El
alcalde de la ciudad italiana confía en que la inundación sirva
para unir a todo el país en torno a la urbe.
por
Daniel Verdú
Venecia está anegada. La ciudad ha vivido su peor inundación desde 1966 y
la sensación es que ha llegado a una situación límite y que toca
partir de cero. Las polémicas sobre el turismo, los grandes cruceros
y el cambio climático han confluido en una catástrofe que,
probablemente, podría haberse evitado. El Gobierno italiano
construye desde hace 17 años un sistema de diques móvil que debería frenar las embestidas del agua. Pero después de más de 5.000
millones invertidos, aún no está operativa. El alcalde de la
ciudad, Luigi Brugnaro (Mirano, 58 años) que ha dormido cuatro horas
en las últimas 48 y apenas se ha quitado las botas de agua, cree que
es una “vergüenza” que la obra no funcione. Pero la inundación,
dice, puede servir para unir al país en torno a Venecia y relanzar
un nuevo proyecto de ciudad para convertirla en una agencia
internacional de debate sobre los efectos del cambio climático.
Respuesta.
Hay que tener claro que el desastre ya ha pasado. No esperamos más.
Pero desde fuera no se entiende que esto no es algo que pasa, que
secamos el agua y se acabó. Cuando entra agua salada en las casas,
en los negocios, en la actividad económica, en el patrimonio
cultural… crea un daño enorme e irreversible. Hablamos de
centenares de millones de euros.
P.
¿Entonces descarta ya otra situación como la del martes?
R.
Tenemos otros picos de marea, pero no llegarán a una proporción de
desastre como el otro día, parecida a la del año pasado. Mire,
coincidieron dos fenómenos meteorológicos muy duros provocados por
el cambio climático. Una marea extraordinariamente alta y una
superposición de dos vientos: el Bora y el Sirocco, que levantan
mucho el mar hacia la costa y elevaron la marea astronómica. Por eso
tuvimos ese pico. El agua superó las barreras físicas de las casas,
negocios… e inundó todo el espacio de agua salda. Entró en los
circuitos eléctricos, las estructuras de las casas… Esto no se
arregla secándolo como el agua dulce.
P.
Pero el acqua alta siempre ha estado en Venecia.
R.
Cierto, y para ese tipo de inundaciones nunca hemos pedido ayudas.
P.
¿El centro de previsión de mareas hizo bien su trabajo? Parece que
la previsión era más baja.
R.
No tiene nada que ver. Puedo hacer sonar las sirenas 20 veces, pero
el agua del mar se para solo con cosas concretas. Y eso significa
acabar urgentemente el sistema de barreras móviles: el MOSE. Es
vergonzoso que todavía no esté terminado.
P.
¿Por qué una obra que empezó en 2003 y en la que se han gastado
más de 5.000 millones sigue sin estar operativa?
R.
Añada otra cosa: fue proyectada en los 80 y empezó a hablarse de
ello tras el acqua grande de 1966. Con la ley especial y el dinero
que se asignó entonces, empezó a señalarse este proyecto como la
solución. En aquel tiempo la gente no pensaba que el nivel del mar
subiría así. Me acuerdo de esos debates y había incredulidad sobre
el tema. Pero mis predecesores, técnicos y científicos lo supieron
ver. Y por eso creo que Venecia es un lugar ideal para convertirse en
un polo de debate internacional, una agencia internacional que
estudie la repercusión de los efectos del cambio climático en las
ciudades.
P.
¿Y qué pasó con la obra?
R.
Fue financiada de manera importante por el Estado. Pero siempre
gestionada por ellos, dejando fuera a la ciudad y excluyéndola de la
toma de decisiones. Es un gran error no hacer participar a los
ciudadanos que viven aquí de los efectos de una obra así. Eso
provocó también un debate que ya dura dos décadas entre los
favorables y los escépticos del proyecto. La política romana de los
últimos 20 años ha explotado esta división para financiar la obra
a pedazos, a plazos… de manera extemporánea. Gestionaron la obra
de manera vaporosa, y este es el motivo de que no esté acabada. La
magistratura y la historia decidirán sobre todos los delitos que
pueda haber habido y sobre si habrá valido la pena invertir tanto
dinero. Yo empujo fuerte para que la terminen cuanto antes.
P.
Los expertos dicen que podría nacer vieja.
R.
Siempre hay riesgos. Si me pregunta si tengo dudas, le diré que sí.
Pero hoy no tenemos otra alternativa para frenar un mar alto. Pero
tenemos la certeza de que hay que terminar la obra de la mejor manera
y en el tiempo más breve. “La situación en Venecia es límite.
Todos debemos ayudarla unidos”.
P.
Todo el mundo les mira.
R.
Es muy positivo que el primer ministro, el presidente de la
República, toda la oposición… hayan declarado públicamente la
voluntad de la nación de acabar la obra y de rescatar el orgullo del
país. Esto ya no es salvar Venecia, sino la dignidad internacional
que nuestro país merece. Es pasar de las palabras a los hechos que
durante tanto tiempo hicieron de Italia un gran país industrial y
que hoy algunos quieren poner en discusión. Nosotros estamos en
primera línea.
P.
El agua entró en la Basílica de San Marco por segundo año
consecutivo. Los responsables dicen que está en serio riesgo. ¿Qué
hacer para protegerla?
R.
Acabar el MOSE y otras barreras sobre el área más baja. Pero sobre
todo, no perder la esperanza y ayudar a la gente que quiere resistir
y ayudar. No ahuyentarlas con falsas preocupaciones. Esta es una
ciudad delicada y hay que cuidarla.
P.
El ingeniero jefe de San Marco propone construir una barrera en la
plaza para protegerla. ¿Está de acuerdo?
R.
Sí, hemos empezado a hablarlo. Lo importante es que trabajemos
juntos.
P.
El Gobierno ha concedido el estado de emergencia. ¿Qué le permitirá
hacer?
R.
Podremos hacer el plan oficial de costes inmediatos para poner a
punto la ciudad. Por primera vez se ve que se mueve algo en Venecia.
Quizá así, aún siendo un momento trágico, estamos ayudando a toda
Italia. He visto una gran unidad. En estas situaciones o te divides
más o te unes definitivamente.
P.
¿Cree que esta catástrofe puede ser una oportunidad para hacer un
plan que también afecte a asuntos como los cruceros y ponga fin a
una época?
R.
Es algo que sugiero desde hace tiempo. Ahora el Gobierno se ha
expresado con claridad y no se debe aislar, si no hacernos participar
a todos. Es la ocasión para relanzar toda la ciudad; no solo la
arquitectónica, sino también social y económica como Murano o
Marghera.
P.
El principal problema de Venecia, su despoblación, se agrava con
estos fenómenos.
R.
Perdone, pero no es así. La ciudad no se está despoblando porque la
gente se va, sino porque muere. Y eso pasa en muchos sitios. Pero
Venecia tiene una caja de resonancia que lo hace sentir más fuerte.
Hay que invertir en los jóvenes. Podemos buscar una identidad de
ciudad que atraiga más. Si la convertimos en un polo de innovación
o lanzamos la idea de la agencia sobre el agua y los factores
climáticos. El mundo entero la reconocería como tal.
El
‘acqua alta’ no deja en paz a Venecia
El
primer ministro italiano declara el estado de emergencia cuando aún
se prevén mareas altas.
por Milena
Fernández
El
ruido estridente de las sirenas despertó ayer a los venecianos a las
7.45 de la mañana para alertarles de que tres horas más tarde la
marea llegaría a 113 centímetros. El aviso significa salir de casa
con las botas puestas e inundaciones en gran parte de la ciudad, en
particular en la zona del Rialto y en la turística plaza de San
Marcos. “La pesadilla no termina. El mal tiempo no quiere darnos
una tregua”, dice la joven estudiante Irene Natale, que lleva botas
de agua y mucha rabia encima. “Hemos perdido todo el parqué del
apartamento, muebles y algunos libros. No he terminado de secarlo
todo y ya debo pensar en buscar otro sitio para vivir. Es un desastre
y lo peor es que no acaba”.
Natale,
como la mayoría de los jóvenes de la ciudad, sigue el avance de las
mareas a través de una aplicación en el móvil. Pero el oído de
los venecianos se ha acostumbrado al sonido de las sirenas del Centro
de Previsión de Mareas. “Las primeras reproducían el ruido del
sistema antiaéreo de la Segunda Guerra Mundial. Y así se quedaron
para recodar que el acqua alta está llegando, con lo cual conviene
quedarse en casa o ponerse las botas de agua”, explica un portavoz
de este centro.
Las
personas mayores, que son la mayoría de los 52.981 residentes,
tienen el oído bien entrenado para distinguir las notas musicales
con las que se anuncian las crecidas: cuando en la alarma suena un
‘si’, la marea será de un metro en la Punta de la Salud; un ‘la’
preludia un nivel de 110 centímetros, mientras que cuando suenan
cuatro alarmas en ‘do’, habrá como mínimo 140 centímetros.
“Cuando escucho la sirena en ‘do’ me preocupo, porque como soy
bajita corro el riesgo de no poder ir a ninguna parte”, dice una
joven mientras camina con el agua hasta las rodillas por la plaza de
San Marcos.
La Basílica de San Marcos permanecía ayer cerrada e inundada, mientras
un grupo de turistas coreanos se hacían fotos frente a ella. “No
saben que la ciudad está viviendo uno de sus peores momentos”,
explica el fotógrafo Matteo De Fina, que vive en la isla de la
Guidecca. La noche del 12 de noviembre, viajaba con su hijo de 12
años en un barco pequeño. “Nos escapamos de la marea por poco”,
añade. En ese momento, la mitad de las tiendas de la ciudad se
inundó y se quedó sin electricidad. Los técnicos del Ministerio de
Bienes Culturales controlaron el estado de la Basílica de San
Marcos, donde ayer volvió a entrar el agua. “Los daños en el
patrimonio son muy graves”, señala Emanuela Carpani,
superidentente de los Bienes Culturales de Venecia. El Palacio Ducal
permanecerá cerrado hasta el sábado, igual que el Palacio Fortuny,
que ha debido suspender la exposición temporal que alberga.
El
primer ministro italiano, Giuseppe Conte, llegó el pasado miércoles
a la ciudad y ayer su Ejecutivo declaró el estado de emergencia tras
constatar la gravedad de los daños. “El Gobierno está con
Venecia”, explicó Conte. El fondo contará con 20 millones de
euros para hacer frente a las situaciones más urgentes, y se
ofrecerán 5.000 euros a cada residente damnificado y hasta 20.000
euros a los dueños de tiendas.
Los
venecianos se preguntan qué va a pasar después de estas
inundaciones. La ciudad sigue a la espera de que funcione el Módulo
Experimental Electromecánico (Mose), un sistema de diques móviles aprobado en 2003 que promete salvar Venecia y sus islas de las
inundaciones. Las 78 compuertas, ya instaladas, nunca se han usado.
El Gobierno dice que podrían funcionar en 2021. El objetivo es que
no se repita los daños del acqua alta de 1966, que inundó por
completo la vieja urbe. Han pasado 53 años y Venecia sigue
indefensa. Y se esperan mareas altas al menos hasta el domingo.
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Fuentes:
Daniel Verdú, “La situación en Venecia es límite. Todos debemos ayudarla unidos”, 14 noviembre 2019, Deutsche Welle. Consultado 15 noviembre 2019.
Milena Fernández, El ‘acqua alta’ no deja en paz a Venecia, 14 noviembre 2019, Deutsche Welle. Consultado 15 noviembre 2019.
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