"Cuando miramos desde el cielo no vemos sequía, vemos actividades económicas actuando. Y estas acciones motivadas por la economía son las que definen el sentido y la dirección del fuego", asegura Douglas Morton, especialista en sistemas terrestres de la NASA.
por
Sergio Federovisky
Desde
Washington, Estados Unidos - La tragedia del Amazonas no es casual,
ni única, ni inesperada. Es más: ni siquiera es un desastre
natural, en el sentido de que es la naturaleza la que lo promueve.
Hasta los científicos de la NASA, pertrechados con los más
inconcebibles -para los simples mortales- instrumentos y la más
profusa dotación de información, son contundentes cuando tratan de
explicar desde la ciencia lo que está arrasando la principal selva
en pie del planeta.
"Cuando
miramos desde el cielo no vemos sequía, vemos actividades económicas
actuando. Y estas acciones motivadas por la economía son las que
definen el sentido y la dirección del fuego", sostiene Douglas
Morton, científico especialista en sistemas terrestres del Centro
Espacial de la NASA en Goddard, a pocos kilómetros de Washington,
Estados Unidos.
Su
colega Niels Andela coincide. "No hay incendios 'naturales'.
Pero aun los incendios iniciados por el hombre pueden tener una
condición accidental o una decisión previa. En el caso del Amazonas
lo que se observa es un proceso social en funcionamiento: como si
hubiese existido una orden de iniciar el fuego".
Morton
muestra un mapa y certifica que la geografía no miente. Los
incendios están ocurriendo a lo largo de los ejes de transporte de
carga y los bordes de los estados de Amazonas y Mato Grosso, en donde
se verifica una reciente y creciente expansión de la agricultura.
"Es un síntoma económico, no climático", subraya.
Ambos
científicos agregan que los datos confirman que si bien se está
atravesando el período anual de escasez de lluvias, la actual sequía
es mucho menos grave que las que afectaron el centro-sur del Amazonas
en 2015, por ejemplo, con una notable menor cantidad de incendios. Y,
en cambio, en esta ocasión se estima -y los satélites de la NASA
impiden mentir- un 85 % más de incendios que el promedio de los diez
años anteriores.
Y
en verdad si uno analiza lo ocurrido desde la asunción de Jair
Bolsonaro comprueba que se está ante una tragedia anunciada.
Bolsonaro
asumió diciendo que no creía en el cambio climático y que como el
Amazonas está en territorio de Brasil, la decisión sobre su
explotación le corresponde a los brasileños. Simultáneamente,
degradó al legendario Ministerio de Medio Ambiente de Brasil a ser
una dependencia del Ministerio de Agricultura, y bramó la promesa de
duplicar la superficie sembrada con soja, que solo puede ser tomada
de las áreas selváticas, muchas ellas protegidas en parques
nacionales o reservas, del Amazonas.
Como
si esto fuera poco, desmanteló las áreas de protección de bosques
y los sistemas de monitoreo satelital de incendios, y envalentonó a
los hacendados a invadir áreas protegidas o reservas indígenas para
"poner esas tierras a producir". Antes de introducir soja o
ganado, lógicamente, hay que quemarlas.
Todo
esto conforma la base de la decisión económica que los científicos
de la NASA observan desde el espacio a través de sus satélites.
Nada que pudiese asombrar.
Igualmente,
como a Bolsonaro no le parece importante el impacto de la actividad
humana sobre el clima, quizás no le sea necesario recordar que junio
acaba de ser galardonado como el mes más cálido de la historia. Y
la veloz desaparición de las selvas tropicales, junto con los
incendios asociados, solo añaden combustible en esta tendencia de
aumento irrefrenable de la temperatura global.
¿Por
qué? Porque el Amazonas es el principal receptáculo de dióxido de
carbono del planeta, haciendo más lento el proceso de aumento de la
temperatura gracias al intercambio de CO2 por oxígeno. Pero además,
merced a sus "ríos aéreos" derivados de la enorme humedad
que la atraviesa, la ecorregión del Amazonas es gran proveedora de
nutrientes para microscópicos organismos marinos llamados diatomeas
que son enormes y eficientes productores de oxígeno a escala
mundial.
La
sensibilidad que despierta esta tragedia ecológica obliga a que
aparezcan preguntas esperanzadas y esperanzadoras: ¿se puede
recuperar lo que se está perdiendo en estos miles de focos de
incendios?
Responde,
desde la ciencia y la lógica, Niels Andela: "Estos incendios
son deliberados y persiguen un propósito de destinar esas tierras a
un uso agrícola o ganadero. O sea, que se los enciende para que la
selva desaparezca. Difícilmente haya alguna posibilidad, dado ese
marco, de que la naturaleza restaure algo que una parte de la
sociedad destruye".
Sergio Federovisky es biólogo, periodista ambiental, conductor de Ambiente y Medio.
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Fuente:
Sergio Federovisky, Es la angurria y no la sequía lo que incendia el Amazonas, 28 agosto 2019, Infobae.
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