por Agustín Saiz
Nuestro movimiento antinuclear Zárate - Campana nació en el 2011. Un par de meses después de la catástrofe de Fukushima realizamos nuestra primera manifestación pública en la plaza central frente a la municipalidad. Comenzamos con un grupo de vecinos a responsabilizarnos del legado nuclear que se promueve en todo el país, a partir de la propaganda de la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica) con las Atuchas. Así, nuestras reflexiones son contemporáneas a todo el proceso de devastación que estamos viviendo del Pacifico desde hace mas de 10 años. Dentro de esa perspectiva situamos al avance del plan nuclear argentino, que desembocó hace una semana en un punto de quiebre absurdo con la incorporación del reactor Chino Hualong One.
Si alguien quiere hacer el análisis de emplazar un reactor en argentina sin pensar en Fukushima, solo porque a Zárate no puede llegar desde el Paraná una ola de 10 metros, puede hacerlo. Nosotros en cambio intentamos indagar en cuál es la lógica que doblega nuestros instintos más elementales para proyectarnos en un camino sin retorno. En el fondo, el problema nuclear responde siempre a una subordinación política, pero se maneja desde la retórica con el análisis económico, de riesgo y de impacto como si ese poder no existiese o en todo caso pudiese acercarse a nosotros mediante los parámetros de la cordura.
Ninguno de los ítem del debate así planteado tiene razón de ser. De hecho, que sea la tecnología más cara para generar electricidad, y que los proyectos sigan avanzando, devela de algún modo nuestra incapacidad de decidir por nosotros mismos. Dicho de otro modo, el día que nos emancipemos como sociedad lo nuclear dejara de existir y solo entonces la pesadilla atómica será recordada como un periodo oscurantista, que puso en jaque la civilización moderna.
1 - Fukushima
Mientras los medios dirigen la mirada y concentran el problema a la acumulación de agua radiactiva, nos olvidamos que Japón es una sociedad condenada a vivir con la mitad de su territorio contaminado con radioactividad por lo menos hasta los próximos 100 años. Allí, sin lugar a dónde ir, tendrán que comer, beber, jugar, crecer, tener hijos y desarrollarse las próximas 3 ó 4 generaciones que vienen. Luego del 11 de Marzo del 2011, los parámetros de exposición límite a la radioactividad se modificaron pasando de 1 a 20 milisieverts.
En palabras de Ohnuma del grupo de ciencia ciudadana de Japón, Minna-no-Data (“Los datos de todxs”), se trata de una “política de abandono” con la cual se trazaron las zonas de exclusión. El gobierno de Japón hoy está instando a las poblaciones desplazadas a retornar, aún cuando las zonas evacuadas no cumplen con los parámetros de seguridad mínimo establecidos antes de la catástrofe. Son millones de personas que habitarán esos territorios.
Desde el mismo grupo Minna-no-Data, expresaron que las tasas de enfermedades más graves en Chernobyl ocurrieron 10 años después del accidente, por lo que a partir de ahora se espera en Japón un cuadro muy difícil y doloroso. También es importante recordar que hoy siguen naciendo alrededor de 5.000 niños con problemas gravísimos (malformaciones congénitas, patologías cardiacas, cáncer) en Ucrania. Desde 1986 esta será la tercera generación que recibe los trazadores genéticos dañados heredados de sus padres expuestos a la radioactividad del accidente. En Japón, donde el área afectada es mucho mayor, se teme que esta situación probablemente sea peor en el futuro.
Instalar reactores nucleares en la zona sísmica más activa del planeta no es un accidente, es un crimen “nuclear”. Fukushima fue el tercero que sufrió Japón a lo largo de su historia. El segundo es la contaminación provocada por las explosiones de los test nucleares en el pacifico y que las corrientes oceánicas llevaron a la costa de Japón, afectando toda la industria pesquera durante décadas, siendo ésta su principal fuente de alimentos.
El primero de estos crímenes o la madre de toda la locura, obviamente, fueron las bombas genocidas de Hiroshima y Nagasaki arrojadas sobre la población civil. Cuando Estados Unidos ingresa al territorio japonés en la guerra del Pacifico comete uno de los actos más atroces de la historia bombardeando civiles en más de 100 ciudades. En ese marco fueron arrojadas las bombas atómicas. Esa mentalidad es la que luego se expandiría por todo el globo al salir vencedores de la llamada segunda guerra mundial, proponiendo un nuevo estilo de vida y catalogando países de primera y de segunda categoría.
Bajo esa mirada nace el plan nuclear japonés. Poner reactores sobre la falla tectónica más activa del mundo no fue la decisión deliberada de un pueblo. Ese proyecto que hoy termina amenazando la vida del Pacifico se invisibiliza. Una serie de eventos deportivos mundiales (olimpiadas, mundial de softball, de rugby, entre otras) operarán para que por la pantalla de la TV veamos otra realidad. ¿Hasta dónde va a seguir recibiendo radiactividad en el Pacifico?
Pero la verdadera cuestión es tratar de entender porqué aún permanecen de fondo una decena de reactores en la costa este de Japón sin desmantelar. Estadísticamente es más probable que algunas de esas instalaciones sean golpeadas por algún terremoto antes de que el problema en Fukushima se resuelva. La población del planeta cambia de canal: un Fukushima es mucho, dos son demasiados… Pueden ser muchos más.
2 - Zárate
En el 2011 empezábamos a pelear como movimiento antinuclear para desmantelar Atucha I, evitar la extensión de su vida útil y cancelar la puesta en marcha de Atucha II. Era un momento sumamente oportuno para dar de baja con un solo golpe todo el plan nuclear argentino. No lo conseguimos, Tampoco era responsabilidad de una población incapaz de pensar por sí misma sumergida por años en la propaganda del lobby. Recordemos que Zárate lleva orgullosa, hasta el día de hoy, el símbolo del átomo en su escudo a pesar de las altas tasas de enfermedades relacionadas con el medio ambiente.
Era en realidad una responsabilidad de toda la provincia de Buenos Aires intentar conquistar una ley antinuclear como la que logró la Patagonia con decenas de localidades movilizadas en simultaneo en el 2017. El reclamo del pueblo evitó la instalación del reactor nuclear Chino (“Hualong One”) en Río Negro, el cual viene hoy a parar Zárate sin generar ningún tipo de escándalo en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos o CABA. Esta pasividad la pagaremos con el riesgo de vivir dentro del radio de un accidente nuclear. Un reactor que no se necesita para nada (y al que solo le sacarán provecho quienes viven de un aparato del Estado, conocido como la CNEA), se instala en nuestras vidas, de nuestros hijos y nietos.
La extensión territorial del plan nuclear siempre ameritó un armado como el que tenemos hoy con el Movimiento Antinuclear de la República Argentina (o MARA), fundado en Zárate en el 2018, donde asambleas y grupos de todas las provincias afectadas comenzamos a trabajar en conjunto relacionando las luchas. Los eslabones de la cadena de la industria uranífera se entrelazan y mientras sigan existiendo las Atuchas, se seguirá promoviendo la amenaza de la minería o la posibilidad de enterrar su basura en algún lugar como la meseta patagónica.
Tremenda paradoja seria rechazar una minera o un reactor y décadas después pelear por no recibir la basura proveniente desde Buenos Aires. Pero lo cierto es que ese puede ser el escenario a futuro más probable. El otro es dejar la basura allí donde esta, a orillas del Paraná con un Estado fantasma incapaz de hacer algo. ¿Por qué no? Quién sabe la forma en que existirá aquello en el 2070, cuando se termine la vida útil del Hualong One. Así como en el 1950 no pudimos prever este presente, el futuro está muy lejos de nuestra ingenua capacidad de análisis.
Debemos hacer el ejercicio de contrastar la foto de situación inicial (2011) versus la actual (2021). A nivel local, como ya dijimos, la oportunidad perdida tuvo el costo de darle impulso al paquete nuclear actual. Con cada anuncio de un nuevo negociado que nos enteramos, hoy salimos a contrarreloj a intentar contrarrestarlo. Poca gente conoce que un puñado de personas ya decidieron por nosotros y que existen mesas de diálogos con China y Rusia desde hace años. Entre poquísimos resuelven cuántos reactores van a emplazar, dónde y cuándo.
El plan nuclear existe aunque no tengamos idea. Lo sufren las comunidades del interior con los proyectos de minería uranífera (la peor de todas) en Chubut, Rio Negro, Mendoza, Catamarca, La Rioja y hasta en Jujuy, todas cateadas y entregadas por la CNEA. Lo sufren hasta en Formosa, donde fue a parar increíblemente la planta de Dioxitek, siendo el lugar más distante de toda la argentina para conectar el circuito de la extracción con el de la operación en el reactor. Están Embalse y las Atuchas operativas en Zárate, en total son tres reactores de potencia (con decenas de incidentes y denuncias de contaminación). A ello se le suma el proyecto CAREM que se puede diseminar como una peste en las poblaciones pequeñas y medianas del interior del país.
Faltan mencionar los pasivos ambientales más importantes. Por sí mismos serían un argumento suficiente para dar de baja cualquier proyecto que promueva la CNEA, cerrarla y usar su presupuesto millonario en una Comisión Nacional de Energías Renovables (CNER). Las minas de uranio sin remediar están en Salta, Chubut, Córdoba, San Luis, Mendoza y La Rioja pero sus presupuestos otorgados por ley ya no existen. También no hay que dejar de mencionar al acuífero Puelche en Buenos Aires contaminado con radioactividad por el basurero nuclear de Ezeiza, en donde se abastecen muchas embotelladores de bebidas.
Pero el problema más grave será el Hualong One. Desde la época de Cristina Kirchner hasta el G20 de Mauricio Macri, el Estado Chino lo propuso con insistencia como la llave de negociación de un macro acuerdo. No importaba si Argentina estaba cada vez más incapacitada financieramente, porque justamente no están buscando un puñado de miles de dólares más en su balanza comercial. Pensemos que mucho más importante para ellos es ingresar en la región y qué mejor que abrir esa puerta mediante el condicionamiento político que le garantice la supervivencia financiera a la Argentina. La base de Neuquén, los reactores y el 5G son los pilares en la geopolítica que despliega China en argentina y alrededor del globo antes de negociar el resto.
Pero hay también una cuestión moral que nos tiene que movilizar: ¿cuál es el sentido de incorporar una tecnología (de enriquecimiento de uranio) que es el subproducto de la carrera armamentística que están desarrollando? China expande su arsenal nuclear a una velocidad exponencial para disputarle en el corto plazo la hegemonía también militar a los Estados Unidos. Al mismo tiempo, desde hace algunos años, la estrategia geopolítica de los organismos de inteligencia militar de los Estados Unidos dio un giro, dejando atrás la invención del enemigo terrorista con el cual justificaban las masacres por petróleo en medio oriente. Hoy en día los analistas del Pentágono ven como principales amenazas a Rusia y China y tienen como objetivo anular su ascenso. De allí que los conflictos en Crimea y el mar de China respondan a otra lógica muy distinta a la que estamos acostumbrados. Cuando este proceso se intensifique probablemente nosotros tendremos una instalación nuclear de uso civil en Zárate, que como la base de Neuquén: ¿podría convertirse en la práctica en una especie de enclave chino encubierto?
3 - Cambio Climático
La principal amenaza que genera el cambio climático son las más de 400 centrales nucleares que por necesitar refrigeración constante: la mayoría de ellas se encuentra a orillas de ríos, mares y lagos inundables. Si el cambio climático es una realidad en marcha, tal cual lo reitera como argumento el lobby nuclear, deberían salir corriendo a intentar desmantelar centenas de reactores en lugar de proponer emplazar cada vez más. No es necesario que el agua llegue hasta el techo de un reactor para que suceda lo peor. Un reactor abandonado es un accidente y en un escenario de crisis multisistémica donde hay una variedad de frentes que atacar en simultaneo son muchas la situaciones en la que esto puede ocurrir (zona inundada, falta de mantenimiento, caída de la infraestructura energética, falta de presupuesto).
Nadie es capaz de imaginar en el futuro a una población peleando por contener la enorme cantidad de material radioactivo que hemos dejado, en el caso de Zárate, acumulado a orillas de Paraná.
Nosotros sí.
Si las proyecciones del cambio climático se cumplen, la industria nuclear se convertirá en una sentencia de muerte para todo el planeta. Y por eso dedicamos nuestro mejor esfuerzo a intentar dejarle un mejor mañana a las generaciones que vienen.
Agustin Saiz es ingeniero industrial. Integrante del Movimiento Antinuclear Zárate Campana y MARA (Movimiento Antinuclear de la República Argentina).
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