Un hongo que se
propaga por toda Europa está destruyendo valiosos bosques de
fresnos. Los científicos están buscando desesperadamente un
ejemplar resistente para cultivarlo, antes de que desaparezca el
último árbol.
por Bob Berwyn
Como muchas
generaciones de ebanistas anteriores a él, el austríaco Christian
Hinterschweiger trabaja la madera de fresno. Los árboles son nativos
de los escarpados Alpes del estado austríaco de Estiria y la madera
es apreciada por ser altamente resistente a los golpes.
Es ideal para
muebles e instrumentos musicales, así como para equipos deportivos.
Es por eso que Hinterschweiger fabrica a mano esquís con esta madera
desde 2011. En su taller de Bad Mitterndorf se pueden ver las tablas
alineadas en la pared en varias etapas de producción. Todas están
construidas alrededor de un núcleo de madera de fresno, estilo
sándwich, reforzado con capas de Kevlar o metal.
Tras abrir una
cerveza fría, Hinterschweiger explica por qué emplea fresno: "Es
fácil de trabajar, calentar y doblar. Además, tiene la combinación
adecuada de estabilidad y flexibilidad”, cuenta mientras coloca un
trozo delgado de madera de grano fino en su prensa de esquí. "Usar
madera es sostenible y especialmente en el esquí, donde se trata de
estar en contacto con la naturaleza, es perfecto. Un esquí con
núcleo de madera encaja perfectamente y se puede sentir que está
hecho de un material natural”.
El negocio está
en auge en la región de esquí, considerada como un oasis seguro de
nieve, alrededor del cual el mundo cada vez se calienta más.
Hinterschweiger afirma que ha sido capaz de convertir su pasión por
el esquí en un negocio exitoso a tiempo parcial, y está
considerando su expansión. Es un gran ejemplo de crecimiento
económico local y sostenible fuera de la esfera corporativa
multinacional, que domina la industria del deporte de invierno.
Sin embargo, para
que la empresa funcione, es necesario un suministro seguro de
materiales de construcción y eso podría ser un problema. Después
de todo, un hongo invasivo, que se extiende por toda Europa, está
causando grandes daños a los fresnos. Los expertos estiman que en
sólo veinte años, más del 90 por ciento de los árboles del país
desaparecerán de los bosques y de las plantaciones naturales. Y por
si fuera poco, el escarabajo asiático verde de la corteza de fresno,
que está trasladándose hacia el oeste, también está diezmando la
población.
Más preguntas
que respuestas
Se desconoce por
qué el hongo se está propagando en muchos países europeos como en
el Reino Unido o Irlanda. Durante un paseo por Viena, el investigador
forestal Thomas Kirisits explica a DW que no hay indicios claros de
que el rápido avance esté directamente relacionado con el
calentamiento global, al igual que está ocurriendo con otras
especies invasoras de rápida propagación. Eso no significa que no
se encuentre una evidencia en el futuro, pero por ahora los esfuerzos
se centran en rescatar a la especie.
Mientras hacemos
una parada en la avenida Schwarzenbergallee, el investigador señala
un grupo de fresnos, donde en 2007, fue uno de los primeros en
detectar el patógeno mortal para este árbol. El hongo brota en
verano formando pequeñas cabezas blancas en forma de copa sobre las
ramas caídas. Una vez identificada la especie, los científicos
rastrearon su origen y encontraron una cepa resistente, en Polonia, a
un brote que tuvo lugar hace 20 años.
"Todavía
hay más preguntas que respuestas, y no hay tiempo para resolverlas
todas. Tenemos que actuar inmediatamente”, señala Kirisits, líder
de una campaña para salvar al fresno. En su búsqueda, ha logrado
encontrar algunas cepas que también son resistentes al hongo. Desde
hace unos años forma parte de un equipo que intenta propagar los
fresnos más resistentes.
Clases de
historia natural
Si tienen éxito,
los científicos y gestores forestales podrían reforestar los
bosques en las próximas décadas. Otros enfoques, como la
destrucción del hongo son poco prometedores ya que el organismo es
altamente reproductivo: sus esporas se diseminan rápida y
eficazmente por el viento.
Kirisits estima
que sólo entre el uno y el tres por ciento de los fresnos en toda
Europa tienen una resistencia genética al hongo. Esta cifra podría
ser incluso optimista, porque los árboles que parecen sobrevivir un
año pueden ser atacados por el hongo al año siguiente.
En algunas de las
zonas más afectadas, como Dinamarca, los investigadores estiman que
el hongo ya ha acabado con más del 90 por ciento de los fresnos. Y
durante la última década, la plaga se ha extendido hacia el oeste
por Francia, Irlanda y el noroeste de España. En el sur, una gran
parte de los Balcanes está afectada, así como gran parte de Italia
exceptuando el talón de la bota. La situación es similar en las
tierras bajas del Benelux, en los países bálticos y en la franja
sur de Escandinavia.
De ahí la
necesidad de una experimentación cuidadosa, incluida la
investigación genética, como base para su conservación.
Para recolectar
variedades genéticamente diversas, Kirisits y otros investigadores
también se valen de la ayuda de voluntarios, a quienes se les pide
que informen sobre la ubicación de árboles vivos y sanos, en
bosques devastados y bosques ribereños a lo largo del Danubio.
En los últimos
años, los investigadores austriacos han establecido dos viveros en
los que crían y estudian miles de plántulas. Los árboles están
clasificados por grupos de edad, en parte cultivados a partir de
semillas y en parte de esquejes de árboles. Según Kirisits, este
año se probarán 23.399 plántulas de fresno para comprobar su
resistencia. En otros países europeos se están llevando a cabo
enfoques similares para encontrar ejemplares resistentes.
Para ello, se
infectan algunos árboles con el agente patógeno. Si se muestran
resistentes, se emparejan para producir más semillas. Podrían ser
necesarios entre 15 y 20 años de trabajo para garantizar la
disponibilidad de un número suficiente de plántulas, que permita
una reforestación significativa. Sin embargo, a largo plazo el
esfuerzo podría preservar la especie.
Eso también se
aplica a los esfuerzos mundiales, que se están llevando a cabo para
hacer que los bosques sean más resistentes a las condiciones
ambientales cambiantes, ya sea como consecuencia del calentamiento
global o de la propagación de patógenos inesperados.
Diana Six, por
ejemplo, investigadora forestal del estado estadounidense de Montana,
ha estado estudiando la genética de los árboles, que sobrevivieron
al ataque del escarabajo del pino que acabó con millones de
hectáreas de pinos costeros en el oeste de Norteamérica a
principios de los años 2000.
Según la
científica, el enfoque austriaco para el rescate y la restauración
del fresno también podría utilizarse para que los bosques de su
región, y de todo el mundo, sean más resistentes a diversos
patógenos como hongos e insectos.
"Para que
los bosques sean más resistentes, tenemos que estar abiertos a
formas radicales de pensar. Promover la capacidad genética de los
bosques para adaptarse es la mejor manera de hacer frente a insectos
u hongos que pueden propagarse con el calentamiento global”,
señala.
El mapeo de
marcadores genéticos resistentes a los patógenos puede apoyar el
proceso natural de evolución al permitir a los silvicultores criar y
plantar árboles que sobreviven a insectos y otras plagas, según
Six.
Fuente:
Bob Berwyn, ¿Podrá la ciencia salvar al fresno europeo de la extinción?, 27/02/18, Deutsche Welle. Consultado 27/02/18.
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