miércoles, 23 de febrero de 2022

Crecer sin planificar: riesgos y desafíos ante la creciente migración que reciben las Sierras

Los valles serranos son las regiones de Córdoba que en mayor proporción aumentan sus habitantes actualmente. Pero esos fenómenos generan dilemas para evitar impactos negativos, de los que la provincia tiene antecedentes.

por Fernando Colautti

Dos fenómenos de crecimiento demográfico caracterizan a Córdoba desde hace tres décadas. Uno, la explosión del Gran Córdoba, por la mudanza de capitalinos a localidades satélites. Eso explica el crecimiento de las áreas de Sierras Chicas, primero, y del cordón Malagueño-Alta Gracia, luego.

Otro, que en los últimos años parece acentuarse, es el de los nuevos habitantes que reciben los valles serranos. Hoy son las Sierras las que más crecen en habitantes. Calamuchita, Traslasierra, Punilla y Paravachasca son las regiones cordobesas que engrosaron sus padrones electorales en mayor medida en los dos últimos años.

Los valles serranos pueden mostrar orgullo por la alta demanda de nuevos vecinos que evidencian. Pero debieran plantearse algunas preguntas. El fenómeno implica desafíos y dilemas que no parecen ser tan visualizados en la agenda cotidiana ni en los despachos donde se reparte el poder.

Por caso: cómo evitar crecer en población sin que los servicios disponibles acompañen ese proceso.

La experiencia del área de Sierras Chicas, vecina a la Capital, deja varias lecciones. En las dos últimas décadas fue la que más habitantes sumó, pero sin generarles la infraestructura de cloacas, agua potable y gas natural, y con escuelas insuficientes para la demanda. Otro efecto paralelo se dejó ver con las crecientes de simples arroyos (como ocurrió en 2015) que se llevaron puestas zonas urbanas que habían avanzado sin control sobre sus cauces.

También hay que mirar a Villa Carlos Paz y su entorno, que aumentaron sus radios poblados pero sin prever que el lago San Roque (su principal postal y eje turístico) pasara a transformarse en la más gigante pileta de líquidos cloacales, en el que nadie puede ya ni bañarse.

El lago San Roque, con sus algas. Una degradación por efecto del desarrollo urbano sin redes de cloacas que lo acompañen, por décadas. (La Voz/Archivo)

Un Estado grandote y zonzo

Las Sierras reciben cada vez más habitantes sin que, en general, sus autoridades locales, ni las provinciales, asuman con claridad la necesidad de planificar en serio el crecimiento.

Se va avanzado y urbanizando sobre sitios que son claves para el desarrollo sustentable. En este caso, las Sierras no son como cualquier otro territorio de la provincia, sino que representan un patrimonio de todos los cordobeses.

Porque se trata de un ecosistema sensible y vital para la provincia, como reserva del escasísimo bosque nativo que queda en pie y como reducto aún de alguna biodiversidad mayor que la del llano. También, por su rol en la regulación climática y como fuente de los recursos hídricos que necesita Córdoba. Son el tanque de agua que abastece a ríos y lagos, y sin sierras hídricamente sustentables, la provincia se parecería cada vez más a un desierto.

El futuro de las Sierras como industria turística, incluso dependerá de que los impactos en su ambiente y en su paisaje no la degraden más.

Pero -y merece marcarse la paradoja- los valles serranos son de las regiones con menor cobertura de cloacas hasta ahora en la provincia.

Los incendios forestales representan otro dilema. Bomberos y expertos advierten las complicaciones que se suman por los fuegos de interfase, es decir, los influidos por la presencia cada vez mayor de viviendas y población hasta en los puntos más aislados entre los cerros.

Calamuchita, por ejemplo, registra en estos años niveles de aumento poblacional que asombran. Pero debiera atender varios síntomas inquietantes: Villa Yacanto, por citar un caso, es una de las poblaciones de mayor crecimiento en habitantes, pero este verano padeció más de 20 días casi sin agua potable.

El dique Los Molinos, rodeado por pueblos que cada mes ven sumar más viviendas y emprendimientos, ya presenta evidencias del impacto de la falta de cloacas y enciende alarmas como lago candidato a ser el “segundo” San Roque en degradación.

El desarrollo es festejable. Pero el crecimiento poblacional sin planificación, sin previsión de servicios, sin ordenamiento de uso de suelos, sin estudiar los impactos sobre las cuencas hídricas, con desmontes arbitrarios, con ríos y lagos públicos cada vez más alambrados y apropiados por privados, muestran -también en esto- la existencia de un Estado grandote pero zonzo. Que no sabe, no puede o no quiere planificar y controlar.


Fuente:

Fernando Colautti, Crecer sin planificar: riesgos y desafíos ante la creciente migración que reciben las Sierras, 20 febrero 2022, La Voz del Interior.

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