Tanques de almacenamiento de agua radiactiva en Fukushima. Crédito: OIEA. |
Por Cristian Basualdo
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) señaló que los planes del Japón para descargar al mar el agua de Fukushima “se ajustan a las normas internacionales de seguridad”, en un informe publicado el martes 4 de julio de 2023. Para la confección del informe, el director general del OIEA, el diplomático argentino Rafael Grossi, creó una “Task Force” (grupo de trabajo) que incluyó expertos de la secretaría del OIEA junto con expertos “independientes reconocidos internacionalmente” de Argentina, Australia, Canadá, China, Francia, las Islas Marshall, la República de Corea, la Federación Rusa, el Reino Unido, los Estados Unidos y Vietnam.
En la accidentada central nuclear de Fukushima se acumulan 1,37 millones de toneladas de agua radiactiva, almacenadas en un millar de tanques. Con el objetivo de mitigar las altas dosis que ocasiona en los trabajadores del sitio, se desarrolló el denominado Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos (ALPS, por sus siglas en inglés) para filtrar una parte de los radionucleidos presentes en el agua residual. Pero el ALPS no puede separar el tritio, el isótopo radiactivo del hidrógeno, tampoco obtuvo los resultados que se esperaban en el resto de los radionucleidos presentes en las aguas residuales de Fukushima.
En abril de 2021, el gobierno de Japón anunció su “Política básica sobre el manejo del agua tratada con ALPS”, que consiste en realizar una serie de vertidos controlados al mar a lo largo de un período aproximado de 30 años a través de un túnel que discurre bajo el lecho marino a un kilómetro aproximadamente de la costa. Con este fin, el gobierno de Japón requirió al OIEA la evaluación del plan de vertido, sin presentar todas las opciones viables para su evaluación.
Las polémicas comenzaron apenas publicado el informe del OIEA. Liu Senlin, experto del Instituto de Energía Atómica de China, que participó en el grupo de trabajo del OIEA, declaró al diario estatal chino Global Times, que el informe se publicó en nombre de Rafael Grossi sin consultar suficientemente a los expertos. Aunque la secretaría del OIEA había solicitado la opinión de los expertos sobre el borrador del informe antes de su publicación, el tiempo concedido a los expertos fue muy limitado, y sus opiniones solo sirvieron de referencia, siendo la nombrada secretaría la que tomó la decisión de adoptarlas o no. Tras recibir los comentarios, la secretaría del OIEA no inició un debate ni llegó a un consenso con los expertos sobre la modificación del informe o la adopción de las opiniones; se limitó a publicarlo precipitadamente, con el título “IAEA Comprehensive Report On The Safety Review Of The Alps-Treated Water At The Fukushima Daiichi Nuclear Power Station” (Informe completo del OIEA sobre la revisión de seguridad del agua tratada con ALPS en la central nuclear de Fukushima Daiichi).
Durante las tareas de evaluación, entre los expertos “hubo tanto consensos como diferencias de opinión, y no se alcanzó un acuerdo unánime”, recordó Liu. Señaló que, además del impacto radiológico, los efectos del vertido afectan a muchos aspectos, como el social, el psicológico, el económico y la ecología marina.
Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, manifestó que Japón está más preocupado por cómo reducir los costes económicos que por cómo proteger el entorno ecológico marino y la salud humana. “Esta práctica de priorizar el dinero sobre la salud humana se enfrentará sin duda a la oposición de la comunidad internacional”, afirmó Wang.
El viernes 7 de julio, en su primera entrevista desde la publicación del informe, Rafael Grossi le dijo a la agencia Reuters que uno o dos miembros del equipo de expertos internacionales que lo elaboraron podrían haber tenido dudas. A la pregunta de si había algún desacuerdo entre los expertos, Grossi, declaró: “He oído decir eso... pero repito, lo que hemos publicado es científicamente impecable”. Dijo además que ninguno de los expertos le había planteado directamente sus preocupaciones y no dio más detalles sobre cómo se había enterado del asunto.
Para la construcción de la central nuclear se excavó la ladera de una montaña hasta el nivel del mar. Por eso, las aguas subterráneas que fluían desde la ladera hacia la parte trasera de la central, se bombeaban a un ritmo de aproximadamente 850 m3 al día desde los subdrenajes situados alrededor del sitio, con el objeto de controlar el nivel de las aguas subterráneas y evitar inundaciones localizadas, según consta en la página 2 del informe del OIEA.
A causa del accidente del 11 de marzo de 2011, se fundieron los núcleos de los reactores de las Unidades 1, 2 y 3, y las tres vasijas de contención se rompieron. Las explosiones de hidrógeno en el interior de los edificios de los reactores de las Unidades 1, 3 y 4 dañaron estructuras y equipos y causaron lesiones al personal. Los subdrenajes y las bombas que impedían la entrada de agua subterránea en los edificios dejaron de funcionar. Desde entonces, el agua subterránea entra en los edificios de los reactores y se contamina al mezclarse con restos radiactivos. También se utiliza para enfriar los restos de combustible con el fin de mantener los reactores en condiciones estables. Por último, debido a las condiciones degradadas de los edificios de los reactores, el agua de lluvia puede entrar y mezclarse también con los restos de combustible. Las medidas tomadas para evitar el ingreso de agua han contribuido a reducir la producción de agua contaminada de aproximadamente 540 m3 diarios a 90 m3 diarios.
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