lunes, 7 de agosto de 2023

Principales razones para rechazar la energía nuclear | 8.° parte

Depósitos de combustible nuclear en la central nuclear de San Onofre. Foto: Nelvin C. Cepeda/The San Diego Union-Tribune.

En notas anteriores vimos sucintamente los efectos perjudiciales de la energía nuclear sobre la salud y empezamos a desarrollar la razón más contundente para prescindir definitivamente de la energía nuclear: la de los residuos radiactivos.

Por Juan Vernieri

Decíamos que los combustibles gastados de los reactores utilizados para producir electricidad son desechos que emiten radiaciones agresivas para la salud y que, por tanto, requieren un aislamiento total. Son de alta perdurabilidad y como no hay depósitos definitivos, se precisan instalaciones temporales ―en húmedo o en seco― en las que pierda parte de su energía residual y de su actividad antes de ser depositado en un almacenamiento definitivo.

Normalmente, estos almacenes se encuentran junto a los reactores, a los efectos del menor movimiento posible.

Como ejemplo de los dramas que generan esta necesidad, vamos a comentar el caso de la Central Nuclear norteamericana denominada Estación de Generación Nuclear San Onofre, conocida como SONGS, en California.

Está ubicada en una estrecha franja entre el mar y la carretera que conecta las áreas urbanas de San Diego y Los Ángeles. En 2012, los reguladores encontraron grandes problemas con su generador de vapor. Reemplazar las piezas no resultaba económico; una estimación calculó necesarios más de 800 millones de dólares. Además, SONGS tenía que realizar mejoras para superar estrictos controles regulatorios, antes de reanudar su funcionamiento. En 2013, se resolvió cerrarla para siempre.

James Peattie, gerente general de desmantelamiento del sitio, reconoció que sería una tarea muy difícil. La empresa operadora Southern California Edison dijo que espera que todo el sitio sea desmantelado para 2030 y restaurado a un entorno natural para 2040.

Se han realizado arduos trabajos para lograr su desmantelamiento de manera segura. Se sacaron un total de 123 contenedores de combustibles gastados de la central y se trasladaron a su nuevo hogar.

Ese viaje no fue largo: solo al otro lado del mismo sitio, a unos 30 metros del océano Pacífico y a solo un metro sobre el nivel del mar. La proximidad al océano y las preocupaciones sobre el aumento del nivel del mar requieren que pronto se trasladen los desechos a una ubicación más alta.

Cada contenedor, de unos 5 metros de alto y 50 toneladas de peso, lleva en el interior un recipiente de acero inoxidable, con 37 barras de combustible nuclear gastado. Una vez eliminados, se podría pensar en desmantelar la propia central eléctrica.

Cerrar la Central Nuclear resuelve un problema, pero deja otro sin resolver: ¿qué hacer con todo el combustible nuclear que había usado? Sus residuos radiactivos, algunos con una vida media de más de 16 millones de años, seguramente durarán más que la raza humana.

En el mundo no hay lugar para almacenarlos de forma permanente. Así que se colocaron las barras de combustible nuclear gastado en unos agujeros de almacenamiento temporario, enterrados a lo largo de la costa sísmicamente activa de California, detrás de un dique de unos 9 metros de altura. Solución de emergencia.

Son blancos fáciles para un gran terremoto, que probablemente ocurrirá en el próximo siglo. Si los residuos nucleares salieran de alguna manera de ahí, los resultados serían devastadores. Incluso sin un terremoto, los contenedores fácilmente pueden inundarse.

El combustible debe ser retirado de San Onofre, pero… ¿Adónde? Estados Unidos ya tiene más de 80 mil toneladas de residuos nucleares en situación similar, sin destino, suficientes para llenar un campo de fútbol de unos doce metros de profundidad, y se seguirán acumulando, con dos docenas de centrales en proceso de cierre. La idea era llevarlos a Yucca Mountain, donde se había iniciado la construcción de un depósito subterráneo llamado Almacén Geológico Profundo, pero su instalación ha provocado tan gran debate político, que debió suspenderse.

En 1982, el Congreso promulgó la Ley de Residuos Nucleares, que requiere que el Departamento de Energía encuentre un depósito geológico para el combustible gastado y lo lleve allí.

Al día de hoy, con más de 40 años de sancionada la Ley, Washington no ha podido cumplir con su deber legal de encontrar un hogar a largo plazo. No tiene un sitio de depósito definitivo para su gran acumulación de combustibles gastados. Actualmente, en el mundo hay uno solo en Finlandia, construido para los propios residuos.

En próximas notas veremos este almacén finlandés de basura nuclear, y otros que no reciben combustibles gastados, pero reciben otros desechos nucleares.

Demolición de la Central

El desmantelamiento durará unos ocho años y costará unos 4500 millones de dólares. Se retirarán del lugar algo más de 500 mil toneladas de equipos, componentes, barras de refuerzo, hormigón, acero y titanio. Alrededor del 80 por ciento se considera radiactivo.

Los primeros trabajos comenzaron a principios de 2020. Según una orden del exgobernador Gray Davis, todos los escombros de las centrales nucleares clausuradas en California deben ser enviados fuera del estado.

La mayoría de los escombros irán por tren a una instalación de eliminación en Clive. Los residuos de baja actividad se envían a un emplazamiento cerca de la ciudad de Andrews, en el oeste de Texas. El material no radiactivo va a Arizona.

Fue necesario construir las vías ferroviarias a fin de que el tren llegue hasta la central.

El retiro de las vasijas plantea el principal problema de nada fácil solución. Cada una de las vasijas pesa más de 500 toneladas y tiene unos 8 metros de altura y 5 metros de diámetro.

Las partes internas de las vasijas estaban próximas al combustible nuclear, son desechos radiactivos. El proceso de corte y recuperación de las piezas debe ser hecho bajo el agua. Para ello, cada cavidad se llena con unos 2 millones de litros de agua tratada y desmineralizada.

Operados a distancia por un equipo que utiliza cámaras submarinas, los componentes de la vasija del reactor se extraen uno a uno y se cortan en trozos con una sierra giratoria. A continuación, se recuperan las piezas mediante robots y se colocan en contenedores. La operación requiere un equipo de 20 personas.

Los trabajos de desmantelamiento son bastante complejos y no es objetivo de esta nota detallarlos.

El drama que significa tener que disponer los residuos nucleares que se mantendrán activos por miles y miles de años, sin un lugar cierto y seguro donde almacenarlos, es de una gravedad inusitada que, junto al cambio climático, pone a la humanidad en riesgo de sobrevivencia.

Son más de 400 los reactores en el mundo que tendrán que pasar por la situación de San Onofre.


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