El downwinder de Hanford, Tom Bailie, en 1985 en un campo de su familia. Al fondo está la reserva nuclear de Hanford. Crédito: Christopher Anderson / The Spokesman-Review. |
Tom Bailie murió el 4 de enero a los 76 años en el Centro Médico Regional Kadlec en Richland. Padecía enfermedad de Parkinson y anemia, recientemente le habían diagnosticado leucemia mieloide aguda.
“Cuando lo llevé a Kadlec, les dijo: 'Soy un downwinder'. Se lo hizo saber”, dijo su hermana Mary Reeve, que también vive en una granja a la sombra de Hanford.
En Estados Unidos se conocen como “downwinders” a las personas que viven a sotavento de una instalación nuclear o de un sitio de prueba de armas nucleares, y por lo tanto, están expuestas a la contaminación radiactiva.
La reserva nuclear de Hanford está ubicada en el desierto de Washington, al noroeste de Estados Unidos, a lo largo del río Columbia. Alberga el primer reactor nuclear a escala de producción del mundo. En 1943, el Ejército desalojó al puñado de colonos que se habían instalado allí y rompió el Tratado con los pueblos originarios del lugar, restringiendo sus derechos de caza y pesca. Apresuradamente se construyó una versión más grande del experimento de Fermi en Chicago. En pocos meses se construyeron dos reactores más y cuatro instalaciones de separación química. En Hanford se produjo el plutonio para la bomba atómica de Nagasaki.
Una reseña escrita por Karen Dorn Steele para el Spokesman-Review recordó que el padre de Bailie ganó una lotería de tierras del Gobierno para los veteranos de la Segunda Guerra Mundial y la familia se mudó a una granja cerca de Mesa, al otro lado del río Columbia de Hanford.
La Comisión de Energía Atómica (AEC) exigió a los granjeros que establecieran pequeñas lecherías, donde analizaban la radiación de la leche semanalmente, lo que indicaba una conexión entre Hanford y las granjas.
Bailie era un niño enfermizo que padecía llagas persistentes en la piel y una parálisis a los 5 años que lo puso en un pulmotor. Comenzó el primer grado con aparatos ortopédicos en las piernas y le diagnosticaron esterilidad cuando tenía 18 años.
Su madre trabajó antes de casarse en la década de 1940 como secretaria en Berkeley del Dr. Robert Oppenheimer. Les dio a sus cuatro hijos una pastilla diaria, probablemente yoduro de potasio, que bloquea la absorción de yodo radiactivo en la glándula tiroides para prevenir el cáncer. Pero toda su vida permaneció con la boca cerrada sobre su trabajo ultrasecreto para el Proyecto Manhattan, la carrera para construir la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1985, Bailie expresó sus preocupaciones por primera vez en un artículo publicado por el Spokesman-Review, titulado “Hanford Downwinders: Living With Fear” (Hanford Downwinders: vivir con miedo). La foto principal muestra a Bailie en un campo de maíz, con las plantas nucleares de Hanford detrás de él.
La administración Reagan había reiniciado recientemente la cerrada planta de plutonio PUREX de Hanford para una nueva carrera armamentista con los soviéticos, lo que provocó oposición política y presión para que se publicaran documentos sobre la seguridad ambiental de Hanford, la mayoría todavía clasificados hasta 40 años después de la fin de la Segunda Guerra Mundial.
Los vecinos de Bailie compartieron su “mapa de muerte” de ataques cardíacos tempranos y muertes por cáncer. También describieron los espantosos nacimientos de corderos deformes en 1961, cuando ocho reactores estaban en funcionamiento en Hanford, y la aparición ocasional de hombres con trajes protectores tomando muestras de la vegetación sin revelar el motivo. Bailie confesó que estaba abrumado por las historias de sus vecinos y concluyó que su mala salud “no fue una coincidencia”.
Los funcionarios de Hanford inicialmente ignoraron las preocupaciones de Bailie. Don Elle, jefe de la rama de seguridad ambiental del Departamento de Energía de Estados Unidos, dijo que los agricultores no habían sido estudiados porque “no esperaríamos ver nada”.
Algunos le dijeron a Bailie que se callara por temor a que sus cultivos fueran estigmatizados como contaminados. A su esposa, Linda, no le gustaban sus sesiones con los periodistas, y protegía a sus cuatro hijos adoptivos de la exposición pública. Pero Bailie continuó obstinadamente.
Menos de un año después, sus sospechas cobraron fuerza. El gobierno federal, en respuesta a periódicos y grupos de activistas que presentaron solicitudes bajo la Ley de Libertad de Información, publicó, en febrero de 1986, 19.000 páginas de informes Hanford anteriormente clasificados. Seguirían más.
Revelaron contaminación crónica fuera del sitio durante los primeros 20 años de Hanford, y las emisiones más intensas finalmente se atribuyeron a la comunidad de Bailie. Las emisiones importantes de iodo-131 continuaron hasta 1956.
El público quedó especialmente impactado por la revelación del Spokesman-Review sobre un experimento militar deliberado llamado Green Run. En diciembre de 1949, se esparció combustible de uranio “verde” (sin enfriar) en una columna de 200 millas desde Spokane hasta The Dalles, violando unas once mil veces los límites de seguridad de iodo-131 en Hanford y cientos de veces en algunas ciudades del área de Hanford.
Los funcionarios de Hanford consideraron, y rechazaron, advertencias sanitarias para las ciudades cercanas después de varios accidentes en las décadas de 1950 y 1960. En un informe de septiembre de 1954 a la AEC, el físico sanitario de Hanford, Herbert Parker, advirtió que si a los agricultores se les informara sobre las partículas radiactivas de rutenio que caían en sus campos, no estarían tan tranquilos como los trabajadores de de Hanford, que vivián en Richland, donde el aire era monitoreado.
Parker quería comprobar los intestinos del ganado local para detectar ingestión de rutenio, pero “no podía hacerlo sin provocar demasiados comentarios”.
El hecho de que Hanford no advirtiera a los agricultores enfureció a Bailie. “No soy antinuclear, pero lo que nos hicieron fue imprudencia y estupidez industrial”, dijo.
A medida que se desarrolló la historia de Hanford, Bailie apareció en artículos y libros. Continuó su activismo downwinder por el resto de su vida y fue demandante en una demanda federal de 25 años contra contratistas de Hanford por daños a la salud, que finalmente concluyó con algunos acuerdos modestos en 2015. Bailie no obtuvo un acuerdo porque no tenía enfermedad de la tiroides.
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