sábado, 17 de agosto de 2019

Los vecinos de la región afectada por la explosión nuclear rusa: "No creemos a nadie. Esto es una crisis nacional"

Los habitantes de Severodvinsk, la ciudad más cercana a Nyonoksa (donde se produjo el accidente), ven semejanzas con Chernóbil.

por Xavier Colás

La serie 'Chernóbil', que narra el pánico y la ocultación del peor accidente nuclear del siglo XX, ha pellizcado la memoria de muchos rusos. El jueves pasado los vecinos de Nyonoksa, un pueblo de medio millar de habitantes en el Ártico ruso, se despertaron en una especie de segunda temporada de la serie. Se había producido la explosión de un misil nuclear de crucero durante unos ensayos. Murieron cinco ingenieros y dos personas más, probablemente militares. La contaminación tardó dos horas en llegar a Severodvinsk, la ciudad más cercana.

Todavía no se sabe qué ha pasado exactamente. "No creemos a nadie, esto es una crisis nacional", dice a El Mundo Aleksei Klimov, ecólogo, profesor e historiador local residente en Severodvinsk, a la que está adscrita esta aldea. Allí 185.000 vecinos viven pendientes de continuas versiones contradictorias cuya primera entrega fue la misma que en la serie: ha ocurrido algo, pero no pasa nada.

El primer día vieron zumbar los helicópteros sobre sus cabezas. Sólo después se enteraron, en muchos casos por parientes que llamaron desde Moscú, de lo que estaba pasando. Los detectores de radiación de Severodvinsk subieron entre 4 y 16 veces su valor habitual. Con algo de demora la versión oficial fue dando la razón a la alarma inicial, hasta que el martes las autoridades invitaron a los vecinos de Nyonoksa a abandonar el pueblo aduciendo que en la zona iban a desarrollarse unas "operaciones militares" que después fueron canceladas.

El pueblo se encuentra junto al polígono donde explotó lo que según especialistas de Estados Unidos podría ser un prototipo del nuevo misil de crucero Burevestnik. Aunque la evacuación, que causó incómodos titulares en todo el país, se abortó en el último momento, varios vecinos han confirmado a este periódico que muchos se han marchado del pueblo, orgulloso de sus bellas iglesias de madera: "Y los que han vuelto lo han hecho sin los niños", explica Klimov, que está enfadado con las autoridades regionales, por borrar de internet los primeros datos de radiación: "Nuestros gobernantes se asustaron, no dijeron la verdad, son unos irresponsables".

Varios testigos vieron cómo tres de los heridos en la explosión fueron enviados en un vuelo de emergencia a Moscú para recibir tratamiento, y los que los acompañaban llevaban trajes protectores. Corrieron rumores de que varios hospitales se habían negado a aceptarles por miedo a la contaminación, y se halló radiación en las batas de los médicos que les trataron. El viernes se supo que las autoridades habían decretado el cierre durante un mes de la bahía del mar Blanco que baña esta fría costa, pues se han encontrado cantidades importantes de combustible para cohetes en el agua.

"Parece que aquí había visto 'Chernóbil' todo el mundo", confirma Marina Vasilieva, vecina de Severodvinsk, al narrar cómo la gente ha vivido estos días: las farmacias de la ciudad vendieron en pocas horas todas sus existencias de yodo, elemento químico que ayuda a evitar la absorción de isótopos radiactivos. "El alcohol también se vendió bastante, la gente decidió quedarse en sus casas", señala otro vecino.

"No hay pánico, pero la gente está preocupada y los militares tratan de mantener todo en secreto", dice Marina Vasilieva. Severodvinsk es lo que en Rusia se conoce como una 'ciudad cerrada', donde los extranjeros tienen prohibido el paso sin un permiso especial. Los ecologistas han advertido durante años del aumento de los niveles de radiación en las aguas cercanas. El origen está en dos grandes astilleros navales que construyen y reparan submarinos de propulsión nuclear y otros barcos. Son una amenaza para la salud, "pero al mismo tiempo la principal industria de la ciudad", admite otro vecino.

En Nyonoksa, donde las evacuaciones suceden más de una vez al año por asuntos relacionados con actividades del Ejército, muchos han recordado estos días la última vez que el cielo tronó sobre este pueblo. Era diciembre de 2015, y una prueba de un misil de crucero salió mal, lanzando el proyectil contra el cuarto piso de un edificio de apartamentos. No hubo víctimas ni se informó de radiación. "Aquello fue un accidente, pero lo que ha pasado esta vez es un riesgo descontrolado, la gente estuvo en estado de 'shock'", se queja Klimov, que espera que "Moscú despierte de una vez ante el problema. "Si el viento hubiese soplado hacia nosotros, ¿qué hubiese pasado?".
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