rudensk, a 50 km al sur de Minsk, para llevar electricidad y calefacción a la capital. Pero con Chernóbil el proyecto se canceló. Tras la independencia, tener una central nuclear propia pasó varias veces por la cabeza del presidente, Alexánder Lukashenko. Pero no se tomó en serio hasta las disputas energéticas del 2007 con Rusia. En el 2012 empezaron a ponerse los cimientos cerca del pequeño pueblo de Shulniki, en el distrito de Astravets, a sólo 16 km de la frontera con Lituania, es decir, de la UE. En el 2020 se quieren inaugurar los dos primeros reactores, y otros dos podrían construirse para el 2025.

La otra preocupación lituana es la seguridad. Los reactores son de agua presurizada de tercera generación, nada que ver con los modelos antiguos de Chernóbil o Fukushima. Tienen, además, medidas de seguridad destinadas a evitar accidentes. Rosatom, el gigante ruso de la energía atómica que lleva a cabo el proyecto, asegura que está comprometido con los estándares de transparencia más altos, que ha ofrecido información a los reguladores y organismos que lo solicitan.

En Lituania no se fían porque Bielorrusia mantuvo un sospechoso silencio inicial sobre unos incidentes ocurridos durante la construcción. En el 2016, la carcasa para el núcleo de la central, de 330 toneladas, se deslizó de una grúa y cayó al suelo desde una altura de varios metros. Las autoridades de Minsk no lo hicieron público hasta que dos semanas después un opositor lo publicó en Facebook.

La central lituana de Ignalina, que cerró definitivamente en el 2009, sirvió como decorado de muchas escenas de la aplaudida serie de HBO sobre el desastre de Chernóbil. Los expertos indican que las posibilidades de que se repita son bajas. Pero en Vilna prefieren estar preparados. El Gobierno ha gastado 900.000 euros en tabletas de yodo en caso de una fuga radiactiva, que podría afectar a un tercio de los 2,8 millones de lituanos. El conjunto de medidas para estar preparados ante un accidente nuclear “podría costar unos 600 millones de euros, pero dadas las muchas necesidades, la estimación podría alcanzar los mil millones”, ha dicho el responsable de Protección Civil de Lituania, Edgaras Geda.

El pasado mes de octubre las sirenas comenzaron a sonar, los móviles recibieron mensajes y en algunas zonas los militares y equipos de emergencia empezaron a evacuar a la población. Era sólo un simulacro de lo que no quieren que pase.
Fuente:
Gonzalo Aragonés, Temor en Lituania por una nueva central nuclear bielorrusa cerca de su capital, 16 enero 2020, La Vanguardia. Consultado 16 enero 2020.

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