Natalia Shevchuk llegó a Pripyat luego de 26 años. Desde el día de la explosión de Chernóbil. Foto: AFP |
El 28 de abril de 1986, el accidente nuclear provocó que los 50.000 habitantes de Pripyat, en Ucrania, debieran abandonar el pueblo. Una de ellas, Natalia, pudo ahora volver a su casa.
Natalia acaricia
con la mirada las paredes desconchadas pero no toca nada, por miedo a
la radiación, mientras las lágrimas corren por sus mejillas.
Treinta y dos años después de la catástrofe de Chernobyl, está de
vuelta en su casa, en la ciudad fantasma de Pripyat.
La vida de su
familia cambió radicalmente el 26 de abril de 1986, cuando el
reactor nº 4 de la central nuclear de Chernobyl explotó,
contaminando buena parte de Europa.
Los 50.000
habitantes de Pripyat, ciudad construida a solo dos kilómetros de la
central para alojar a sus empleados, fueron evacuados al día
siguiente de la peor catástrofe nuclear de la Historia. Entre ellos,
los padres y la hermana de Natalia.
Marchada a
estudiar a Kiev dos años antes, la joven volvía frecuentemente para
visitarles. Se suponía que debía hacerlo también el día de la
explosión, un sábado, pero le dijeron en la estación que los
trenes y autobuses ya no iban allí.
Cerca de 350.000
personas fueron evacuadas en un radio de 30 kilómetros alrededor de
la central, un área de exclusión todavía deshabitada.
"Mis padres
no podían resignarse al hecho de que ya no podían volver allí",
recuerda Natalia. "Fue un golpe muy duro para ellos".
Su padre fue el
único en volver a su casa abandonada, cuando participaba en los
trabajos de limpieza alrededor de la central en los años 1980. Una
experiencia que fue traumática para él, desalentando a Natalia de
viajar a la ciudad de su infancia.
"No estaba
moralmente preparada y también me preguntaba qué impacto tendría
(la radiación) en mi salud, porque tenía hijos que criar",
explica esta mujer de negocios que vive en Kiev. "Pero este año
me di cuenta de que era hora de ir porque los edificios se están
cayendo a pedazos".
Para llegar allí,
ha pagado una excursión turística de un día a Chernóbil y ha ido
con su marido, sin avisar al resto de su familia.
Ha llegado a otro
mundo. Convertida en el símbolo internacional del peligro del átomo,
la ciudad de sus sueños de su infancia no es más que un vestigio.
Los edificios residenciales tienen rotas sus ventanas, las carreteras
están cubiertas de musgo y la densa vegetación ha vuelto
irreconocibles sus barrios desiertos.
Tras deambular un
buen rato y gracias a un GPS, encuentra finalmente la dirección
deseada: el número 30 de la calle Lessia Oukrainka.
"¡Es
aquí!", se detiene Natalia, jadeando. "¿Creen que puedo
entrar?", pregunta con timidez. Las autoridades de la zona
prohíben hacerlo debido al riesgo de colapso, pero ella se adentra
en la oscuridad.
Dos pasos más y
está en su apartamento en la planta baja, cuya puerta está abierta.
Una habitación, otra, la sala de estar...
En una biblioteca
todavía quedan algunos libros. "Esos de ahí los compró mi
madre", continúa, antes de ponerse a llorar. Dice que
experimenta una sensación de "culpa" por "la
humanidad que ha permitido que eso suceda".
Su marido, un
hombre fuerte con el pelo corto y canoso, graba todo para enseñárselo
a sus dos hijos. "Ella había soñado mucho tiempo con venir y
yo le dije: vamos", dice.
"No esperaba
poder entrar al interior, como máximo echar un vistazo por la
ventana", explica su esposa. Superadas las primeras emociones,
parece casi serena.
"He
encontrado lo que perdí, al menos una pequeña parte de mis
recuerdos", confía. "Es muy angustioso, al principio ha
sido un shock, pero luego he sentido que he cumplido con mi deber
respecto a mi ciudad y mi apartamento, que no he olvidado ni olvidaré
nunca".
Agencia AFP.
Fuente:
Treinta y dos años después de Chernobyl, Natalia regresa a su casa, 26/04/18, Clarín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario