Los evacuados, la tercera parte de ellos residentes en Asunción, se instalan en casas precarias en las plazas de la capital paraguaya.
por Santi Carneri
El río que
atraviesa y da nombre a Paraguay no deja de crecer. Y, cada
centímetro que sube, desplaza a miles de personas de sus casas: el
nivel del agua ha alcanzado un punto crítico a una velocidad
inaudita y ha iniciado una crisis que no se registraba desde hace
casi 50 años, según el Gobierno de Mario Abdo Benítez. El agua
alcanzó ya las viviendas en las que residen unas 88.000 personas.
Solo en capital del país sudamericano, Asunción, se han registrado
30.000 desplazados y se ha visto forzada a declarar la emergencia
ambiental. Sus principales plazas y calles se han llenado de refugios
improvisados levantados por los vecinos de los barrios más
afectados, que son también los más humildes.
Bruno Cubilla es
uno de los muchos damnificados. Rema en su bote entre viviendas,
iglesias y escuelas inundadas hasta el techo. Cerdos, perros y gatos
nadan buscando un lugar seco donde poder descansar. El bote de
Cubilla se cruza con otras barcas en las que la gente carga sus
bienes más preciados con un único objetivo: alcanzar tierra firme.
Se llevan consigo animales de granja, roperos, televisiones y
heladeras -refrigeradores-, después de haber tenido que abandonar su
hogar repentinamente cuando vieron que el río Paraguay se tragaba
aceras, calles y edificios.
El domingo, de
madrugada, un muro de contención que separa el barrio residencial de
Sajonia (oeste de Asunción) cedió y el agua del río entró por
sorpresa en alrededor de 200 viviendas. Grupos de bomberos
voluntarios, servicios de emergencia nacional y miembros de la Cruz
Roja se desplazaron hasta allí para socorrer a los vecinos, pero no
pudieron evitar el desplazamiento de al menos 7.500 familias, según
las cifras de las autoridades municipales. De media, una familia
paraguaya tiene cuatro integrantes, según la proyección de censal
2010-2025.
Cubilla, de 39
años, recorre San Miguel, en el ahora silencioso Bañado Norte, uno
de los barrios más populares de Asunción, ubicado a menos de un
kilómetro del corazón de la capital paraguaya. Desde ese punto se
atisban los rascacielos de oficinas y las mansiones majestuosas de
los ricos de Las Mercedes y Barrio Jara, en continuo crecimiento y a
los que nunca afecta el agua, a diferencia de las zonas menos
agraciadas económicamente. “El Gobierno ya había levantado el
estado de emergencia y le había dicho a la gente que se mude otra
vez. Y en 15 días volvió a subir el agua y ahí comenzó el
quilombo [lío]. La gente se desesperó y muchas personas perdieron
todo”, relata Cubilla. En su casa el agua llegó hasta las
ventanas.
Hace dos meses,
este pescador y peluquero canino se vio obligado a mudarse con su
esposa y sus dos hijos hasta un parque municipal para construir su
propia caseta de madera y techo de chapa donde dormir. Desde entonces
viven allí, regresando cada día a vigilar su casa en el barrio -inundado- y colaborar con los vecinos en el rescate de sus
bienes. "Uno pierde muchas cosas acá cuando sube el agua... Vos
perdés todo, tu lugar, tu privacidad. Los chicos deben ir más lejos
a la escuela. Y el Gobierno no pone ningún autobús que les lleve o
traiga. Nosotros tenemos que cuidar de todo. El Ejecutivo no me dio
nada", añade Cubilla. En San Miguel no se ven equipos de
rescate del Gobierno, tampoco del Ejército: solo una camioneta
policial está aparcada al lado de la explanada de asfalto donde las
familias levantan sus refugios, temiendo que enseguida vuelva a
llover.
En Caacupemi, la
escuela de la zona, administrada por la red jesuita Fe y Alegría,
estudian más de dos centenares de niñas y niños, y está inundada
hasta casi el segundo piso. En la puerta, donde antes se acumulaban
bicicletas, ahora hay barcas de madera flotando. El agua casi tapa el
cartel de la Unión Europea que recuerda el apoyo brindado por el
bloque comunitario a esta zona en una inundación pasada:
“#devueltaacasa. Proyecto de ayuda humanitaria a familias afectadas
por el fenómeno El Niño en Asunción”.
“Esta situación
no se daba desde hace 48 años: el río crece aceleradamente (...)
Podemos hablar de 22.000 familias afectadas en todo el país",
dijo este lunes el titular de la Secretaría de Emergencia Nacional
de Paraguay, Joaquín Roa, quién explicó en la estación de radio
Monumental que la subida del río se debe a las intensas lluvias en
el norte del país. “La crecida que se ha generado hasta el momento
es atípica y extraordinaria”, afirma el último informe
hidrometeorológico, que sitúa al río en al menos 6,85 metros a su
paso por Asunción y alerta que otras ciudades paraguayas como
Alberdi, Concepción, Bahía Negra y Pilar están en situación
similar o peor.
Una muerte en el
interior
El aislamiento
que sufren algunas zonas del país sudamericano por la inundación
está resultando mortal. Un niño de cinco años del pueblo enxet
falleció el pasado jueves de una pulmonía, algo que podría haberse
evitado si hubiera tenido asistencia médica a tiempo, según
denunció la ONG paraguaya Tierraviva, dedicada a la defensa de los
derechos de los pueblos indígenas del Chaco.
Sus familiares no
pudieron llegar al hospital por tierra porque las únicas rutas por
donde podía pasar fueron cerradas por la Comisión de Caminos, que
funciona sin la participación de las comunidades. El niño tuvo que
ser rescatado en un helicóptero del Ministerio de Salud, pero esa
misma noche falleció en el hospital de Villa Hayes. El padre lamentó
el comportamiento de los estancieros de la zona “que priorizan a
los animales antes que a las personas”, según un comunicado de
Tierraviva.
Solo en uno de
los tres departamentos del Chaco, Presidente Hayes, hay unas 25.000
personas de comunidades indígenas que están afectadas por la
inundación y reclaman ayuda humanitaria, según denunciaron 25
lideresas que viajaron hasta Asunción para denunciar la falta de
apoyo gubernamental.
Fuente:
Santi Carneri, La mayor crecidadel río Paraguay en medio siglo deja 88.000 desplazados, 15/04/19, El País.
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