En 1970 una fuga
radiactiva en Madrid llegó a ser detectada en las aguas del Tajo a
su paso por Portugal. Más adelante, las autoridades españolas se
decidieron a enterrar los lodos contaminados en el Jarama,
despertando las protestas de varios grupos ecologistas. Finalmente,
el CSN ha tenido que admitir la situación y formado un grupo de
trabajo tras el escándalo, que la prensa ha sacado a la luz,
demostrando la incapacidad nuclear de solucionar los problemas que
genera.
por Francisco Castejón
Un poco de
historia
El viernes 23 de
noviembre de 1970 se produjo un escape de agua contaminada con
radioisótopos radiactivos en la antigua Junta de Energía Nuclear
(JEN). Varios técnicos detectaron el escape pero, bien porque no
tuvieron conciencia de la gravedad del mismo, bien por dejadez, no le
prestaron la atención debida y se fueron de fin de semana. El agua
procedente de la refrigeración del reactor nuclear JEN1, y que
había estado en contacto con los elementos combustibles, estuvo
fugando durante todo el fin de semana y los técnicos atajaron la
fuga el lunes siguiente.
La fuga
radiactiva se mantuvo en secreto por las autoridades españolas, pero
fue detectada en las aguas del Tajo a su paso por Lisboa por las
portuguesas. El régimen dictatorial de Franco se encontró con una
queja de su homólogo Salazar. Entre dictadores andaba el juego, pero
al final sufre la gente.
La JEN era el
centro estrella de investigación nuclear en España. Trataba todas
las actividades del ciclo de combustible: la minería, la protección
radiológica, la gestión de residuos y la seguridad nuclear. Fue
juez y parte en la seguridad nuclear hasta la creación del Consejo
de Seguridad Nuclear (CSN) en 1980. Asimismo fue el encargado de la
gestión de residuos hasta la creación de ENRESA en 1984. Además de
la JEN había múltiples instalaciones y actividades. En particular,
en la JEN se desarrolló el proyecto Islero consistente en la
fabricación de la bomba atómica española. Para ello se contaba,
además de las instalaciones de la JEN con una fábrica de agua
pesada que se construyó en Sabiñánigo (Huesca) y con los numerosos
yacimientos de uranio que había en España.
El agua
contaminada se fugó a las alcantarillas de la JEN, de allí pasó al
alcantarillado de Madrid en el distrito de Moncloa, luego al
Manzanares que llevó la contaminación a través de Madrid hasta el
Jarama, que riega las huertas de la vega madrileña y de Aranjuez y,
finalmente la radiactividad llegó al río Tajo, que transportó la
radiactividad hasta Lisboa. El impacto ecológico fue muy grande y es
posible que nunca se hubiera conocido de no ser por la protesta
portuguesa.
Los trabajadores
de la JEN procedieron a comprar toda la cosecha de hortalizas y a
descontaminar las zonas más radiactivas. Todos estos desechos se
trasladaron a la JEN donde se trataron y almacenaron. ¿Todos? No,
los lodos de las caceras del Canal del Jarama se enterraron in situ.
Los
enterramientos del Jarama
La enorme
cantidad de residuos recogidos debía abrumar a aquellos trabajadores
que iban midiendo la radiactividad a lo largo de cientos de
kilómetros. En la zona del Jarama que va aguas abajo de Rivas
Vaciamadrid hasta Villaseca de la Sagra (Toledo) se decidieron a
enterrar los lodos allí mismo. La razón que explica este
comportamiento irregular es el desprecio por la seguridad y por los
efectos de las bajas dosis de la radiactividad de aquellos técnicos.
Cuando se trata con bajas dosis, los efectos son probabilísticos y
no son fáciles de determinar, por lo que el abandono de este tipo de
residuos no será fácilmente detectado y puede quedar impune.
Los
enterramientos se realizaron en ocho zonas, llamadas banquetas, con
diversas concentraciones de radioisótopos. Sobre todo se detectaron
los isótopos artificiales Cs-137, Cs-134, Co-60, Co-58, Mn-54,
Fe-59, Zn-65, Zr-95, Ba-140, Ln-140, I-131, Cs-131 y Nb-95: una
verdadera sopa de productos radiactivos emisores beta y gamma. La
tasa de dosis legal de la época para el público en general era de 5
mSv al año y no se superaba en ningún caso. La situación peor era
la de la banqueta número 4, cerca de Borox (Toledo). En el año 2000
se redujeron los límites de dosis y se dividieron por 5, y la tasa
de dosis legal pasó a ser de 1 mSv al año. Esta dosis se supera en
todos los enterramientos. Esta reducción de dosis debería haber
sido suficiente para que el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) tomara
cartas en el asunto y revisara la situación de los suelos con
contaminación radiactiva persistente, sin embargo esto no fue así.
En el caso de los
enterramientos del Jarama, se produjo una denuncia a mediados de los
años 90 que la Fiscalía admitió a trámite y pidió al CSN que
midiera la radiactividad del río. Las dosis registradas en el agua
fueron muy bajas, por lo que se archivó la causa. Se realizaron
numerosos informes en esa época.
El CSN realizó
una nueva tanda de medidas en 2012 que dieron lugar a un nuevo
informe, donde se mostraba la superación de tasa de dosis en todos
los enterramientos. En ese informe se hacían una serie de
recomendaciones para resolver la situación como comprobar el estado
y propiedad de las tierras y, en caso de que sea necesario, proceder
a la descontaminación. Algo bastante sensato que no se ha llevado a
cabo.
En el momento
actual, tres enterramientos han sido afectados por la acción humana:
en uno se ha construido, en otro se ha cultivado y en un tercero se
ha construido una torre de transporte de electricidad.
Otras
contaminaciones persistentes
No es este, sin
embargo, el único caso de suelos continuadas. Para neutralizar una
acción de Ecologistas en Acción y Jarama Vivo en que se reclamaba
la descontaminación de los lodos del Jarama, el CSN hizo pública
una nota donde se reconocían los terrenos contaminados con
radiactividad en España. Para sorpresa de los ecologistas, que
llevaban décadas denunciando los episodios de contaminación y la
inacción de la administración, el CSN reconocía finalmente que
esos terrenos están contaminados. Tras este sorprendente
reconocimiento, el CSN ha creado, ¡al fin!, un grupo de trabajo
sobre el tema. Veremos en qué queda todo esto.
Estos son los
suelos contaminados reconocidos por el CSN, además de los referidos
enterramientos del Jarama:
- Palomares
(Almería): 40 Ha contaminadas tras la caída de 4 bombas
termonucleares, con presencia de Plutonio-239 y Americio-241.
- Marismas de
Mendaña (estuario del río Tinto en Huelva): extensión de unos
1.600 m2 , con presencia de Cesio-137.
- También en
río Tinto de Huelva: balsa de fosfoyesos con una extensión de
aproximadamente 1.200 hectáreas, con presencia de Radio-226.
- El Hondón
(cerca de Cartagena, Murcia): depósito de lodos de fosfatos, con
unas 108 hectáreas de superficie, con presencia de Uranio-238.
- En el embalse
de Flix del Ebro (Tarragona): lodos de fosfatos, con presencia de
Uranio-238, que han sido retirados totalmente según el CSN y sólo
parcialmente según Ecologistas en Acción.
- Antiguas minas
y explotaciones de uranio en las que se han llevado a cabo
actuaciones de restauración y que se miden regularmente para ver el
nivel de radiactividad que todavía persiste.
Además, cabría
citar algunos sedimentos de algunos embalses como el de Arrocampo
(que refrigera la central de Almaraz) o el de Mequinenza (Zaragoza)
cuyos estratos deben guardar recuerdo de todos los desaguisados que
se han cometido en la cuenca de dicho río.
Conclusiones
Los
enterramientos del Jarama son una de las varias herencias del pasado
que se deben a las malas prácticas de la industria nuclear o al
menosprecio de la contaminación radiactiva por los técnicos de esa
industria. Es un caso parecido a los bidones enterrados en La Haba o
a los suelos contaminados de Palomares. En el caso de los lodos del
Jarama, los técnicos de la antigua JEN decidieron enterrar sin
control esos lodos radiactivos, por estimar que el nivel de
contaminación era admisible y que, en todo caso, nadie se enteraría.
Sin embargo, en 2000, las dosis radiactivas máximas aceptadas por la
ley se dividieron por 5 y esos lodos pasaron a representar un riesgo
real de recibir altas dosis ilegales. Además, es posible que la
contaminación radiactiva se extienda por el territorio, bien por
efecto de la lluvia o de la acción humana. Claramente, los
trabajadores despreciaron los posibles cambios que se iban a producir
en el futuro: reducción de las dosis legales, acción humana sobre
las banquetas contaminadas, etc.
El informe del
CSN fechado en 2012 muestra que, en efecto, es posible recibir dosis
más altas que la legal de 1 mSv/año, y hace algunas recomendaciones
sensatas: básicamente caracterizar la contaminación y su extensión
y limpiar las zonas contaminadas. Sin embargo, el CSN hace como si
este informe no existiera y no ha realizado ninguna acción derivada
de sus recomendaciones. Es inaceptable la actitud del CSN y el Pleno
de este organismo debe asumir sus responsabilidades.
Es imprescindible
caracterizar todos los enterramientos de los lodos para conocer el
alcance de la contaminación y proceder a la descontaminación del
terreno lo antes posible. De lo contrario se está poniendo en riesgo
la salud de las personas y del medio ambiente. El CSN muestra también
en este caso una alarmante falta de rigor.
Más allá de los
lodos del Jarama, la existencia de estos suelos contaminados nos
muestra la incapacidad de la industria nuclear para resolver los
problemas que genera y el desprecio que existe hacia los efectos
sobre la salud de las bajas dosis radiactivas.
Fuente:
Francisco Castejón, Enterramientos radiactivos en el Jarama, 07/01/19, El Salto Diario. Consultado 11/01/19.
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