por Rianne Teule
"Olvidar Fukushima hace más probable que un desastre nuclear suceda en otros lugares", dijo la señora Tatsuko Okawara, una de las cientos de miles de víctimas del accidente de Fukushima, que comenzó el 11 de marzo de 2011.
A pesar de que tiene razón, el mundo todavía parece olvidar.
La industria nuclear está intentando fuertemente hacernos olvidar, restando importancia a las repercusiones del accidente, ignorando el hecho de que los reactores de Fukushima todavía no están bajo control y afirmando que se ha aprendido. Nada más lejos de la verdad.
La industria nuclear está intentando fuertemente hacernos olvidar, restando importancia a las repercusiones del accidente, ignorando el hecho de que los reactores de Fukushima todavía no están bajo control y afirmando que se ha aprendido. Nada más lejos de la verdad.
Así que el negocio continúa como de costumbre y en muchos países se están cometiendo los mismos errores que han jugado un papel en Fukushima. Estas son fallas sistémicas vinculadas al sector nuclear, como la falta de organismos reguladores independientes, sin rendición de cuentas, anteponiendo las ganancias a la protección de las personas, planes de emergencia insuficientes y continuar con la creencia en un paradigma de la seguridad nuclear que se ha demostrado equivocado.
Un regulador nuclear verdaderamente independiente es una rareza ya que la mayoría están estrechamente relacionados con el sector que deben controlar. Y al mismo tiempo, las decisiones se toman sobre la base de la política y la economía, en lugar de las personas y su seguridad.
La industria nuclear aún se beneficia de un sistema de responsabilidad que les protege de la responsabilidad de los riesgos y los daños que crean. Las grandes empresas cosechan grandes ganancias, mientras que cuando las cosas van mal, es la sociedad y las personas las que hacen frente a las pérdidas y daños. Los que están pagando por Fukushima son los miles de ciudadanos que perdieron sus medios de vida; cuyas comunidades y familias se han roto; cuyos niños no pueden jugar al aire libre, porque los niveles de radiación son demasiado altos. Las personas que están pagando son los japoneses cuyo dinero de los impuestos se utiliza para hacer frente a los reactores accidentados de Fukushima y la limpieza de las zonas contaminadas.
Nos hicieron creer que la probabilidad de un accidente nuclear grave como Chernobyl era prácticamente insignificante. Pero mirando el mundo real, la evidencia muestra que la frecuencia de colapsos de reactores es de aproximadamente una vez por década. Aún así, el sector nuclear utiliza las mismas evaluaciones de probabilidad y procedimientos completamente equivocados. Los reguladores continúan dudando en actuar adecuadamente para reducir los riesgos, debido a que regulaciones más estrictas harían no rentable a la industria nuclear.
En el mundo todavía se están operando más de 400 reactores nucleares inherentemente peligrosos y se continúan construyendo docenas más. Millones de personas están en riesgo porque, como Fukushima ha puesto de manifiesto, la contaminación radiactiva no se detiene a una distancia de 10 o 20 kilómetros, que es el límite de las zonas de evacuación designadas oficialmente. Y, sin embargo, nadie está preparado para manejar un accidente nuclear a gran escala cuando las personas pueden tener que ser evacuadas incluso cientos de kilómetros de la planta de energía nuclear.
La energía nuclear no es un mal necesario, porque existen soluciones de energía asequibles, seguros y limpios. Es sólo una cuestión de elección política.
Es por eso que no debemos olvidar Fukushima. Tenemos que escuchar a los que sufren por el accidente. Debemos recordar, aprender y actuar para construir un mundo mejor.
La doctora Rianne Teule es directora de campañas y experta nuclear de Greenpeace Bélgica
Fuente:
Rianne Teule, Fukushima: no hay que olvidar!, 11/03/14, Greenpeace Internacional.
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