En la usina funcionaban 5 generadores de energía para la isla. Foto: Alfredo Leiva / Río Negro. |
No hay un plan de manejo ni nadie que custodie las instalaciones donde Richter le aseguró a Perón que había dominado la energía nuclear.
por Soledad
Maradona
El proyecto de la
isla Huemul quedó en la historia como la gran farsa, el engaño de
un científico austríaco al presidente Juan Domingo Perón y el
sueño frustrado de llevar a la Argentina en la década del 50, a lo
más alto en materia de desarrollo científico. Y las ruinas en las
que se convirtió este lugar, con una decena de edificios
abandonados, en el lago Nahuel Huapi, evidencian el olvido de aquel
desengaño.
La isla -68 años
después de aquel anuncio solemne y con un tono de misterio que
realizó Perón sobre la fusión nuclear- hoy vuelve a estar en la
agenda, al menos en los papeles, con un plan de manejo en discusión
para la protección del espacio en materia ambiental y con dos
iniciativas privadas para explotarla con excursiones turísticas, una
actividad que dejó de realizarse a principios de la década del 2000
y que desde hace años está latente de volver.
El abandono
Para llegar a la
isla Huemul hoy no hay paseo turístico habilitado pero tampoco hay
restricción para desembarcar en el viejo y deteriorado muelle de
madera, por lo que a diario recorren los senderos residentes y
turistas motivados por la curiosidad de ver qué quedó en pie de
aquel despliegue de laboratorios y edificios que ordenó levantar el
científico austríaco Ronald Richter con el aval de Perón.
Muchos llegan en
kayak o embarcaciones propias. La distancia más corta de la costa es
desde Playa Bonita, en el kilómetro 8 de la avenida Bustillo, donde
alguna vez existió un muelle desde donde partían las barcazas con
los materiales de construcción para las edificaciones de la isla.
Otros llegan desde puertos privados y los menos van desde el puerto
San Carlos, que sería la ruta oficial habilitada por Parques
Nacionales para navegaciones con pasajeros a la isla.
A metros de la
costa, en diagonal al muelle, recibe a los visitantes la popa de un
barco hundido, el Don Luis. Una vez en tierra, el sendero -que se
mantiene intacto aunque angosto- invita a un recorrido que en una
hora puede llevar al final del trayecto, con paradas obligatorias,
casi por inercia, frente a cada mole de hormigón y ladrillo que se
erige en la isla.
En el camino
guían el recorrido los descoloridos carteles de Emprendimiento
Huemul, una empresa que en 1992 se hizo cargo de la explotación
turística de la isla mediante una concesión que otorgó la
municipalidad y cuyo contrato se rescindió por incumplimientos en
2004. Cabe recordar, que al igual que otros puntos de interés para
Bariloche, como el cerro Catedral, la isla Huemul fue parte del
Estado nacional, luego provincial y recién en 1987 fue transferida
al municipio.
Durante la
incursión de “isla turística”, se construyeron otros edificios
que nada tienen que ver con el proyecto nuclear de Richter. La casa
de Prefectura es la primera construcción donde hasta el año pasado
había una guardia permanente pero que la fuerza de seguridad
abandonó por las malas condiciones del edificio. Ahora el municipio
estudia financiar las reformas de la estructura con fondos de la tasa
al turista. También están abandonados un salón en la costa del
lago, que se utilizaba para eventos, y un espacio donde funcionó un
parador.
Tiempos
1948
Richter comienza a desarrollar el proyecto Huemul. En 1952 un informe de José Antonio Balseiro descubre el fraude.
1987
La provincia transfiere la isla Huemul a Bariloche. Cuatro años después se adjudica su explotación turística.
La isla también
contiene la tumba del Cacique Güemul junto a un arrayán de grandes
dimensiones, ubicada a un lado del sendero y con un cartel
indicativo.
Los pastizales
altos, la maleza y los escombros son parte del paisaje en la isla que
remite a leyendas de lo más siniestras pero también tiene una
frondosa vegetación que incluye manzanos y acompañan desde lo alto
el sonido de las aves que parece amplificarse en medio del silencio
que reina en el entorno.
Moles de cemento
Desde una imagen
aérea se pueden ver las estructuras que ocupan el primer tercio de
la superficie total, de 74 hectáreas. El resto es un área de bosque
tupido donde hasta ahora no hubo intervención humana y donde se
pretende mantener como reserva ambiental.
En los sectores
edificados, hay moles de cemento y ladrillo, con estructuras de
hierro retorcidos, azulejos arrancados, faltante de maderas y
revestimientos, grafitis, marcas de fogatas y hasta orificios de
disparos en paredes. Estas marcas, tenebrosas, siguen intactas luego
de que la isla en algún tiempo haya sido utilizada por la Escuela
Militar de Montaña como “campo de entrenamiento y supervivencia”.
Algunos pobladores de la costa de enfrente aducen que el mayor
deterioro de los edificios se produjo por esas prácticas y que
incluso fueron los soldados quienes arrancaron las maderas de los
pisos de la vivienda de Richter para hacer fuego y calentarse por las
noches.
Hay estructuras
de los llamados laboratorios gemelos, el edificio de química, del
reactor, laboratorio IV y el de Richter, la usina, una despensa y
herrería y la casa de visitas. El grado de conservación es malo en
general aunque en algunas hay mayor entereza con paredes en pie,
rastros de pintura, techos de losa y pisos alisados.
El edificio de
mayor deterioro es el laboratorio de Richter donde aseguran que el
científico realizó pruebas y ensayos y donde hizo las supuestas
pruebas de “reacciones termonucleares bajo condiciones de control
en escala técnica”, según informó el expresidente Perón a la
prensa y al mundo, el 24 de marzo de 1951.
La edificación
tiene paredes de casi un metro y medio de ancho, estructuras de
hierro en su interior, y un techo y paredes derribadas. Un cartel que
la antecede indica que allí se realizaron experimentos y que luego
el equipo e instrumental fue retirado. De manera posterior “fue
utilizado para probar cargas explosivas por parte de personal militar
y así convertido en las ruinas actuales”.
Otro edificio a
medio terminar que llama la atención es uno de los llamados
“laboratorios gemelos”, con paredes de más de 15 metros de
altura y donde crecieron en su interior grandes arboledas que escapan
en lo alto de una estructura sin techo. A pocos metros, luce más
entero, el laboratorio de química que es donde funcionaba el equipo
de Dr. Ehrenberg, un físico alemán asistente de Richter. Ese
edificio estaba totalmente terminado y en funcionamiento en los años
que se desarrolló el plan nuclear del austríaco que terminó
bruscamente en 1952 ante la comprobación del fraude que develó el
físico José Antonio Balseiro.
Casino, resort y
hasta un Tecnópolis, todo descartado
La isla Huemul
fue epicentro de anuncios e ideas alocadas desde hace casi dos
décadas. En algún momento se habló de instalar una especie de “Las
Vegas” con salas de juego y vida nocturna. También surgió la idea
de un hotel de lujo con el encanto de estar emplazado en el medio del
lago Nahuel Huapi y fue parte de los proyectos concretar allí un
paseo científico o espacio para exposiciones al estilo Tecnópolis.
Nada de eso sigue
en pie, solo dos proyectos de emprendedores privados que desde hace
meses estudia el gobierno municipal, con la propuesta de realizar un
circuito turístico en la isla Huemul.
“Los proyectos
están en análisis pero primero debemos definir el plan de manejo,
separar el área que tiene mayor protección ambiental y buscar un
equilibrio con la propuesta comercial y turística. Deben convivir la
cuestión ecológica-ambiental y la comercial”, señaló el jefe de
Gabinete, Marcos Barberis.
Admitió que en
sector norte de la isla donde hay un área natural, sin intervención
humana, hay costas preciadas por quienes llegan en embarcaciones
propias. “Podemos plantear un sector recreacional para pasar el día
en las playas y otro con salidas de excursiones. Son cuestiones a
evaluar”, afirmó.
Para el concejal
Daniel González, que preside la Comisión de Turismo y en 2008
promovió sin éxito una licitación cuando estuvo al frente de la
cartera turística, “urge poner en movimiento los proyectos, hay un
cuarto de la isla antropizada y esa área se podría volver a
explotar e incorporar un refugio u hotel de bajo impacto para hacerlo
más tentador para una licitación”.
Años atrás
-recuerda González- hubo dos embajadores brasileños interesados en
traer empresas que pudieran hacer una apuesta a ese proyecto. Ahora,
el concejal se inclina por activar un permiso provisorio a los dos
emprendimientos que tienen interés en reactivarla. La decisión está
en manos del Ejecutivo que admite que por los fracasos del pasado,
llamar a una licitación no tendría éxito.
González apunta
a una tarea interinstitucional para desarrollar un “plan turístico
en la isla” porque “los turistas demandan nuevos circuitos y
atractivos”.
Los edificios,
uno a uno
Casa de Richter.
El científico no vivió allí (residía en la costa del lago, frente
a lo que hoy es el Centro Atómico Bariloche), solo la utilizaba para
recibir visitas. Sus paredes fueron “polígono de tiro” de
soldados de la Escuela Militar de Montaña.
Despensa y
herrería. Quedan los rastros de la cocina de tipo industrial.
Laboratorio de
química. A fines de los 40 fue uno de los pocos edificios en
funcionamiento, allí trabajaba el equipo del Dr. Ehrenberg, físico
alemán asistente de Richter.
Laboratorios
gemelos. Dos grandes estructuras sin techo ni piso, de más de 15
metros de altura donde crecieron frondosos árboles. Hay vestigios de
ceniza volcánica.
Laboratorio de
Richter. Allí desarrolló pruebas y experimentos en busca de la
fusión nuclear.
Usina. Con cinco
grupos electrógenos para abastecer los laboratorios. Cuando se
abandonó el plan, fueron empleados para suministrar energía a
Bariloche.
Edificio del
reactor. En principio tuvo una edificación cilíndrica que luego se
derribó. Se construyeron enormes paredes con dos sectores, en uno
irían los tableros de control y en otro el reactor nuclear.
Laboratorio IV.
Las paredes tienen una cámara de aire. Seis ventanas fueron abiertas
de manera posterior. Tiene el tamaño de un gimnasio y allí se
proyectó un museo interactivo.
Ronald Richter
llegó a la Argentina tras la caída del nazismo en 1945 y Perón lo
hizo ciudadano argentino en 1947. Murió en Viedma en la década del
90.
Fuente:
Soledad Maradona, Isla Huemul: de la gran farsa de la bomba nuclear al abandono, 07/04/19, Río Negro.
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