Jeff Baran fue nominado por primera vez por el presidente Obama y tomó juramento como comisionado de la Comisión Reguladora Nuclear el 14 de octubre de 2014. En enero, el presidente Joe Biden abandonó la nominación de Baran para un tercer mandato. ¿Por qué? ¿Cuál fue su pecado? Ser “un regulador aferrado a la seguridad y abiertamente hostil a la energía nuclear”.
Por Juan Vernieri
El lobby nuclear, que prefiere una autoridad complaciente, consiguió que un puñado de demócratas se unieran a los republicanos del Senado para bloquear la nominación el año pasado. Los demócratas del Senado dicen que preferirían un candidato que no esté “demasiado centrado en la seguridad”.
El abandono de Jeff Baran para otro mandato es un mal augurio para la independencia de la agencia y la seguridad del país.
Era el único comisionado de la NRC, de cinco, que votó consistentemente a favor de una mayor protección y seguridad ambiental. Pero como los otros cuatro votos normalmente iban en dirección opuesta, a menudo ganaban las decisiones que favorecían a la industria nuclear.
La senadora Shelley Capito principal patrocinadora dijo: “debemos establecer vías regulatorias para que los diseños nucleares de próxima generación se aprueben rápidamente y sin costos onerosos e innecesarios”. Para esta mujer la seguridad es algo caro e innecesario.
La NRC es una comisión que evalúa y regula todas las actividades nucleares del país. Su misión es proteger la salud y la seguridad públicas, garantizar la seguridad y proteger el medio ambiente.
El valor real de una agencia reguladora reside en su independencia. Y eso significa que debe permanecer libre de influencia industrial y política. Sin embargo, como se ve, el lobby nuclear la domina. Quiere convertirla en una cámara de resonancia en lugar de un regulador equilibrado y confiable.
Cuando el regulador no es independiente, sino que está sujeto a la presión política y de la industria, puede producirse un desastre. Como el ocurrido en Japón, donde la autoridad regulatoria estaba constantemente presionada por el interés de la industria nuclear.
Si hubiera un accidente nuclear debido a una regulación laxa, no solo se pondría en peligro la industria, sino que también podría afectar grandes zonas del territorio y pondría en riesgo a toda la economía.
Un regulador exitoso debe tener personal y apoyo financiero adecuados, así como el respaldo del gobierno, para poder hacer su trabajo, y poder suficiente para, si es necesario, cerrar una instalación insegura.
Es increíble y espantoso: el Congreso de Estados Unidos, los Partidos Republicano y Demócrata, y el Presidente Biden, presionados por el lobby, admiten reducir la seguridad nuclear. (Fuente: Bulletin of the Atomic Scientists)
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