Unos
10.000 incendios están activos solo en Angola y Congo frente a los
2.127 de Brasil. Los campesinos usan los fuegos como técnica
agrícola, pero un 10 % queda fuera de control.
por
José Naranjo
En
plena agitación mundial por los incendios en la cuenca del Amazonas,
una imagen de satélite difundida hace unos días por la NASA y
analizada por Weather Source revelaba que en África central había
más incendios que en Brasil. Solo en Angola y el sur de la República
Democrática del Congo (RDC) había más de 10.000 fuegos activos,
frente a los 2.127 del país sudamericano. Durante la cumbre del G7
en Biarritz, el presidente francés, Emmanuel Macron, llegó a anunciar la posibilidad de desbloquear fondos para combatir el fuego
también en el continente africano. Sin embargo, según los expertos,
no son fenómenos comparables. La mayor parte de los incendios en
África, y ocurre cada año, responde a técnicas agrícolas
ancestrales usadas por el hombre en actividades agrícolas y
pastorales, están controlados y no afectan a grandes masas boscosas
sino a pastizales y tierras de cultivo.
“El
uso del fuego para cazar, favorecer las mejores plantas para la
alimentación o la fibra, la limpieza para la agricultura y el
pastoreo, facilitar los viajes y controlar las plagas está bien
documentado, es tradicional y continúa en la actualidad en muchas
partes de África”, asegura Peter Moore, especialista en gestión
de fuegos del departamento de Bosques de la FAO (Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). Es el
sistema preferido por la mayor parte de campesinos, especialmente en
zonas donde tienen escasos ingresos y la agricultura no está
mecanizada, ya que es más económico, puede acabar con ciertas
plagas y enfermedades y las cenizas del matorral quemado aportan
nutrientes a los futuros cultivos, aunque a medio plazo y sin una
gestión adecuada de su alcance e intensidad aceleran la erosión del
suelo.
La
imagen del satélite muestra que además de Angola y la RDC, Zambia,
Mozambique o Madagascar también sufren el mismo fenómeno. Sin
embargo, se estima que nueve de cada diez fuegos en África no crean
grandes daños, sino más bien beneficios a la comunidad. Tosi Mpanu
Mpanu, negociador congolés en las conferencias sobre el clima de
Naciones Unidas, incide en que “en la Amazonia, el bosque arde sobre todo a causa de la sequía y el cambio climático. Pero en
África central se debe esencialmente a técnicas agrícolas”,
informa AFP.
Ante
la alarma incipiente, el Gobierno de Angola ha querido salir al paso
para advertir de las comparaciones entre lo que sucede en este país
africano y Brasil, que pueden conducir, asegura en un comunicado, “a
una dramatización de la situación y a la desinformación de las
mentes más imprudentes”. Según el Ministerio de Medio Ambiente
angolés se trata de fuegos que los agricultores generan cada año al
final de la estación seca. “En esta época del año y en numerosas
regiones de nuestro país se producen incendios por parte de los
campesinos en fase de preparación de las tierras debido a la
proximidad de la estación de lluvias”, añade el comunicado.
Desde
luego, también hay riesgos. Moore explica que, según los estudios
más recientes, cada año arde entre el 3 % y el 4 % de la superficie
terrestre del Planeta. Y aunque la tendencia es descendente en África
(300 millones de hectáreas quemadas en 2016 frente a 340 millones en
2003), se trata de uno de los continentes más afectados. Se calcula
que el 10 % de los incendios se escapan de control y son los
responsables del 90 % de la superficie que arde. “Estos son los que
causan la pérdida de vidas, daños materiales e impacto ambiental.
Son incontenibles hasta que cambia el clima o las condiciones del
combustible que los hace arder. En muchos países de África la
capacidad de manejo de incendios no está bien desarrollada”, añade
Moore. En el origen suelen estar los accidentes, falta de comprensión
del riesgo, malas prácticas o descuidos. En 2016 la superficie
quemada fue seis veces España.
Los
colectivos defensores del Medio Ambiente alertan de que esta técnica
de desbroce y quema provoca una grave deforestación y pérdida de la
biodiversidad, así como la erosión de la tierra. La deforestación
es real, aunque la causa principal no es la quema sino la tala. Según
aseguró Mpanu Mpanu a AFP, “la cubierta forestal de la RDC ha
pasado del 67 % al 54 % de su territorio entre 2003 y 2018”. El
propio presidente Tshisekedi aludió a la pérdida de árboles en la
cuenca del río Congo, la segunda masa forestal del Planeta, en su
discurso de investidura. En un país donde solo el 9 % de la población
tiene acceso a electricidad, la madera es una importante fuente de
energía y se permite la tala artesanal, que en ocasiones esconde los
intereses de empresas madereras.
Emisiones
a la atmósfera
Otro
aspecto de los incendios tiene que ver con sus emisiones de gases
nocivos a la atmósfera. "Cuando se usa el fuego para
transformar áreas forestales en tierras abiertas hay una adición
neta de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Combustibles que
no se suelen quemar, como turberas y selvas tropicales, contribuyen
de manera intensa a dichas emisiones", explica Moore. Sin
embargo, cuando se quema un terreno y la vegetación se regenera con
el tiempo, esas plantas eliminan el de la atmósfera a medida que
crecen.
La
FAO propone mejorar las habilidades de las comunidades en la gestión
de incendios a partir de sus propias tradiciones y conocimientos,
teniendo en cuenta el impacto positivo que tienen la mayoría de los
fuegos controlados. Al mismo tiempo, recomienda mejorar sus
capacidades para la extinción y la comprensión de los riesgos. “Los
incendios forestales dañinos”, como los que atraviesa en la
actualidad el Amazonas, “no son una emergencia sin precedentes. La
combinación de políticas, planeamiento y gestión desfasadas han
creado un contexto en el que los incendios generan daños y
pérdidas”, concluye Moore.
Fuente:
José Naranjo, África arde más que la Amazonia, 28 agosto 2019, El País. Consultado 29 agosto 2019.
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