Se me hicieron preguntas acerca de la toxicidad de los
plaguicidas, lo cual es cierto, y me explayé afirmando que no sólo es riesgosa
su utilización por sus características intrínsecas sino por las condiciones
sociales, ambientales, culturales y económicas de uso.
por Javier Souza Casadinho (1)
He estado participando del juicio que se lleva adelante en
Córdoba, que busca relacionar la aplicación de plaguicidas con el deterioro en
las condiciones de salud en el barrio Ituzaingó, de la capital provincial. La
crónica publicada en este diario el pasado sábado 16 no alcanza a reflejar
cabalmente mi presentación de casi tres horas, por lo que me permito hacer
algunas precisiones.
En mi presentación ante el tribunal me explayé sobre el
modelo agropecuario basado en monocultivos y de cómo estos, al ser
insustentables y no poder reproducir las condiciones de existencia, requieren
de la aplicación permanente de plaguicidas y fertilizantes a fin de sostener la
productividad.
En la producción agrícola en Argentina se ha pasado de
utilizar 30 millones de litros de agrotóxicos a principio de la década de 1990 a más de 350 millones
en el último año.
Dicho incremento se relaciona con el aumento de la
superficie agrícola, el incremento de la superficie con monocultivos, la
aparición de resistencias en los insectos y plantas silvestres, el cambio
climático y la merma de insectos benéficos a causa de la modificación de su
hábitat.
Desarrollo de enfermedades. Cuando el tribunal me preguntó
si los plaguicidas son tóxicos, contesté en forma afirmativa, y que si bien se
hace difícil relacionar las enfermedades con su causa, existen antecedentes que
permiten relacionar a los plaguicidas con el desarrollo de enfermedades.
Hablé, por ejemplo, del endosulfán y del comité de admisión
de nuevos contaminantes persistentes dentro del convenio de Estocolmo. Para
ingresar al convenio, se debe realizar un perfil de riesgo del tóxico y
analizar su posible impacto en la salud.
Hablé casi media hora del endosulfán, de sus
características, de los estudios que determinaron su posible incidencia en la
salud, de su inclusión en el convenio, de los países que pidieron excepciones
dentro de su inclusión. Cité claramente una investigación que relaciona al
endosulfán con la posible aparición de Mal de Parkinson. Y cuando se me
preguntó por qué no se lo prohibía en la Argentina de inmediato, lo cual se ligó a
decisiones políticas, aclaré que dentro del convenio se permitía utilizar el
insecticida DDT en los países de África y que se sigue produciendo en Corea,
China e India.
En mi declaración, dije que no se podían ligar las
enfermedades a una única causa, por ejemplo a los plaguicidas, y en este caso
dije que desde la lógica y la ética no se hacía experimentación con humanos,
pero que se podía avanzar en la relación a partir de los monitoreos
epidemiológicos transdisciplinarios y con participación de la comunidad.
Pasé casi 20 minutos hablando de epidemiología, aunque no es
mi especialidad profesional. Por último, afirmé que se hacía necesario
perfeccionar y llegar a otras estrategias metodológicas a fin de ligar a los
plaguicidas con el deterioro en la salud, y cité al doctor Romy Quijano, quien
habla de la necesidad de avanzar de una relación causa-efecto a una
aproximación de tipo relacional.
Alternativa. Se me preguntó acerca de las alternativas a la
producción convencional basada en transgénicos y plaguicidas, a lo cual
manifesté que sí, que era posible producir bajo modalidades que, nutriendo
adecuadamente los suelos y recreando biodiversidad, pudieran establecer
agro-ecosistemas sustentables, estables y viables desde el punto de vista
económico.
Manifesté con claridad que no era una cuestión de aplicar
nuevos productos orgánicos sino de establecer agroecosistemas.
Al preguntárseme si podían producir más que los monocultivos,
afirmé que todo dependía de aquello que se realizaba en la etapa de transición
y que, si se lleva adelante un buen planteo de nutrición de los suelos y de
inclusión de biodiversidad, esto es posible.
Ocupé una gran parte de la exposición para hablar de las
propiedades de los plaguicidas, en especial de su movilidad en el ambiente.
Allí me explayé fundamentalmente sobre el endosulfán y otros
plaguicidas clorados. Me referí a las posibilidades de deriva, la
bioacumulación, el arrastre, la posible llegada al agua..., aspectos que pueden
incrementar el riesgo en su aplicación.
En relación con el deterioro en la salud, no todas las
personas tenemos la misma capacidad de percibir este deterioro y para acceder a
los servicios de salud primero hay que percibirse enfermo; luego, tener los
medios para acceder a los servicios; más tarde ser tratados por las causas del
problema y, por último, se debe registrar la intoxicación en los registros
pertinentes.
Esta larga cadena explica la ausencia de registros adecuados
sobre intoxicaciones en la República Argentina.
Se me hicieron preguntas acerca de la toxicidad de los
plaguicidas, lo cual es cierto, y me explayé afirmando que no sólo es riesgosa
su utilización por sus características intrínsecas sino por las condiciones
sociales, ambientales, culturales y económicas de uso.
Se me hicieron preguntas sobre la ciencia, la categorización
de los agrotóxicos, los plaguicidas clorados y sus características. Siempre
busqué respuestas integrales, objetivas y traté de citar las fuentes. Es decir,
procuré hacer una exposición fundada en la verdad, buscando la justicia.
- Ingeniero agrónomo
Javier Souza Casadinho, Sobre la toxicidad de los plaguicidas, 04/07/12. Consultado 05/07/12.
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