El lobby nuclear comenzó su ofensiva final para lograr que el gobierno argentino importe un reactor nuclear de China.
por Cristian Basualdo
Se trata de un modelo Hualong One, para importarlo, Argentina deberá tomar una deuda de más de 8 mil millones de dólares con un consorcio de bancos liderados por el Banco Industrial y Comercial de China.
Un informe de la Comisión Nacional de Energía Atómica acusó a la Secretaría de Asuntos Estratégicos, a cargo de Gustavo Béliz, de frenar la negociación financiera. A su vez, la Secretaría de Energía y Nucleoeléctrica Argentina SA, presentaron al ministro de Economía el denominado “Libro Blanco, La seguridad de la tecnología china y el proyecto Atucha III”, con los justificativos políticos y técnicos del proyecto.
Antúnez y Barceló: Antes en contra ahora a favor
Dos de los actuales directores de Nucleoeléctrica, José Luis Antúnez y Gabriel Barceló, fueron los principales críticos del reactor chino. Por ejemplo, son coautores de un artículo, publicado en agosto de 2020, que remarca la pérdida de soberanía energética que le implica a la Argentina el tipo de combustible nuclear que utiliza el Hualong One; transcribo un párrafo extenso dada la importancia de sus palabras: “Si en el futuro los países que dominan el enriquecimiento de uranio nos armaran un boicot de combustible, nos encontraríamos en una situación extremadamente complicada. Todas nuestras máquinas PWR quedarían paralizadas por dictamen externo, y estaríamos impedidos de la única vía para continuar con nuestro desarrollo nucleoeléctrico por decisión propia”; el artículo incluye un ejemplo contundente: “Si Atucha I hubiera sido una central de uranio enriquecido, en 1981 Buenos Aires podría haber entrado en un apagón interminable”.
En otro artículo, Barceló advirtió que no podemos fabricar completamente el combustible para el Hualong One: “Sin capacidad de enriquecer uranio estaremos obligados a proveernos del uranio enriquecido, o del servicio de enriquecimiento, comprándoselo a alguno de los proveedores de ese servicio que son, no casualmente, los 6 o 7 países del mundo que cortan el bacalao económico y político del planeta. Y estos ponen condiciones no solo económicas para vender esas cosas”.
Cuando criticaban al Hualong One, Antúnez y Barceló no eran directores de Nucleoeléctrica. Una vez que asumieron el cargo, se dedicaron fervorosamente a la compra del reactor chino. Antúnez no tuvo problemas en escribir que: “Argentina comenzó a transitar el desarrollo de capacidades en el mismo ciclo de combustible que utilizará la central nuclear tipo Hualong cuando, a mediados de la década del 80’, la CNEA presentó el Proyecto CAREM, prototipo del primer reactor de potencia de diseño argentino”. Antúnez utilizó el mismo argumento (el combustible de uranio enriquecido) para opinar en contra y a favor del Hualong One, en ambos casos con la forma aparente de un razonamiento hilado y solvente, muy útil en estos tiempos en los que se tiende a suponer que cualquier abundancia de tecnicismos garantiza que hay certeza.
Gadano: Antes a favor ahora en contra
Otro cambio de opinión abrupto lo encontramos en el ex subsecretario de energía nuclear de Macri, Julián Gadano, que impulsó la importación del Hualong One mientras ocupó el cargo, y ahora le parece una mala idea. En una reciente entrevista recordó que: “Trabajamos mucho con este proyecto durante nuestra gestión y empezamos a perder entusiasmo por el modelo que implicaba endeudar a la Argentina por una cantidad de dinero muy grande, en una obra que demora muchos años, habiendo alternativas que tienen un modelo de negocio diferente, no requieren de préstamos públicos y son consistentes con lo que el país sabe hacer”. Gadano considera que el Hualong One “más que ayudar, aporta para el encarecimiento de la energía, cuando hay otras alternativas”.
Hay algo que impulsa a los funcionarios del átomo a comprar el Hualong One mientras ocupan un cargo público. Las manifestaciones en contra se explican simplemente porque quieren evitar que sea otro el que lo compre, con la esperanza de recuperar el cargo y ser ellos mismos quienes firmen los contratos.
En el pasado encontramos algunas certezas para que el lector forme su propia opinión. En 1976 se produjo un escándalo en Canadá, cuando se hizo público que la Atomic Energy of Canadá Limited, la empresa estatal que construía la Central Nuclear Embalse, había autorizado un depósito de 2,415 millones de dólares en concepto de pago por servicios no especificados a algún extranjero vinculado a la promoción de la venta del reactor a la Argentina. Para promover la venta de reactores, las corporaciones estatales canadienses argumentaban que debían emplear agentes con conexiones políticas dentro del país comprador.
La historia del plan nuclear argentino muestra que las oficinas gubernamentales pueden cambiar de funcionarios. Las políticas pueden cambiar su rumbo. Lo único que no cambia es la capacidad del lobby nuclear para endeudar al país con faraónicos proyectos nucleares.
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