Un tribunal de Honduras considera culpables de asesinato a siete personas, pero la familia critica que no se condene a directivos de la hidroléctrica por organizar el homicidio.
por Jacobo García
El tribunal de
Honduras que juzga el caso de Berta Cáceres condenó este jueves a
siete personas y absolvió a otra más por su implicación en el
asesinato de la líder ecologista. Entre los condenados están los
tres sicarios que dispararon contra Cáceres el 2 de marzo de 2016,
dos exmilitares y dos trabajadores vinculados a la empresa DESA
(Desarrollos energéticos), que construiría la presa hidroeléctrica
a la que la ecologista se oponía frontalmente.
El tribunal
declaró culpables a Sergio Rodríguez (gerente de comunicaciones de
DESA), Mariano Díaz, (mayor en activo del ejército de Honduras)
Douglas Bustillo (teniente retirado y exjefe de seguridad de DESA),
Henry Hernández (exmilitar) y a los sicarios Elvin Rápalo, Óscar
Torres y Edilson Duarte, como coautores del asesinato.Tras un juicio
de cinco semanas, considera también que está probado que los
directivos de la empresa DESA planificaron el asesinato con el
objetivo de dañar su lucha.
La familia de la
ecologista se mostró contraria al fallo y opinó que “hubo
condenas pero no hubo justicia”, resumió la hija de Bertha Cáceres
a este diario, en referencia a que no se ha investigado a los dueños
de la hidroeléctrica. Organizaciones como CEJIL (Centro por la
Justicia y el Derecho Internacional ) y Amnistía Internacional
consideran que "los autores intelectuales del asesinato aún
están en impunidad”.
Según la
reconstrucción de la sala I del Tribunal de Tegucigalpa, cansado de
las protestas de Berta Cáceres y COPINH, la organización que
lideraba, el gerente de la empresa DESA pidió ayuda a uno de sus
jefes de seguridad para que terminara con ella. En concreto se lo
pidió al teniente retirado Douglas Bustillo. A su vez, Bustillo
recurrió a otro amigo de los cuarteles, el mayor Mariano Díaz,
instructor de la Policía Militar y miembro de las Fuerzas
Especiales, para que contratara a los sicarios. Al último de los
pistoleros lo capturaron en enero en una peluquería de Reynosa,
Tamaulipas, en la frontera entre México y Estados Unidos, donde
trabajaba. Había recibido 50.000 lempiras (2.200 dólares) por
apretar el gatillo. Coordinado con los siete estaría el presidente
de la compañía, David Castillo, detenido en marzo y que sigue un
juicio paralelo. Hasta hoy el único testigo de lo sucedido aquella noche es el ambientalista mexicano Gustavo Castro, quien resultó
herido en el ataque.
Además de
señalar a los culpables, el tribunal, compuesto por dos juezas y un
juez, hizo públicos algunos detalles que abonan las dudas sobre
quienes fueron los autores intelectuales o de dónde salió el dinero
para pagar a los sicarios. La sentencia constató que las protestas
lideradas por Berta Cáceres molestaban a los directivos de DESA y
que intentaron asesinarla sin éxito un mes antes.También que tras
el frustrado intento, Bustillo se comunicó con miembros de DESA para
planificar un nuevo asesinato.
Además, Sergio
Rodríguez pagaba a informantes para tener permanentemente localizada
a Cáceres sobre los lugares, días y fechas en los que habría
protestas. Mediante un chat de WhatsApp, informaba a los ejecutivos
de DESA sobre las acciones, movimientos y ubicación de Berta Cáceres
y el Copinh.
Los años de
finales de condena para los siete culpables se conocerán en enero,
pero la pena por asesinato en Honduras ronda los 50 años de cárcel.
Según la empresa, la familia Cáceres y Copinh han intentado
manipular el juicio y se han dejado fuera pruebas sobre una supuesta
relación de Cáceres que demostrarían una relación tormentosa que
habría acabado con su vida.
“Tenemos una
sensación agridulce sobre la sentencia. Por un lado, los siete
condenados, según nuestras pruebas, están vinculados al asesinato,
pero no se ha juzgado a quienes dieron la orden”, señaló vía
telefónica Marcia Aguiluz, del Centro por la Justicia y el Derecho
Internacional (CEJIL), presente en el juicio. “Sin embargo, hay un
claro señalamiento del tribunal a los directivos como responsables”,
dice la responsable de la organización de derechos humanos con sede
en Washington.
“A pesar de la
existencia de una sentencia (...) la justicia hondureña tiene
pendiente demostrar su compromiso con la verdad e identificar a todos
las personas que planearon y ordenaron el asesinato de la defensora
Berta Cáceres”, señaló Érika Guevara Rosas, directora para las
Américas de Amnistía Internacional. Para la empresa nunca se han
demostrado que la orden saliera de sus despachos y, aunque mantiene
la concesión, ha renunciado a seguir con el proyecto "como
gesto de buena voluntad".
Cáceres fue
asesinada en marzo de 2016 en su casa en la ciudad de La Esperanza,
en el occidente de Honduras. Hasta ese día ella era la piedra en el
zapato en contra de la presa Agua Zarca de la empresa DESA que
cambiaría el rumbo del río Gualcarque. Una nueva hidroeléctrica en
la línea de la política de grandes obras públicas concesionadas a
un puñado de familias, que ha llevado a cabo los últimos años el
gobierno de Honduras. Un año antes, Cáceres, 2015 había recibido
el reconocido premio Goldman Enviromental Prize, el galardón más
prestigioso entre los defensores del medio ambiente.
Su muerte provocó
la indignación global y desde Barack Obama a El Vaticano, exigieron
el esclarecimiento. Para Aguiluz, los chats conocidos durante el
juicio dejan claro que los autores intelectuales son los directivos y
algunos accionistas de DESA cuyos nombres aparecen en los chats como
la poderosa familia Atala, concluye.
Fuente:
Jacobo García, El juicio de Berta Cáceres: siete condenas y un sabor agridulce, 30/11/18, El País.
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