En un ambiente marcado por las protestas de cientos de miles de personas —incluida la mayor manifestación de la historia vista en la capital de Alemania Occidental, Bonn— el movimiento antinuclear atrajo la atención nacional y despertó una simpatía generalizada. Y se convirtió en una importante fuerza política mucho antes de la catástrofe de Chernóbil de 1986.
Por Juan Vernieri
Sus motivaciones incluían desconfianza hacia la tecnocracia y temores ecológicos, medioambientales y de seguridad. Pero también oposición general al poder concentrado como en la dictadura nazi.
Los activistas defendieron alternativas renovables más seguras, ecológicas y accesibles, como la solar y la eólica, abrazando así su promesa de mayor autosuficiencia, participación comunitaria y empoderamiento ciudadano.
La generación de activistas más veterana rechazó deliberadamente la opinión de los expertos de la época, que consideraban que la energía nuclear centralizada era el futuro y que el despliegue masivo de energías renovables distribuidas era una quimera.
Este movimiento anterior fue decisivo para crear el Partido Verde alemán —hoy el más influyente del mundo— que surgió en 1980 y entró por primera vez en el gobierno nacional de 1998 a 2005 como socio menor de los socialdemócratas. Esta coalición «rojo-verde» prohibió la construcción de nuevos reactores, anunció el cierre de los existentes para 2022 y aprobó una serie de leyes en apoyo de las energías renovables.
Cuando la pandemia y, posteriormente con la invasión rusa de Ucrania, surgieron fuertes críticas al abandono de la energía nuclear y a la inesperada necesidad de volver al carbón.
Sin embargo, del 6,3 % de participación de las energías renovables en el consumo nacional en el 2000 se disparó al 51,8 % en 2023.
Alemania desde los inicios de su transición energética, ha tratado de alejarse tanto de la energía intensiva en carbono como de la energía nuclear para adoptar alternativas predominantemente renovables.
Es evidente que el tema de la energía nuclear continuará presente en el país por mucho tiempo. Hay que desmantelar los reactores y, además, el tema más álgido es dónde hallar un lugar para almacenar los residuos nucleares altamente radioactivos (combustibles gastados).
A pesar de los tiempos y enormes recursos aplicados, todavía no ha encontrado un lugar seguro. Por el momento, los residuos se almacenan en los terrenos de las centrales abandonadas, pero la ley exige guardarlos en depósitos subterráneos durante muchos milenios.
Las instalaciones de almacenamiento provisionales actuales están diseñadas para un determinado lapso.
Ni el hormigón, ni el alambre de púas, ni los guardias de seguridad o el acero pueden sustituir a una estructura geológica robusta. Se busca una profundidad geológica adecuada, pero ¿dónde exactamente?
El municipio de Gorleben, en Baja Sajonia, fue el lugar elegido por los políticos para el almacenamiento. Debido a las intensas protestas contra la energía nuclear, la política decidió renunciar a Gorleben como depósito de residuos nucleares.
Actualmente, se han detectado unos 90 posibles lugares, pero decidir en cuál, tomará su tiempo, como mínimo el mismo tiempo que lleva utilizando la energía nuclear.
El legado radiactivo mantendrá ocupada a Alemania durante muchos años. (Fuente: Jens Thurau)
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