El Kremlin impone el silencio sobre los incidentes nucleares y militares, como el ocurrido en una base del norte del país el pasado 8 de agosto.
por
Rodrigo Fernández
Primero
fueron dos muertos, luego cinco. Al principio se afirmó que los
niveles de radiactividad eran normales, luego se ordenó una
evacuación a la que al final se dio marcha atrás. La información
contradictoria y a cuentagotas ha rodeado la misteriosa explosión el 8 de agosto en una remota base militar del norte de Rusia, junto al mar Blanco. Días después de la deflagración, Moscú acabó
reconociendo que el accidente estuvo vinculado con pruebas de “nuevas
armas”. Para entonces, la población que vive en la zona de la base
militar, en Nionoksa, se apresuraba a comprar pastillas de yodo, que
se usan para limitar los efectos de una exposición a la radiación.
El caso ilustra el secretismo en el que el Gobierno ruso envuelve los
incidentes relacionados con sus instalaciones nucleares y de
armamento.
¿Qué
prueba estaban realizando los rusos? Aún no se sabe con certeza,
como tampoco el peligro real para la población, especialmente la de
Nionoksa. El Ministerio de Defensa del país informó de que la
explosión causó dos muertos y seis heridos, y aseguró que no había
contaminación radiactiva y que el nivel de radiación estaba “dentro
de lo normal”.
Sin
embargo, en la cercana Severodvinsk (185.000 habitantes), Ksenia
Yúdina, portavoz del Ayuntamiento, precisaba que sí se había
registrado un pequeño aumento, aunque más tarde se informó de que
solo había durado unos 40 minutos. Aun así, las autoridades
cerraron temporalmente la navegación en una parte de la bahía de
Dvina, en el mar Blanco, y algunos medios rusos informaron de que la
detonación había sido causada por la mala manipulación de algún
tipo de arma.
Cuatro
días después del accidente, la agencia atómica rusa (Rosatom) reconoció que el incidente estaba relacionado con pruebas armamentísticas. Lo hizo durante las exequias de las víctimas,
calificadas de “héroes nacionales” y que al final resultaron ser
cinco científicos. Tuvieron lugar en Sarov (95.000 habitantes), una
ciudad cerrada a los extranjeros y uno de los centros de
investigación nuclear más importantes del país. Rosatom aseguró
que el accidente ocurrió cuando se llevaban a cabo pruebas con
“fuentes de isótopos” de un sistema de propulsión líquido,
pero no aclaró más. Los científicos del Centro Federal Nuclear
declararon, sin embargo, que lo que se probaba era un reactor nuclear
pequeño que forma parte del sistema propulsor de un “equipo
militar”.
Esto
llevó a concluir a la mayoría de especialistas que las pruebas eran
las de un tipo de misil de crucero ultramoderno del que había
informado orgullosamente el presidente, Vladímir Putin, durante el
discurso del estado de la nación en 2018. El llamado Skyfall por la
OTAN y Burevéstnik por los rusos tiene un pequeño reactor nuclear
en su sistema propulsor que le permite volar a alturas relativamente
bajas; además, puede maniobrar en pleno vuelo, lo que lo hace
imperceptible para los sistemas de defensa antiaérea.
El
experto militar independiente Alexander Goltz comenta que “es
lógico suponer que lo que explotó el 8 de agosto fue un
Burevéstnik”, ya que el polígono donde ocurrió “está
destinado a pruebas de misiles” y “es poco probable que el
Ministerio de Defensa trabaje simultáneamente en diferentes tipos de
misiles que usan equipos energéticos nucleares”.
El
pasado martes, las autoridades reconocieron que los niveles de
radiación sí se mantenían por encima de los niveles habituales. En
Severodvinsk, la radiación gamma oscilaba entre 4 y 16 veces la tasa
normal, aunque son niveles lejanos a los considerados letales. En
Nionoksa, el epicentro del suceso, se anunció una evacuación, y
luego se matizó que era una simple recomendación.
Desde
los tiempos de la Unión Soviética, Moscú ha convertido en una
tradición ocultar información cuando se trata de sucesos graves,
aunque en algunos casos puedan tener consecuencias serias para la
población. El caso más conocido es la catástrofe de la explosión del tercer reactor nuclear de la central de Chernóbil (actual Ucrania) en 1986. El Kremlin trató de ocultar por todos los medios
la envergadura de lo ocurrido y las consecuencias que tuvo para las
poblaciones cercanas, tratando de minimizar el grado de contaminación
incluso cuando alcanzaba cotas letales. Para los expertos, la
explosión en Nionoksa parece diminuta en comparación.
Falta
de información
El
Gobierno trató de ocultar inicialmente la tragedia del submarino
nuclear Kursk en 2000 -118 muertos-, y declaró secreta la
investigación del fuego en el sumergible Losharik, también de
propulsión atómica, en julio pasado, que dejó 14 muertos.
La
desconfianza hacia esa estrategia de silencio no es solo del
exterior. Tras la explosión de Nionoksa, los ciudadanos reaccionaron
como les dicta la experiencia: no creyeron la información
tranquilizadora y corrieron a comprar yodo.
La
ecologista Svetlana Babenko, que vive en la zona del suceso, afirma
por teléfono que la situación ahora es “normal”, que “no hay
preocupación”. Alexandr Yufrakov, del Laboratorio de Ecología de
la Academia de Ciencias, sostiene que en Severodvinsk y Arjánguelsk,
donde reside, ya no hay temor, pero “sí un gran malestar por la
falta de información”. Y Alina, estudiante también de
Arjánguelsk, comenta: “No tenemos la sensación de estar sentados
sobre un polvorín”.
No
todos lo tienen tan claro. “Desconocemos qué cantidad de
sustancias radiactivas cayeron al medio ambiente”, dice el analista
militar Pável Felgengauer. Tampoco se sabe “de qué isótopos se
trata, ya que las autoridades no dan esta información”. De
tratarse de uranio-232 y de una contaminación de aguas costeras,
podría afectar a la cadena alimenticia y “las consecuencias se
harían sentir durante muchos años”.
Entradas relacionadas:
Los vecinos de la región afectada por la explosión nuclear rusa: "No creemos a nadie. Esto es una crisis nacional"
Denuncian que Rusia cometió un crimen al realizar una prueba nuclear cerca de zonas habitadas
Noruega detectó yodo radiactivo en la frontera con Rusia tras el accidente nuclear en Severodvinsk
Fuente:
Rodrigo Fernández, Una explosión envuelta en la neblina rusa, 18 agosto 2019, El País. Consultado 18 agosto 2019.
No hay comentarios:
Publicar un comentario