sábado, 24 de agosto de 2019

La eterna catástrofe en el Amazonas

Un incendio en el Amazonas esta semana. Alemania y Noruega podrían detener un programa de conservación de 1,2 mil millones de dólares debido a las nuevas políticas ambientales de Brasil. Fuente: Ueslei Marcelino / Reuters.

Los científicos señalan que los múltiples incendios de este verano no son una excepción y que aún es pronto para hablar de récord.

por Manuel Ansede

Nuestra casa está en llamas. Literalmente. La selva amazónica -los pulmones que producen el 20 % del oxígeno de nuestro planeta- está en llamas. Es una crisis internacional”, proclamó el jueves el presidente francés, Emmanuel Macron, en su cuenta de Twitter. Algunos expertos consultados son más cautos. “Lo que muestran nuestros datos es que hubo una intensidad diaria de incendios por encima de la media en algunas partes de la Amazonia durante las dos primeras semanas de agosto”, señala Mark Parrington, de Copérnico, el programa europeo de observación de la Tierra. “Pero, en general, las emisiones totales [de CO2 generado por los incendios] estimadas para agosto han estado dentro de los límites normales: más altas que en los últimos seis o siete años, pero más bajas que a principios de la década de 2000”, subraya.

El Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) de Brasil ha detectado más de 76.620 focos en lo que va de año, casi el doble que en el mismo periodo de 2018 (41.400), pero una cifra no tan alejada de los 70.625 registrados en 2016. “El número de incendios ha aumentado con respecto a los últimos años y está cerca del promedio a largo plazo”, explica Alberto Setzer, investigador del INPE.

La NASA también es cautelosa. "No es inusual ver incendios en Brasil en esta época del año, debido a las altas temperaturas y a la baja humedad. El tiempo dirá si este año es un récord o simplemente está dentro de los límites normales", tranquiliza la agencia espacial estadounidense en su web. La NASA recuerda que los incendios en la cuenca amazónica son rarísimos el resto del año, pero su número aumenta a partir de julio, durante la estación seca, cuando muchas personas utilizan el fuego para mantener sus cultivos o para despejar la tierra para pastos u otros fines. Los incendios suelen alcanzar su pico en septiembre y desaparecen en noviembre.

Es cierto que el bosque amazónico sufre incendios regularmente, pero de ninguna manera esto significa que sea normal. La Amazonia no evolucionó con incendios frecuentes. Los fuegos recurrentes no son un elemento natural en la dinámica de la selva tropical, como sí lo son en otros entornos, como El Cerrado [una región de sabana ubicada principalmente en Brasil]”, advierte la bióloga brasileña Manoela Machado.

La Amazonia arde durante las sequías, pero no por las sequías. Se quema porque hay una demanda de pastos y tierras de cultivo, y el Gobierno actual [presidido por Jair Bolsonaro] no solo no incluye el desarrollo sostenible en sus planes, sino que alienta la deforestación y restringe las acciones sistémicas contra ella”, lamenta Machado, investigadora de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) que estudia los impactos de las actividades humanas en las selvas tropicales. “No podemos saber exactamente y de inmediato cómo son los patrones actuales de incendios comparados con los de otros años, pero no deberíamos ver esto como algo normal, en absoluto”, alerta.

Creo que este año, hasta ahora, es normal en promedio, aunque la gravedad de los incendios varía por regiones. La diferencia es que este año los medios de comunicación se han hecho eco de la quema de la Amazonia, lo cual es genial”, opina el ecólogo David Edwards, jefe del mismo laboratorio de la Universidad de Sheffield. El investigador recuerda que los incendios en la cuenca amazónica son especialmente graves cuando ocurre El Niño, un fenómeno meteorológico natural y cíclico, vinculado a un incremento de las temperaturas en la parte oriental del Pacífico tropical. Los 70.625 focos registrados en 2016 coincidieron con un evento de El Niño potente. Este año, sin embargo, el fenómeno es débil y, pese a ello, se han detectado más incendios.

La selva amazónica alberga el 10 % de todas las especies conocidas de animales y plantas y almacena 100.000 millones de toneladas de carbono, una cantidad 10 veces superior a la emitida cada año por el uso de combustibles fósiles, según los cálculos de la Universidad del Estado de Oregon (Estados Unidos). Edwards advierte de que es una pescadilla que se muerde la cola. “El problema es que los bosques incendiados pierden carbono a medida que los árboles quemados van muriendo lentamente, lo que provoca un mayor cambio climático y una mayor pérdida de la biodiversidad”, apunta.

En última instancia, el fuego significa que las selvas tienen más probabilidades de volver a arder. Y podríamos acabar viendo cómo esos bosques húmedos tropicales se transforman en un sistema de sabanas”, lamenta Edwards, que recuerda que el problema no es exclusivo de la cuenca amazónica. “Enormes superficies de Borneo y Sumatra también sufren incendios, especialmente durante años con un fenómeno potente de El Niño”.

La progresiva sabanización de la selva es una amenaza real, según alertó en 2016 un equipo de científicos brasileños encabezado por el climatólogo Carlos Nobre, de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. En un artículo publicado en la revista PNAS, los investigadores advertían de que la región amazónica se ha calentado un grado en los últimos 60 años, mientras perdía un 20 % de su superficie por la deforestación. Los modelos matemáticos sugieren que llegar al 40 % supondría un punto de inflexión. “Si se transgrede ese límite, podría ocurrir la sabanización a gran escala de la mayoría del sur y el este de la Amazonia”, afirmaban los científicos.

El neerlandés Pepijn Veefkind dirige el instrumento Tropomi, un sensor a bordo del satélite europeo Sentinel-5P que es capaz de identificar puntos calientes de gases contaminantes en la atmósfera. “Es cierto que los incendios a gran escala en la región amazónica ocurren todos los años. Aunque las condiciones meteorológicas puedan desempeñar un papel, hay que recalcar que la mayoría de estos focos están provocados por el ser humano”, señala. “Nuestras observaciones lo respaldan: la mayor parte de los incendios tienen lugar en los bordes de la selva tropical. Si 2019 tendrá una temporada récord de fuegos solo podremos saberlo al final de la estación seca”.
Fuente:
Manuel Ansede, La eterna catástrofe en el Amazonas, 24 agosto 2019, El País. Consultado 24 agosto 2019.

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